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Creada en 1937 a instancias del paraguayista argentino Enrique de Gandía, corresponsal en ese momento en Asunción del diario La Nación de Buenos Aires, la Academia Paraguaya de la Historia ha cumplido 85 años, y su Anuario se ha publicado sin interrupción desde entonces, aun en los años de mayor crispación política, gracias a la Fundación La Piedad, que remite al médico y académico de número Andrés Barbero y sus hermanas.
En el índice del Anuario 2022 de la Academia Paraguaya de la Historia, nos encontramos con los siguientes trabajos.
La sección «Homenajes» comienza con «250 años de la Casa Martínez Sáenz, conocida como la Casa de la Independencia (1772 - 2022)», del académico correspondiente José Samudio Falcón, director de la misma y director general de Museos, que se refiere a esta y a su callejón histórico, por donde los próceres de la independencia salieron sigilosos la noche del 14 de mayo de 1811 a tomar los cuarteles e intimar al gobernador español Bernardo de Velazco. Típica construcción colonial, residencia de una familia acomodada, a metros de la Plaza de Armas y la Casa de los Gobernadores, fue convertida en Museo Nacional en 1965 y alberga en su interior obras de gran valor histórico, rescatando la memoria colectiva.
Esta sección continúa con «¿Quién fue Benjamín Velilla?». El 22 de septiembre, se hizo entrega a la Academia Paraguaya de la Historia de la biblioteca del doctor Benjamín Velilla, de manos de sus familiares. El Dr. Velilla formó parte de la Comisión Nacional de Límites, estudió los derechos del Paraguay sobre los Saltos del Guairá y fue nombrado jefe de Inteligencia en la preguerra del Chaco por el Dr. Eligio Ayala. En la ocasión, hicieron uso de la palabra familiares de distintas generaciones, honrando su memoria. Su biblioteca, donde nutrió su saber y se originaron sus escritos, pertenece ahora al pueblo paraguayo.
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La sección «Necrología» honra a los miembros fallecidos recientemente. Carlos Alberto Mazó Mieres (1933 - 2021), miembro correspondiente de Pilar, Rolando Niella Varesini (1927 - 2021), miembro correspondiente de Asunción, Luis G. Benítez (1925 - 2022), ya académico de número en 1998, Jaime Grau (1932 - 2022), marino y académico de número, y Alfredo Boccia Romañach (1927 - 2022), académico de número y miembro de la Sociedad Científica del Paraguay.
«El origen de la ganadería rioplatense y Hernandarias», de Julia Velilla Laconich, es una interesante reseña de la fundación de la primera estancia ganadera en Paraguay, atribuida a Felipe de Cáceres, teniente y capitán general de estas provincias: llegaron a Asunción a fines de 1554 o principios de 1555, «entre otros hidalgos portugueses y españoles según Ruy Díaz de Guzmán, los dos hermanos Goes (Scipión y Vicente)», que «trajeron las primeras siete vacas y un toro que llegaban a la Provincia». Señala a Hernandarias como el «tropero» más «excepcional que recuerda la historia de estas regiones».
«La campaña electoral de José P. Guggiari. Mirada fugaz sobre un instante histórico 1927 - 1928», del Dr. Gustavo Laterza, es un interesante relato de contextualización del país, en ese tiempo una «sociedad apacible», de actividades centralizadas en la capital. Describe el cenit del liberalismo en el poder, alude al «modestismo» como elemento discordante en el radicalismo y brinda pormenorizados detalles de la campaña, incluso pactos secretos como el que se atribuye a J. P. Guggiari y Eduardo López Moreira (senador entonces) para que el sector colorado prestase algunos votos a aquel. «Entretanto, en el seno del radicalismo no surgen liderazgos para asumir alguna pugna, aunque se cuenta con la sorda oposición de los scheristas», señala Laterza. El Liberal, vocero oficial del radicalismo, exalta la personalidad del candidato. Y Guggiari dice a los convencionales en diciembre de 1927: «…el país se siente satisfecho de la obra realizada por el Gobierno del Dr. Eligio Ayala y la promesa más solemne que me cabe hacer… es que he de proseguir su obra fecunda de paz y administración, si no con la misma capacidad, sí con el mismo patriotismo». Relata Laterza el indiscutible caudillismo de Josepe, a quien cupo un difícil gobierno, por las amenazas bolivianas en el Chaco Boreal y los trágicos sucesos del 23 de octubre de 1931.
