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El lunes 15 de enero por la noche fue la primera votación del año electoral 2024 y fue el día más frío del invierno en EEUU. La asistencia a las primarias republicanas fue baja y sólo el 6% del electorado de Iowa participó de las asambleas populares de Iowa. De 110 mil votantes, el 51% prefirió a Donald Trump. Se impuso por sobre los demás el precandidato más confiablemente a la derecha entre las opciones del menú de precandidaturas. En el posicionamiento de ganadores y perdedores, el patrón de los resultados de las primeras primarias de 2024 coincide con el patrón de posiciones de las primeras primarias de 2016. Trump perdió la primera elección a la que se presentaba en su vida. No era ese aún el lugar asignado al especulador inmobiliario, empresario multimillonario y sádica vedette de reality shows de la tevé chatarra.
En 2024, el precandidato y expresidente Trump se impuso en las primarias republicanas de Iowa en 98 de los 99 condados de este estado del Medio Oeste. En un único condado, gracias al voto suburbano, ganó Nikki Haley, que salió tercera en Iowa. La ex gobernadora de New Hampshire y ex embajadora trumpista ante la ONU casi empató el 20% de Ron De Santis, gobernador de Florida.
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En 2016, el demócrata Barack Obama concluía su segundo mandato presidencial. En consecuencia, también hubo primarias demócratas que también comenzaron en los caucus de Iowa. También en este campo rigió, en apariencia, un patrón análogo al que se impuso en Iowa para las primarias republicanas: la precandidata ex Primera Dama y favorita de Wall Street derrotó al millonario socialista Bernie Sanders.
Everything was bigger in Texas
La votación de Ted Cruz fue más grande que la de Donald Trump en Iowa en las primarias de 2016. El evangélico senador de Texas de familia cubana fue el vencedor republicano, y Hillary Clinton, la vencedora demócrata. Percibidos como relativamente más a la izquierda en cada menú de opciones partidarias, aquel lunes 1° de febrero de 2016 el precandidato republicano Trump y el precandidato demócrata Sanders fueron los losers de sus respectivas primarias en el estado de Iowa, central, agrario, blanco y sin masas de migrantes.
A las precandidaturas triunfantes no sólo parecía iluminarlas el favor de la ciudadanía: se veía a las de Cruz y de Clinton como las dilectas de los grandes donantes en la campaña, esos que según los analistas se rigen por el lema «Previsibilidad o muerte». De esa predilección Trump finalmente no sufrió penuria.
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Al fin de casi medio año de votación en los 49 estados restantes de EEUU, las primarias republicanas de 2016 concluyeron con la victoria de Trump. Como desenlace, su candidatura partidaria fue oficializada por la Convención republicana y en las elecciones del martes 8 de noviembre le arrebató la presidencia a su rival, la candidata demócrata Hillary Clinton. Las de 2016 fueron las últimas primarias, antes de las actuales, que celebró el Partido Republicano. En 2020, Trump ocupaba la presidencia, y por default era el candidato republicano a la reelección. No hubo primarias en esos tiempos de pandemia.
Iowa, Gólgota y Tabor del precandidato Trump
En el año de su tercera campaña presidencial, Trump hizo campaña por segunda vez en las primarias de Iowa. Sus palabras de 2024 no suenan muy diferentes a las de 2016. Aunque hoy todo magnifique cada eco y cada resonancia.
Todo ha cambiado desde 2016 para los republicanos, por la victoria de Trump sobre Hillary Clinton el martes 8 de noviembre de 2016, por la asunción del vencedor a la presidencia en Washington en enero de 2017, por la pandemia de tres años después, por la derrota de 2020 frente al demócrata Joe Biden, actualmente en la Casa Blanca, por el asalto al Capitolio de sus partidarios el 6 de enero de 2021, por las causas penales abiertas en contra del expresidente en 2023, por la proscripción de su precandidatura en Colorado y Maine, que lo inhiben en esos dos estados de obtener una primera reelección el martes 5 de noviembre de 2024.
