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El cincuentenario del Edificio Monumental nos conduce a la reflexión en torno al cambio cultural que implica la adopción de hábitos citadinos en las formas espaciales correspondientes, con el consumo particular que caracteriza una vida urbana y, por supuesto, el ser social que perfila.
Recordemos que el Edificio Monumental, si bien no fue el primer edificio de departamentos (ni el primero en altura), fue la primera propuesta habitacional con esa altura y magnitud, 106 departamentos (13.500 m2) distribuidos en 16 pisos con una altura de 63 metros respecto al nivel de calle, ofertando cinco tipologías de departamentos: a, b, c, d, e; de variadas superficies en metros cuadros para albergar diferentes estructuras familiares, desde departamentos con tres dormitorios y área de servicio (de 110 m2) hasta departamentos de un solo dormitorio sin área de servicio (de 60 m2), pasando por opciones de dos dormitorios, algunas con área de servicio y otras sin área de servicio. La empresa J. Tauber consideraba la financiación hasta en 80 cuotas, según se menciona en todos los anuncios periodísticos conservados por Alexandra Tauber, nieta de J. Tauber, que compartió gentilmente con nosotros tales archivos históricos.
Jacobo Tauber estableció una S. A. ad hoc con la empresa argentina fundada por su cuñado, y administrada por su sobrino, Raúl Buchbinder Tauber, para la concreción del proyecto. La construcción estaría a cargo de la empresa paraguaya de construcciones Barrail Hermanos. Raúl Buchbinder Tauber sería gerente general y supervisor de la construcción por la empresa Monumental S. A. La venta de los departamentos quedó a cargo del empresario Jacobo Tauber.
En su discurso inaugural, J. Tauber menciona que se utilizaron 100.000 bolsas de cemento nacional, y que el 70 % de los materiales de construcción procedió de la industria nacional, correspondiendo el 30 % de productos de importación a ascensores, instalaciones sanitarias y artefactos de iluminación. Toda la mano de obra fue paraguaya.
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Una gran resistencia a la idea de vivir en departamentos –«casas sin patio»– sería la primera reacción de la sociedad asuncena a esa oferta. «Yo vivía en Río de Janeiro, donde estudié arquitectura. Papá me llamó (a fines del 72) para que vuelva a Asunción y me encargue de la supervisión y gerencia local, porque a él le sobrepasaban los problemas cotidianos de la administración de la obra, en lo referente a la provisión de materiales de construcción, ya que mi primo Raúl sólo venía una vez al mes», recuerda el arquitecto Alberto Tauber, hijo de Jacobo Tauber. La dinámica del mercado de la construcción aun no estaba ejercitada para seguir el ritmo de una edificación de la envergadura del Monumental; esto se percibía, por ejemplo, en la provisión de puertas, herrajes y otros materiales que en general no se demandaban en las cantidades que la construcción de los más de cien departamentos generaba.
«Al volver de Río de Janeiro nos instalamos en una casa en las inmediaciones de la Plaza Batallón 40. Tan pronto se concluyó el edificio, mi esposa, de origen carioca, acostumbrada a vivir en pisos altos, me pidió mudarnos a uno de los departamentos del Monumental. Fuimos los primeros en habitarlo. Esa idea todavía no era usual en la población asuncena; incluso mi padre se resistió a mudarse a un departamento de su propio edificio, hasta que probó la experiencia y finalmente le gustó mucho; recuerdo sus palabras: que cómodo es vivir en departamento», recuerda A. Tauber. Varios de los primeros habitantes, hasta fines de los ochenta, fueron extranjeros. «El gerente de Iberia vivió en el edificio hasta el 82; Luis de los Reyes se llamaba, y desde ahí iba caminando a su oficina, sobre la calle 25 de Mayo, entre Yegros e Independencia Nacional. Algunos altos jefes del régimen stronista, como el general Samaniego, adquirieron de inmediato un departamento», sigue narrando el arquitecto Tauber.
A pesar del miedo inicial, la venta de los más de cien departamentos del Monumental fue un éxito y apenas a meses de su inauguración el edificio ya se encontaba con un 50 % de ocupación. La Universidad Columbia compró todo el primer piso; la Joyería Splendor fue una de las primeras en instalarse en un local comercial de la planta baja. En poco tiempo, vivir en un departamento del Edificio Monumental se tornó moda de élite.
«El color original de las barandas de los balcones era bordó con crema. Veinte años después, cuando se tuvo que volver a pintar, yo propuse cambiar al color azul, que conservó hasta hace poco tiempo. Eso lo convirtió en el edificio azul en la memoria urbana asuncena», manifestó el arquitecto Alberto Tauber.
