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Quando viví en Asunción, entre 2007 y 2010, Edgar Pou venía a visitarnos casi todos los días. Desayunábamos poesía, almorzábamos poesía, cenábamos poesía. No éramos parte de ninguma Sociedad de Escritores, Pen Club, Academia de la Lengua. No teníamos aire acondicionado. Era una fiestita salvaje casi todos los días. No éramos aburridos ni mezquinos ni envidiosos como los kara de kulo di paloma que nos ninguneaban. No queríamos el power, ni crear una nueva lengua, ni hacer carrera literaria. Queríamos apenas divertirnos, cruzar las fronteiras sin pasaporte, hablar la lengua rarófila de los hongos de de Areguá, reinventar la lengua pre-adámica de los abaporú de la Asuncionlandia colonial, inventar yoparás paráparaís lunfardezcos yasiyatereizados de guaranises, parlar el idioma de la calle última para enfeitizar yiyis de kolas de abeja lechiguana, meter inglish nel yopará made in Mercado 4, hacer poemas con palabras robadas del avá ñe’e de los pomberos, de la lengua carnicera de los aô-aôs, de la jerga de los kurupís que zarandean por las madrugadas como cucarachas sonâmbulas, hacer sonar el guarañol hardcore de los paradisos artificiales de Don Fernando de la Mora. Cuando Édgar Pou me presentó sus primeros experimentos con mix de lenguas, me di cuenta de que ele era vida nueva en la selva de la literatura paraguayensis. En vez de hablar estilo hombre de letras afranxutado sobre la poesía de Édgar Pou, prefiero invitar a todos a escuchar lo que dice el Pombero Tamaguxi. Leer y releer sus poemas, sus mentiras cortantes como navaja de caballo loko, sus verdades mentirosas que non te deixam en bola. «Nin el domattore poderia acreditar que estávamos desinbentando el future», anota Pou en un comment de un blog kué llamado Portuñol Selvagem. Casi 20 años antes estábamos por lo menos 20 años después. Creamos un lenguaje con lo que teníamos a mano, la alegría salvaje de la vida, que no es poca cosa, la inocencia de los yasíyaterés triplefronteros opuesta a la imbecilidad y el indestructible amor azul que mora en nostros korazoncitos, que según Pou «es más numeroso que la arena caliente de los chacos olvidados». Poco importa que algunos todavía sigan con sus pajas cocodrilas fingiendo que nunca hemos existido. Ese ayvu, que significa lenguaje y ruido a la vez, va a continuar brotando como las flores que brotan de la bosta de las vakas.