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Como apunta Pelao Carvallo en un artículo publicado en esta misma edición de El Suplemento Cultural (1), desde que el abogado y exsenador Paraguayo Cubas se dijo «anarquista» el término aparece hasta en los titulares: «ni siquiera en tiempos de Barrett o de la Toma de Encarnación –observa Carvallo– se habló tanto de anarquía y anarquismo en la prensa paraguaya».
¡Los tiempos de la Toma de Encarnación! Por freudiana (inescrutable) asociación de ideas, esa frase me lleva a escribir unas líneas.
La primera comuna libertaria de América
Es que la mención de la Toma de Encarnación en ese otro artículo publicado hoy en estas páginas me ha hecho reparar en la manipulación política del pasado. La respetable clase media paraguaya que se considera de «izquierda» recuerda la Toma de Encarnación ante todo porque participó en ella, cuando joven, Obdulio Barthe, posteriormente secretario general del Partido Comunista Paraguayo –aunque participó en la toma antes de renegar de su «etapa de sueños utópicos y de aventuras de tipo anarquista», como él mismo escribió en sus memorias (2)–. Sin embargo, la de Encarnación es llamada «la primera comuna libertaria de América» (libertaria en el sentido de anarquista, obviamente –el sentido que tiene en el nombre del periódico de Louise Michel y Sébastien Faure Le Libertaire, por ejemplo, no el popularizado en nuestros días por políticos e influencers de derecha–), y la figura que destaca en este episodio Ninfa Duarte, hija del tipógrafo anarquista Ciriaco Duarte, que participó en él, es la de otro anarquista, Cantalicio Aracuyú:
«A comienzos de 1931 comienza la larga huelga que organizaron los albañiles en Asunción. Este movimiento activo se origina bajo el liderazgo del histórico sindicalista Cantalicio Aracuyú, junto a otros destacados intelectuales de la época, como Obdulio Barthe y Óscar Creydt, y, como hecho relevante durante su transcurso figura lo que ha pasado a los anales de la historia como la Toma de Encarnación» (Ninfa Duarte, «Ciriaco Duarte, luchador por el sindicalismo libre en Paraguay», Gibralfaro, nº 71, marzo-abril de 2011).
La comuna duró dieciséis horas, al cabo de las cuales un grupo (encabezado por Barthe) subió al vapor Bell y la chata Esperanza, ambos propiedad de la Compañía Barthe, llegó a Foz de Iguazú y se entregó a las autoridades brasileñas (lo cuenta Fernando Quesada en su libro 1931. La toma de Encarnación, Asunción, Rafael Peroni, 1985, p. 83). Los que se quedaron (Aracayú, Durán y otros) fueron detenidos y encarcelados. La Toma de Encarnación merece un artículo extenso que por razones de espacio dejaremos para una próxima edición, cediendo hoy esta breve columna a otros autores. Que es un episodio «muy poco conocido» lo decían ya Carlos Rama y Ángel Cappelletti en su libro El anarquismo en América Latina (Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1990):
«Un hecho singular y ciertamente muy poco conocido de la historia paraguaya contemporánea fue la proclamación de la comuna de Encarnación por un grupo de anarquistas en 1931. A este hecho alude el escritor paraguayo Gabriel Casaccia en su novela Los herederos. El 20 de febrero de 1931, un grupo de obreros y estudiantes encabezados por Obdulio Barthe tomó la ciudad de Encarnación con la intención de proclamar allí una comuna libertaria. El hecho formaba parte de un plan a escala nacional que se proponía iniciar en Paraguay una revolución socialista y libertaria. Entre los militantes libertarios que participaron en la toma hay que recordar a Cantalicio Aracuyú, Ramón Durán, Ciriaco Duarte, Juan Verdi, J. P. Cuéllar, L. Naboulet, M. Caner, V. Canavesse».
Un año después de haber participado en la toma, uno de esos libertarios, L. Naboulet, publicó su testimonio en la ciudad argentina de Posadas.
El testimonio de Naboulet
León Naboulet (1892 - 1962) nació en Paraná, Entre Ríos, hijo de inmigrantes franceses. Obtuvo el título de maestro normal en la Escuela Normal de Paraná, llegó a Posadas en 1910, dio clases de francés y ciencias naturales en la Escuela Normal de Posadas, convocó a los vecinos en 1911 para fundar una biblioteca pública (dato curioso: se creó para ello una comisión cuyo presidente fue Macedonio Fernández –que renunció pronto a tan tedioso honor–) y logró que la Biblioteca Popular Posadas abriera sus puertas en 1913. Fue periodista, dirigió el diario La Tarde, denunció la explotación de los mensúes en La justicia en Misiones, de 1917; en 1931 participó en la Toma de Encarnación y en 1932 publicó El primer amago de tendencia anarquista en el Paraguay. La toma de Encarnación, folleto de 24 páginas del cual reproducimos los siguientes pasajes:
«Leal y amistosamente». «El 20 de febrero de 1931 un grupo de obreros y estudiantes, bajo la dirección del joven Obdulio Barthe y cumpliendo una parcialidad de un plan general sobre el Paraguay, se posesionó de la ciudad de Encarnación. A las tres de la madrugada, el golpe certero sorprendió y puso en fuga a las autoridades locales, no habiendo habido resistencia por su parte, ni violencia contra ellas por parte de los revolucionarios. Estos quedaron dueños de la ciudad y la declararon comuna revolucionaria libre con la libertad de cambiar sus destinos. Se sostuvieron dieciséis horas. Habiendo fracasado en Asunción y otras ciudades el movimiento, Obdulio Barthe y sus compañeros abandonaron Encarnación, valiéndose del vapor “Bell” y la chata “Esperanza” que hallaron en el puerto y que los condujo al Alto Paraná. Llegaron a Foz do Iguasú y se entregaron leal y amistosamente a las autoridades brasileñas» (p. 3).