En «Academias Estudiantiles de la Historia en Paraguay», el académico y profesor Julio Espínola se refiere a estas instituciones, en el marco de las «VII Jornadas Internacionales de Didáctica de las Ciencias Sociales. Enseñar las Ciencias Sociales: Ciudadanía y Patrimonio», como una respuesta a la búsqueda de modalidades innovadoras de educación. Promovidas por la entonces presidenta de la Academia, Olinda Massare de Kostianovsky, dieron inicio en 2007.
Sigue «En el Bicentenario del arribo al Río de la Plata de D. Pedro Saguier, militar y diplomático (1783 - 1852). II Parte», de Fray Alberto Saguier Fonrouge, OP. Hijo de Claude Saguier y Marie Hebert, y oriundo de Champagne, donde tenía tierras, casas y viñas, Saguier era huissier royal, cargo hereditario; oficial de justicia de Luis XIV. Falleció el 13 de enero de 1744 y fue inhumado en la iglesia de Saint Etienne. El apellido Saguier, ingresado al país en la dorada época de Carlos III y sus reformas, tiene largo protagonismo en toda la región. En la casa de un Saguier –Pedro– se alojó el presidente Urquiza. Saguier fue el único vicepresidente paraguayo que no asumió el poder en reemplazo del presidente bajo la Constitución de 1870; al fallecer Cándido Bareiro, fue dejado de lado por el ministro del Interior, Bernardino Caballero. El trabajo ofrece una genealogía de los Saguier en el Río de la Plata. Hoy Fernán Saguier ocupa los cargos superiores del diario La Nación de Buenos Aires.
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Sigue «Un padrón de extranjeros en Asunción, 1804», de Roberto Elissalde. En tiempos de la guerra entre España e Inglaterra, era frecuente controlar a los extranjeros residentes en los dominios de S. M.; en este caso, cuando la carta acordada en el Consejo Real de Indias el 23 de abril de 1803 ordena la expulsión de los extranjeros de la ciudad, el marqués de Sobremonte ordena elaborar padrones de extranjeros. Para ello, el 12 de octubre de 1804 manda publicar bando en las ciudades del reino llamando a todos los extranjeros que «en el preciso término de un mes contado desde el día de su promulgación se presenten a disposición de este Superior Gobierno y de los distritos, manifestando la religión que profesan, el lugar de su origen, su estado, su ocupación, oficio o ejercicio. Y los bienes raíces o muebles que posean». El 17 de noviembre, el gobernador, Lázaro de Ribera y Espinosa de los Monteros, manda difundir la noticia y al son de pífanos y tambores se publica el bando al día siguiente en la ciudad, y de ella se despachan los chasques para que en los pueblos del interior se lea en lugares públicos y en la misa dominical; así, se presentan 56 individuos de distintas nacionalidades, entre cuyos nombres figuran los de Antonio Vianna, cuya descendencia incluye al Mariscal López, García Rodríguez de Francia, Juan Gelly, Juan de Chaves y otros.
«Reseña de la Escuela Central de Primeras Letras de Asunción, 1802 - 1868», de César Cristaldo Domínguez, señala lo innegable de la precaria situación educativa en las posesiones españolas en América, especialmente la educación de primeras letras o elemental, salvo aquellas ciudades que contaban con universidad, como Lima, México y Santo Domingo, y más tarde Córdoba del Tucumán, en el Río de la Plata. La Escuela Central de Primeras Letras de Asunción, dispuesta por el gobernador Lázaro de Ribera en 1802, funcionó bajo la dirección de dos maestros: Joseph Gabriel Téllez (1802 - 1843) y Antonio Quintana (1844 - 1868), que formaron en primeras letras a gran parte de la población escolar asuncena y de su entorno. Los establecimientos educativos estaban a cargo de las órdenes religiosas establecidas en las provincias americanas, en especial en la Provincia del Paraguay; franciscanos, mercedarios, dominicos y jesuitas contaban con escuelas de primeras letras, y algunos también con escuelas de oficios. En la Escuela Central de Primeras Letras en Asunción se aplicó el método lancasteriano, que buscaba que los alumnos formados en la Escuela Central, al volver a sus pueblos, se convirtieran en multiplicadores del saber, según las Cartillas del Gobernador. Este método lo aplicó primero en Madrás, India, en 1796 el pastor anglicano Andrew Bell (1753 - 1832), y dos años más tarde, con variantes, el cuáquero Joseph Lancaster (1778 - 1838).