Un monumento urbano
Los imaginarios urbanos se van configurando de esa manera, con referencias visuales distintivas que caracterizan un paisaje; se va erigiendo en la memoria de la población una cartografía mental que da sentido a los espacios colectivos, sus usos y recorridos. En ese mapa mental de lo que hoy podría denominarse centro histórico de Asunción se encuentra el «edificio azul», también conocido como «el Edificio Columbia», frente a la Plaza Uruguaya. Las teorías del urbanismo estudian la importancia de los imaginarios simbólicos que los habitantes crean sobre sus ciudades, ya que permiten identificar hitos, sitios, monumentos, calles que jerarquizan los espacios urbanos, que construyen la arquitectura de la ciudad, a decir del autor italiano Aldo Rossi.
El monumento a la modernidad del habitar se concibió desde una óptica rioplatense adaptada a la escenografía urbana asuncena, de características notoriamente diferentes a la porteña, desde la densidad habitacional y poblacional hasta la imagen y lenguaje de los elementos compositivos de la arquitectura. Es necesario recordar el letargo moderno del Paraguay y de su capital a la hora de abrazar la arquitectura moderna, que fue orientada fundamentalmente a la edificación de locales de instituciones públicas, como el edificio del Ministerio de Salud (Pettirossi esquina Brasil), el Ministerio de Defensa (Av. Mcal. López) y otros de menor relevancia.
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La escuela brasileña dejó su aporte vanguardista en Asunción con joyas modernas tropicalizadas por el talento de arquitectos como Alfonso Reidy bajo la influencia del maestro Oscar Niemeyer, tanto en el Hotel Guaraní, en pleno centro, como en el Centro Experimental Paraguay Brasil, en Itá Pytã Punta, frutos de una alianza estratégica política, económica y cultural con el gobierno de Brasil, aliado del dictador Stroessner en las previas del Tratado de Itaipú, como mencionamos en la primera entrega. Estos hechos habían comenzado a marcar el rumbo de la arquitectura e ingeniería paraguayas ante dictados de la academia brasileña, relegando la histórica influencia argentina en términos culturales y concretamente en la arquitectura, enfrascada en la escuela porteña, en un anticuado historicismo y rigidez academicista, como lo demuestran hitos urbanos cercanos a nuestros afectos, como el Banco Central del Paraguay (actual Banco Nacional de Fomento) y el Cine Victoria, de estilo plateresco neoespañol, entre otros de menor escala.
Ante lo expuesto, se puede deducir que la capital de nuestro país se debatía entre una y otra escuela sin identificarse con ninguna en particular y abrazando por lo general el pragmatismo, mediante la aparición de arquitecturas híbridas.
El Monumental sigue el planteamiento moderno avant garde; esa línea subyace en elementos muy visibles, como los balcones perimetrales, que sintetizan una reinterpretación, deliberada o no, del corredor jeré (1) típico de la arquitectura paraguaya colonial con raíces en las comunidades indígenas autóctonas fusionadas con las tipologías españolas / europeas adaptadas al clima y a la manera de vivir de nuestra región. Se entiende esta adaptación como una manera funcional de asegurar la proyección lógica para soportar las exigencias del clima subtropical, caracterizado por continua insolación y agresivas lluvias y tormentas que hasta hoy causan estragos en nuestras infraestructuras urbanas. Los balcones aseguran el espacio de transición necesario, convirtiéndose también en área de esparcimiento y habilitando el disfrute del paisaje urbano.
Ese espacio intermedio constituiría la clave para la configuración formal y compositiva de la propuesta en altura mediante una repetición apuntada a lo infinito, ya que el diseño no consideró ningún remate o coronamiento del cuerpo del edificio, como lo dictaban las recetas clásicas de la arquitectura centroeuropea.
El Monumental colabora así a nuestro historial de hibridación cultural entre Europa y América, desde la Colonia hasta la más internacionalista modernidad dictada por el maestro Le Corbusier y su corte globalista. Como pequeño país entre dos potentes emisores de pautas, Argentina y Brasil, nos hemos visto obligados a dialogar en péndulo entre ambos lenguajes para posicionarnos geopolíticamente.
El Monumental ofreció cinco tipologías de departamentos, desde una hasta tres habitaciones, con y sin áreas de servicio, todas orientadas a diferentes sectores de la ciudad desde la balconada perimetral, siendo las orientadas al río las más atractivas y buscadas. Las tipologías están unidas por el mismo concepto filosófico de la escuela modernista internacional, «el espacio mínimo de habitar», consolidación de una manera eficiente y funcionalista de vivir en la ciudad.
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La nueva manera de habitar el espacio urbano suponía dejar a un lado la tradición de los amplios espacios para acotarse a los mínimos estándares que el estudio proyectista consideró apropiados para ese tiempo, iniciando un proceso transculturizador en las maneras de concebir espacios y funciones en una sociedad todavía provinciana.