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Los que se quedaron. «Pasado el susto, las valientes autoridades patrióticas de Encarnación tomaron una veintena de personas sospechosas de tener “ideas avanzadas” […]. Pues bien, todas fueron hacinadas en la cárcel, sobre la inmundicia; en la cárcel sin techo, bajo la lluvia; en la cárcel en que ni siquiera hay pan y agua. Los presos solo salían del estercolero para arrancar yuyos con las uñas, aguijoneados por las bayonetas, en los baldíos contiguos. En el viejo cuartel destartalado que se ocupó como cárcel, estuvieron Amábile, Durán, Aracuyú y otros» (pp. 7-8).
¿¿«Comunistas»?? «La prensa paraguaya ha calificado este movimiento de comunista. […] La prensa argentina también lo ha hecho. ¿Por qué? Por ignorancia, por mala fe, por servilismo. […] El “comunismo” de los bolchevistas va a la centralización de todas las fuerzas sociales en el estado; el anarquismo va a la descentralización y a la disolución del estado. El bolchevismo conduce a la dictadura; el anarquismo, a la libertad» (pp. 14-15).
El Nuevo Ideario Nacional. «La juventud paraguaya que preparó esta revolución y la llevará tarde o temprano a feliz término y que escribió el “Nuevo Ideario Nacional” es de tendencia anarquista y no “comunista”. Estaba ligada al Centro Obrero Regional que tiene la misma tendencia y que es la mayor fuerza proletaria en aquella república» (p. 16).
Al final de esa página, Naboulet informa: «Nota: Escrito lo que antecede en el año de 1931, al finalizar este me comunican y los hechos lo confirman que Obdulio Barthe y Oscar Creydt se han decidido por el “Partido Comunista”» (p. 16).
Inventos e inventarios. «El gobierno mandó levantar inventario de lo que decía habían robado los revolucionarios. Los comerciantes de Encarnación le respondieron que no les faltaba nada y que cuanto habían llevado los muchachos lo habían pedido y ellos se lo habían dado contra recibo, todos artículos indispensables y en cantidad justa y prudente. Y que, en cambio, aún poseían vales de los militares legales y leales y del gobierno legal por mercaderías no “robadas”, sino “requisadas”, al final de la revolución de 1923 por fuerzas triunfadoras –no como las de Barthe–, que iban ya en fuga…» (p. 20).
León Naboulet, El primer amago de tendencia anarquista en el Paraguay. La toma de Encarnación, Posadas, Jean Valjean, 1932.
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Cantalicio Aracuyú
Cuenta Naboulet sobre Aracuyú:
«[El gobierno] Aprovechó la huelga de tranviarios de enero de 1924, estallada en Asunción, y apresó a todos los revolucionarios, a quienes llevó hasta el cerro Pan de Azúcar en Matto Grosso. Los abandonó en Tererecuá, una densa medianoche, como para que se perdieran y murieran de hambre. Pues bien, a pie, antes de cuarenta días de viaje y recorriendo doscientas ochenta leguas, Aracuyú llegó a Encarnación, fresco y valiente como cuando lo arrearon los milicos. Es de la escuela anarquista de Bakunin, nuestro gran Bakunin, que al decir de González Pacheco atravesó la Siberia tumbando osos» (L. Naboulet, El primer amago de tendencia anarquista en el Paraguay. La toma de Encarnación, Posadas, Jean Valjean, 1932, pp. 19-20).
En la foto que ilustra estas líneas, un grupo de viajeros parte a Buenos Aires. Corre el año 1927, y van a sumarse a las manifestaciones por la libertad de tres presos, los italianos Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, condenados a muerte en Estados Unidos, y el paraguayo Eusebio Mañasco, condenado a cadena perpetua en Argentina (3). Al centro está Marcos Kanner, mencionado («M. Caner») entre los militantes libertarios que participaron en la Toma de Encarnación en el pasaje del libro de Rama y Cappelletti citado en este artículo, y el del extremo derecho probablemente sea el legendario anarquista Cantalicio Aracuyú, hijo de india y de negro y gran orador, capaz de sacudir a cualquier auditorio tanto en español como en guaraní. Nuestro héroe en esta historia.
Notas
(1) Pelao Carvallo, «Payo Cubas, tildado de anarquista», El Suplemento Cultural, 21/05/2023.
(2) Obdulio Barthe, Memorias inéditas, Capiatá, TEA, 2009.
(3) Julián Sorel, «Eusebio Mañasco, un anarquista paraguayo en los yerbales», El Suplemento Cultural, 04/09/2022.