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Ahora que pasó el hype del estreno y del Barbenheimer, voy a comentar el mayor éxito taquillero –hasta el momento– de 2023, Barbie, la película que ha convertido a su directora, Greta Gerwig (California, 1983), en la primera mujer cineasta que recauda más de mil millones de dólares.
Barbie es una comedia protagonizada por Margot Robbie y Ryan Gosling, con un elenco que incluye a la inglesa Helen Mirren, Will Ferrell, Michael Cera en el papel del impopular muñeco Allan, que salió al mercado en 1964 y que, como él mismo dice, «es una figura marginada», la modelo y actriz trans Hari Nef y mi cantante albanesa preferida, Dua Lipa, como Barbie Sirena de cabello azul, entre otros. El guión es de Greta Gerwig y su pareja, el director y guionista Noah Baumbach.
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Una mañana, Barbie Estereotipada (Margot Robbie) se despierta en su casa de ensueño solo para descubrir que ya no es de ensueño porque en la heladera la leche ha caducado, al salir se estrella contra la vereda de plástico y tiene desagradables pensamientos sobre la muerte, entre otras cosas propias de una vida no ideal. Barbie Rara (Kate McKinnon) le dice que para solucionar su crisis de perfección tiene que ir al mundo real a buscar a su dueña. Barbie la encuentra, se llama Gloria (America Ferrera) y tiene una hija, Sasha (Ariana Greenblatt), que acusa a la muñera rubia de imponer un ideal físico imposible.
Estas críticas existen y por eso Mattel decidió aggiornarse volviendo su imagen más inclusiva y feminista con esta película y la campaña de marketing que la rodeó. La tendencia feminista en el marketing viene siendo adoptada por muchas marcas desde hace varios años para conectar mejor con un público cada vez más consciente de los estereotipos de género. Barbie pretende ser una sátira anticapitalista aunque paradójicamente se espera que suba las ventas del juguete de Mattel. Sin embargo, a pesar del reconocido talento de Greta Gerwig para llevar la experiencia corriente a la pantalla conservando su naturalidad y frescura, el film intenta abarcar demasiados temas y el «mensaje» termina siendo confuso. La película se abre con una parodia del comienzo del film de Stanley Kubrick 2001: A space odyssey (1968) para transmitirnos la idea de la importancia de la muñeca que permitió a las niñas de todo el mundo dejar de soñar con la maternidad manipulando bebés de juguete e imaginar con Barbie todo lo que podrían ser. Quizá lo peor del film sean las consabidas y previsibles críticas de Sasha a Barbie y el sentimentalismo del encuentro de Barbie con su creadora.
Y lo mejor (para mí) del film es el personaje de Ken (Ryan Gosling). A riesgo de ser tildado de «políticamente incorrecto» voy a comentar por qué me gustó.
Ken también viaja al mundo real, y descubre el patriarcado. A diferencia de Barbieland, donde las Barbies son independientes y ocupan los puestos de trabajo importantes mientras que los Ken solo se dedican a actividades recreativas, son dependientes e inmaduros y nadie los toma en serio, en el patriarcal mundo real Ken se siente respetado por primera vez en su vida.
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No les voy a contar lo que sucede a partir de ahí para no spoilear la película al que todavía no la vio, pero confieso que no pensaba ir a verla por temor a encontrar un panfleto feminista que ridiculiza a los hombres. Tampoco quería ver a Ryan Gosling convertido en muñeco vacío para el personaje de Ken, después de tantas excelentes interpretaciones que nos ha dado. Pero al final lo que me gustó fue justamente la historia de Ken, que descubre su masculinidad. A pesar de que se presenta en modo cómico, me fue refrescante en estos tiempos en que la masculinidad parece siempre rechazada. No sé si todas las personas que lean este artículo sabrán lo que ha significado ser hombre en la última década, tener que renegar de tu «tóxica» masculinidad para encajar, sin que nadie te explique adecuadamente qué es tan «tóxico». El Ken de Ryan Gosling me terminó contagiando el afán de ser mejor, más fuerte, más poderoso. El genuino #OrgulloKen. Aunque la intención de Greta Gerwig no haya sido presentar un film de empoderamiento patriarcal, yo salí con ganas de volver al gimnasio.