«Las historiadoras paraguayas. Contribución para el conocimiento de sus aportes al estudio del pasado nacional (1898 - 1970)», de Tomás Sansón Corbo, aborda el tema desde la perspectiva de la historia de la historiografía. Los fundamentos teóricos se nutren de aportes de los estudios de género y la preceptiva metodológica es cualitativa. Se presenta el itinerario de varias mujeres dedicadas a la indagatoria del pretérito y las dificultades que tuvieron para ejercer su labor. Es un trabajo de compilación con interesantes datos, como el Anuario del Instituto Femenino de Investigaciones Históricas. Señala que la historiografía paraguaya producida por mujeres tuvo expresiones liminares con la producción de literatas como Ercilia López de Blomberg o Teresa Lamas Carísimo y de educadoras como Clotilde Bordón o Concepción Leyes de Chaves, con interesantes testimonios para la historia social. También cita a Josefina Plá y Branislava Susnik y sus inestimables aportes.
«Un retrato extraviado de don Carlos Antonio López», de Martín Romano, es un interesante trabajo de investigación histórica casi detectivesca ante la aparición nada rara de un retrato sin ningún tipo de identificación, lo cual desafía la capacidad lógica investigativa del autor. La obra ofrece datos muy provocativos.
«Mis investigaciones en los archivos vaticanos» es un trabajo de Cristóbal Duarte Miltos, médico paraguayo que ejerció como nefrólogo en Estados Unidos, donde desarrolló su afición por la historia en las grandes bibliotecas universitarias. Interesarse en la historia religiosa del Paraguay, donde el Dr. Francia estuvo a punto de escindirse del Vaticano para crear su propia iglesia paraguaya, lo llevó a investigar el tema en los Archivos de la Santa Sede; el resultado fueron dos magníficas contribuciones bibliográficas. Hace referencia a sus estudios secundarios en el Colegio San José y al sacerdote César Alonso de las Heras, maestro de maestros, con quien investigó en los Archivos de Asunción. Comenta que «guardados dentro de las murallas del Vaticano se encuentran millones de documentos que abarcan doce centurias, remontándose al siglo VIII. Fue recién en el siglo XVII que el Archivo Vaticano se separó de la Biblioteca Vaticana». Encontró documentos vinculados al obispo Palacios y su triste destino, acusado de conspiración, hecho que nunca fue probado.
«Fragmento de historia constitucional paraguaya», de Jorge Silvero Salgueiro, presenta parte de la historia constitucional de la provincia desde 1800 a 1811, el Estado independiente desde 1811 y la república liberal de 1870. Cita instituciones que provienen de la posguerra de la Triple Alianza, como los partidos políticos (1887), el Colegio Nacional de la Capital (1877), la Universidad Nacional (1889), el establecimiento por ley del matrimonio civil (1898) y el Instituto Histórico Nacional (1895), antecesor de la Academia Paraguaya de la Historia.
«”El puerto de la Ascensión”. El enclave original de la fundación de Concepción. El sitio donde desembarcó el gobernador Pinedo», de Rodrigo Cardozo Samaniego, es una investigación que se basa en el sitio donde desembarcó el gobernador Pinedo para fundar lo que sería el enclave poblacional de la frontera colonizada en el siglo XVIII, antecedente de lo que hoy es el importante puerto norteño de Concepción, aunque el enclave original dista unos 28 kilómetros de la actual ciudad.
Y para concluir, solo haciendo justicia a la publicación, aparece un artículo de mi autoría titulado «Cartas del ciudadano paraguayo Manuel Pedro de la Peña, a su sobrino, el mariscal Francisco Solano López». Manuel Pedro de la Peña fundó en Buenos Aires el periódico El Grito Paraguayo, con apoyo del escritor chileno Francisco Bilbao. Estos emigrados paraguayos sufrieron mucho en los gobiernos posteriores a la independencia. Como correspondía a la época, todo contenido crítico necesariamente debía ver la luz en el extranjero. Se nota la pasión del exiliado que no escondía su animadversión por el gobierno paraguayo, aunque estuviese a cargo de un pariente cercano.
Anuario de la Academia Paraguaya de la Historia
Volumen LXII
Asunción, 2022
364 pp.
beagbosio@gmail.com