En el proyecto no se consideraron espacios comunes, salvo los necesarios para la circulación. Las alturas son justas y estrictamente apropiadas para vivir, evitando el derroche para optimizar la altura de sus 17 pisos, con una terraza solo accesible para equipamientos y servicios, en su origen. Si bien no aportó ningún elemento desconocido en nuestra actividad constructiva, logró, desde la complementación de tipologías variadas de habitación y comercialización, un aporte bastante significativo que lograría en otros edificios la adopción de similares estrategias compositivas. Prueba de la sostenibilidad tanto física como plástica del edificio es el envejecimiento digno y su todavía prestancia y presencia urbana que, aunque anticuado y con visibles signos del tiempo, supo trascenderlo y enseñar a las nuevas generaciones la importancia del concepto en la arquitectura y sus valores intrínsecamente atemporales.
La cuestión del patrimonio
La aparición de un edificio con las características del Monumental podría ser comprendida dentro del capítulo moderno del urbanismo en Paraguay. Donde asistimos cotidianamente al descuido y destrucción de nuestra memoria urbana, producto, por un lado, de una ineficiente gestión de los gobiernos municipales y otros ámbitos estatales involucrados, y, por otro, del bajo compromiso del ciudadano paraguayo con el cuidado de su propio patrimonio inmueble cuando este se encuentra bajo la protección del marco legal de patrimonio cultural y fuera de la lógica de rendimiento del mercado inmobiliario.
El artículo 81 de la Constitución Nacional dispone «la conservación, el rescate y la restauración de todo lo que constituye el patrimonio cultural». Las Convenciones de la Unesco, organismo internacional del cual Paraguay es miembro, desarrollan los conceptos de patrimonio material e inmaterial y de diversidad cultural. Desde esas disposiciones legales, el Estado puede definir lo patrimoniable, que reconocemos y valoramos como elementos que nos distinguen como pueblo, y establecer mecanismos para su conservación y protección.
En Paraguay, la degradación del centro histórico sigue siendo un problema. Nos cabe cuestionarnos, como sociedad, por qué, de todas las capitales de Sudamérica, solo Asunción carece de un circuito turístico reconocible en su casco histórico.
No mantener las diversas capas o estratos de los aspectos edilicios que narran cada etapa histórica de una sociedad, de lo que el autor estadounidense Kevin Lynch denomina «la imagen de la ciudad», expone a esa sociedad al peligro de la desmemoria. Memoria y patrimonio van de la mano y sostienen la identidad de los colectivos sociales, que puede ser estudiada desde la inscripción espacial de una forma de habitar el paisaje en un momento específico de su historia.
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Estas distintas maneras de habitar muestran formas espaciales específicas, y narran al individuo que habita esos espacios. En la actualidad, el espacio urbano es la forma de habitar por excelencia del ser humano; según los estudios de organismos internacionales, «el mundo está cada vez más urbanizado. Desde 2007, más de la mitad de la población mundial ha estado viviendo en ciudades, y se espera que dicha cantidad aumente hasta el 60 % para 2030» (2).
Las formas de habitar la ciudad al inicio del siglo XXI han comprimido la vida en poquísimos metros cuadrados, muchos menos que los más que generosos salones y patios del Paraguay tradicional con sus frescos mango vy. El escenario urbano define hoy el espacio de habitar del ciudadano paraguayo (más del 50 % de la población paraguaya vive en ciudades o áreas metropolitanas, según datos del último censo), y la contraorden cultural del Covid-19, el imperativo «quédate en casa», colocó sobre tapete la necesidad de contar con espacios públicos de calidad que posibiliten hábitos saludables.
Los apretados metros cuadrados de los nuevos edificios de departamentos señalan la importancia de los espacios verdes, los buenos servicios de movilidad colectiva y otras opciones que debe brindar la ciudad, tarea que convoca a los gobiernos municipales, al gobierno estatal y a una necesaria participación ciudadana que demande constante y responsablemente la construcción de espacios urbanos eficientes y la conservación del patrimonio histórico edilicio.
Notas
(1) Jeré: en guaraní, «entorno»; corredor jeré: galerías que envuelven los espacios principales de una edificación, generando el espacio de transición intermedio.
(2) Ciudades y áreas metropolitanas son centros neurálgicos del crecimiento económico, ya que contribuyen al 60 % aproximadamente del PIB mundial. Sin embargo, también representan alrededor del 70 % de las emisiones de carbono mundiales y más del 60 % del uso de recursos. La rápida urbanización está dando como resultado un número creciente de habitantes en barrios pobres, con infraestructuras y servicios inadecuados y sobrecargados: https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/cities/