Linkedin, la distopía empresarial

«Entre todas las redes sociales, Linkedin es la más distópica», opina Julián Sorel.

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Entre todas las redes sociales, Linkedin es la más desoladora, la más distópica. Barrio de clones obsoletos, amasados con lo peor de cada uno, con lo más vano y presuntuoso, con lo más trucho, con lo más ridículamente entusiasta y proactivo, con lo que más odiamos de nosotros mismos.

Un simulacro de guerra darwiniana en campos de batalla mal gentrificados, un videojuego fallido, un gallinero cloqueante y jerarquizado en castas con hojas de vida como tótems tribales. Un eterno y tardío partido de padle noventero entre arribistas que disputan por escalar más alto y más rápido que el resto armados con un arsenal instagramero de posts y de vídeos que nadie vería a menos que / ni aunque le pagaran por hacerlo. Un yermo de humanidad, un desierto de risa, un páramo de alegría donde enanos empastillados con delirios aspiracionales se gastan 24/7 el dedo índice buscando onanistamente diccionarios de inglés en línea para tratar de convertir sus añejas carreras profesionales en disfraces hipster clavándole a todo el sufijo ing como un rabo de pavo real. Un coworking apestoso donde puedes inventar universos laborales aún más feos que los que ya existen y convertirte en especialista en todo y nada con títulos que serían graciosos si no fueran publicados aterradoramente en serio, desde Coach Ontológico hasta Master en Cultural Disruptive Management o Chef Anarcovegano Especializado en Storytelling de Chimichurri.

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Linkedin es la prueba de lo mucho que nos despreciamos a nosotros mismos, del asco y el hastío que sentimos por lo que somos y por lo que hacemos, y de que siempre, incluso tratando de volver interesante lo aburrido, se puede caer aún más bajo. No hay sencillez, no hay pureza, no hay candor que sobrevivan en ese clima enrarecido por el exceso de neologismos, anglicismos y complejos no por enfermizos menos estúpidos. El rasgo principal del usuario de Linkedin es la vanagloria, o sea, la forma más chillona y colorinche de la deshonestidad.

Linkedin es la distopía empresarial por excelencia, o, si se quiere, la utopía, la ilusoria realización farsesca de las peores y más horribles promesas corporativas. Recorrerlo es como pasear por el sueño lisérgico de un jefe de Recursos Humanos que se quedó dormido con la cabeza sobre su escritorio después de una sobredosis de horas extras impagas por puro amor a la empresa. La ambición más patética, la de trepar laboralmente, es el gran motor aristotélico de generación de contenidos en Linkedin. Los nauseabundos tips (palabra típica de Linkedin) son siempre desvergonzados: tips para crear contactos importantes, tips para mejorar tu reputación profesional, tips para comunicar propuestas asertivamente, tips para posicionarte mejor en tu campo laboral, tips para parecerte lo menos posible a lo que realmente eres. Cada vez que aparece uno de esos hashtags de #afteroffice o #casualfriday o #motivacion o #lovemondays el demiurgo malvado que observa todo detrás del teatro de marionetas digitales que es Linkedin se frota las manos mientras masculla «Excelente» y se ríe del espectáculo grotesco que le ofrecemos en este teatro, o, mejor, en este webinario superpoblado de CEOs y de SEOs, con el único sonido real de Linkedin, el de las diabólicas carcajadas de Mister Burns.

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