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Las adaptaciones al cine de la obra de Jorge Luis Borges tuvieron siempre un riguroso crítico: el propio autor. Mientras su progresiva enfermedad de la vista se lo permitió, el narrador argentino fue un asiduo y entusiasta espectador del cinematógrafo; algunos de los primeros textos borgianos fueron criticas de cine, y su tema, las obras de Chaplin, Buster Keaton, Eisenstein, Cecil B. De Mille y John Ford, entre otros. A juzgar por sus escritos y declaraciones, Borges como espectador huía de los melodramas románticos, los excesos sentimentales, las pretensiones artísticas o intelectuales y los artificios visuales. Prefería filmes cuyos protagonistas afrontaran con coraje la fatalidad de su destino laberíntico, arbitrario y misterioso, que en el universo borgiano es la suerte que enfrentamos todos. En más de una ocasión declaró que sus géneros cinematográficos predilectos eran el western y los filmes de gangsters.
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El primer cuento del narrador
Publicada en mayo de 1935, la Historia universal de la infamia reunió en un solo volumen varios escritos, dispersos en revistas, diarios y periódicos, en los que Borges reescribe y versiona textos ajenos, «ejercicios de prosa narrativa» derivados de sus relecturas de Stevenson y Chesterton «y aun de los primeros filmes de Von Sternberg», se delata el cinéfilo autor en el prólogo. Junto con estos ejercicios de prosa, el libro contiene el primer cuento propio publicado por el autor: «Hombre de la esquina rosada», que obtuvo un éxito que su creador calificó de «singular y un poco misterioso».
«Hombre de la esquina rosada» transcurre en los suburbios del Buenos Aires de principios del siglo XX, zona fronteriza entre los últimos caseríos urbanos y la amplitud rural, la «orilla» donde, protegidos por los jefes políticos, de quienes eran decididos y violentos punteros electorales, proliferaban los «guapos» o «malevos», que, a fuerza de valor temerario y destreza con el cuchillo, imponían su imperio en esos olvidados arrabales de ranchos rústicos, calles arenosas, arroyos fangosos e irredentos yuyales, atrayéndose al mismo tiempo la admiración de los jóvenes, el fervor de las mujeres y la indiferencia policial.
La trama del cuento expone las peripecias de cuatro personajes; Rosendo Juárez, el «Pegador», quien detenta el sitial del cuchillero más temido, respetado y admirado del barrio; la «Lujanera», mujer de Rosendo y la más bella de las prostitutas del prostíbulo local; Francisco Real, el «Corralero», forastero que desafía a Rosendo. El cuarto personaje es el narrador, que relata en primera persona; el texto no le da un nombre, pero es uno de los jóvenes que admiran al malevo del barrio, Rosendo Juárez.
A partir de estos personajes, Borges construye, intercalando en su prosa precisa palabras y giros propios del habla popular, un relato dentro del cual el desafío y el enfrentamiento de los principales antagonistas tienen un inesperado desenlace y el narrador sorpresivamente se transmuta de testigo subalterno en protagonista decisivo. Los temas abordados recorren un extenso arco que parte desde la valentía y el orgullo y pasa por el honor y la venganza hasta concluir en un erotismo solapado pero omnipresente.
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Adaptación al cine: la participación de Jacinto Herrera
El actor y director argentino René Múgica (1909-1998), de extensa carrera como asistente de dirección, actor y director en el cine clásico argentino de los años 30, 40 y 50, concibió la adaptación para la pantalla grande del relato borgiano. Obtenida la aprobación del autor, empezó a trabajar en el guión, que estuvo a cargo de dos experimentados guionistas del cine argentino de aquellos días, Isaac Asemberg y Carlos Adén (seudónimo de Luis de Elizalde), y del escritor y artista plástico español Joaquín Gómez Bas. Hay constancias fotográficas de las visitas de Borges al set de filmación, pero no participó en la redacción del guión. Estrenada el 26 de junio de 1962, los roles principales estuvieron a cargo de Francisco Petrone (Francisco Real), el gran actor paraguayo Jacinto Herrera (Rosendo Juárez), Susana Campos (la Lujanera) y Walter Vidarte (el Oriental).
El filme de Múgica es excelente. Incorpora a la trama elementos que le otorgan identidad propia a la versión fílmica sin traicionar los planteos borgianos. El cuento original se desarrolla en fecha imprecisa; Múgica elige una fecha concreta para los acontecimientos, el 25 de mayo de 1910. El telón de fondo de la acción son los festejos por el centenario de la revolución de mayo, al menos en la forma que asumen en una barriada pobre y popular de los suburbios. El cuento original plantea el conflicto entre los dos personajes centrales como mero antagonismo de valor y hombría. La versión fílmica explica el desafío que Francisco Real dirige a Rosendo Juárez con un episodio de traición en el pasado; su motivación es la venganza. Con medios acotados en lo técnico y financiero, el director consigue una creíble reconstrucción de época y la sobria narración visual en blanco y negro se complementa con actuaciones sobresalientes. Aquí no podemos dejar de destacar el trabajo del paraguayo Jacinto Herrera: su recia apostura masculina, su rostro aindiado, varonil, van de la mano con su nítida voz de barítono y su sapiencia actoral. Está perfecto en el papel de Rosendo; encarna magistralmente al rudo hombre de mando que todos respetan y que en las ocasiones de fiesta se luce en los bailongos, donde, al ritmo de tangos y milongas, goza siempre de la compañía de la mujer más deseada. Nadie sospecha una claudicación en Rosendo Juárez.
Jacinto Laureano Herrera Pistorio nació en Asunción el 4 de julio de 1919 y falleció en la misma ciudad el 10 de julio de 1969: con pocos días de diferencia se conmemoran el 104 aniversario de su nacimiento y el 54 aniversario de su partida. Actor teatral formado en el Ateneo Paraguayo, incursionó en la radio y a inicios de 1947, en vísperas de la trágica guerra civil de aquel año, emigró a Buenos Aires, donde destacó primero en las tablas teatrales y luego en la entonces floreciente industria cinematográfica argentina, participando en 24 películas, desde 1947 hasta 1964. Entre ellas se cuentan dos realizaciones notables del cine en castellano. Una es Hijo de Hombre (1961), dirigida por Luca Demare, también conocida como La sed o Choferes del Chaco, sobre obra y guión de Augusto Roa Bastos, donde comparte cartel con actores de la talla de Francisco «Paco» Rabal y Olga Zubarry, entre otros. La otra gran película en la que participó es, sin duda, Hombre de la esquina rosada, que motiva esta recordación.
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Regresó Herrera al Paraguay en 1964, siguió actuando en teatro y radio –era el tiempo de los radioteatros, que paralizaban al país– y se convirtió en la primera estrella de la televisión paraguaya como conductor en el recién inaugurado Canal 9 TV Cerro Corá. Bohemio impenitente, sus colegas lo recuerdan, sin embargo, por su dedicación, profesionalismo y generosidad. En julio de 1969, pocos días después de cumplir los sesenta años de edad, una fulminante enfermedad le causó la muerte.
Termino estas palabras evocando el juicio de Borges sobre la película de René Múgica, expresado en 1979 a la Radio Nacional de España: «De todas las adaptaciones cinematográficas de mi obra, solo hubo una buena: el mal cuento “Hombre de la esquina rosada” inspiró un excelente film, con el mismo título, dirigido por René Múgica. Era este un film admirable, muy superior al relato endeble en el cual se inspiró. Lo demás que se ha hecho prefiero callarlo».