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Todo ha cambiado en el consorcio de circunstancias que contiene a Trump en 2024, mucho menos han cambiado la forma y el fondo de la oratoria de su agresiva campaña militante. En 2016 prometió construir un muro en la frontera sur porque los mexicanos, borrachos, violadores y muy perezosos, eran sin embargo lo suficientemente trabajadores como para robarles el empleo a los norteamericanos. En 2016, la palabra que más repitió en Iowa el precandidato de 69 años fue loser. En 2024 el expresidente, nuevamente precandidato presidencial, tiene 77 años. Si gana las elecciones, al fin de su mandato presidencial tendrá 81 años, la edad actual de su contendiente demócrata Biden.
Con ecos del belicismo de la Guerra Fría recalentada por Ronald Reagan cuando combatía el derrotismo tras Vietnam, Trump insistía que la primera hiperpotencia mundial debía ser gobernada por un ganador, y dejar de comportarse como loser. En esas primarias de Iowa de 2016 el loser fue él. Fue «crucificado», dijeron los medios, por Ted Cruz, el ultraconservador senador de Texas.
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«Una derrota humillante», tituló The New York Times el martes 2 de febrero de 2016. La victoria de Cruz había «dejado en el piso a Trump» según The Washington Post. Aunque la ventaja era de poco más de 3 puntos porcentuales, 27,7% de los votos de Cruz contra 24,3% de Trump, esto debía interpretarse como «un latigazo en la cara para el empresario vedette» según el Wall Street Journal. Lo más importante, completaba regocijado The New York Times, era que el revés «ponía en duda» la amplitud de los apoyos de la que aparentemente disfrutaba Trump. Y, continuaba el matutino de Nueva York, Trump había hecho crecer a un sólido precandidato, que había llegado al tercer lugar con el 23% de los votos: el senador por el estado de Florida, Marco Rubio, también de origen cubano, bien visto por el establishment.
Hombres de maíz y viento fuerte
A pesar de esa derrota inicial de Trump, compensada luego por arrolladoras revanchas, los números de Iowa de 2016 afianzados en 2024 señalan una victoria de las banderas más conservadoras. El senador Ted Cruz, el más joven de los precandidatos con sus 45 años, defiende posiciones reaccionarias que buscan anular los avances legislativos federales en la interrupción voluntaria del embarazo y el matrimonio igualitario para todas y todos. Según el Wall Street Journal, ya era el líder republicano, el que tiene más chances de ganarse la nominación a la candidatura presidencial en la convención partidaria a fines de junio.
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En 2016, Cruz había apuntado al voto religioso derechista en este estado productor de maíz y que integra el cinturón bíblico norteamericano, región mediterránea, la más creyente y practicante de la fe cristiana en sus versiones protestante y evangélica. «El mensaje de Cruz estaba perfectamente calibrado para el electorado conservador de Iowa», estimó el Washington Post. Puntos de vista homofóbicos y antiabortistas, reiterados con frecuencia y frescura, habían sabido ganarle a Cruz la simpatía del Midwest, simplificaba Los Angeles Times.
La venganza es un plato que nunca se enfría
Goldman-Sachs se inclinaba entonces por Cruz, como también los billonarios evangélicos. Y, desde luego, las petroleras del fracking, que hoy no vacilan en apostar por el loser de la primera primaria de 2016, un profesional en el negacionismo del cambio climático. Un perdedor que sólo había perdido por 3 puntos aquel 1° de febrero mientras que todos los losers de este lunes 15 de enero perdieron por más de 30 puntos.
En 2024, el presidente n° 45 de la Unión ya cuenta en su haber con el haber sido el presidente n°1 en transgredir la separación de Iglesias y Estado. Trump supo convertir el Salón Oval, oficina del Ejecutivo en la Casa Blanca, en salón de oración, el mandatario de rodillas rezando a Dios con ojos entrecerrados de la mano de familia cristiana. En 2024, el lunes 15 de enero arrasó en Iowa. En la jornada de la venganza de Trump, que compró pizzas a sus militantes que esperaban saber cuán amplio sería el margen de la victoria, sólo en la calle hacía frío.