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Un amigo me envió anoche el interesante artículo de un distinguido sociólogo brasileño acerca del triunfo electoral de Lula en Brasil el domingo pasado. Lo que me interesa señalar es que este artículo menciona determinados datos y omite otros. Y me interesa porque esta táctica se repite en casi todo lo que se publica sobre este tema y muchos más.
En general, en estos casos, quienes se asumen de derecha omiten lo que quienes se pretenden de izquierda mencionan, y mencionan lo que estos omiten. Y viceversa. En el tema de Brasil, por ejemplo, los bolsonaristas –o, en general, la derecha– mencionan que Lula no fue absuelto sino que sus condenas fueron anuladas por irregularidades en el proceso, y subrayan que esto implica que su inocencia no está probada –omitiendo que, por la misma razón, tampoco lo está su culpa–. Y los lulistas –o, en general, la izquierda– mencionan que las condenas de Lula fueron anuladas y suelen inferir de eso (inferencia incorrecta desde el punto de vista lógico) que Lula es inocente, víctima de un montaje que responde a intereses políticos.
Los primeros omiten datos de la existencia (cierta) de intereses políticos detrás de los procesos a Lula (y también de los procesos a Roussef). Los segundos omiten que, pese a la existencia de esos intereses, la trama de corrupción que floreció durante el gobierno de Lula no fue un invento ni un montaje, y no solo salpicó a Lula, sino también a otros políticos, de izquierda y derecha, y a grandes empresarios.
Los primeros mencionan la corrupción del gobierno de Lula y omiten los logros de su gestión en materia de bienestar y equidad social. Los segundos mencionan exclusivamente esos logros y omiten la corrupción que tuvo lugar durante la gestión de Lula y el hecho de que el PT estuvo entre los principales beneficiados de esa corrupción.
En este punto quiero hacer una observación. Al mencionar esos logros, se afirma que Lula «sacó a millones de la pobreza». Señores «izquierdistas», si quieren ser verdaderos izquierdistas, dejen de decir esas cosas. Milagros tales, como sabe todo el mundo, son prerrogativa de las monjitas de la caridad y los vendedores de quinielas. El contexto económico, en Brasil y el mundo, durante la gestión de Lula permitió implementar programas de asistencia social (educación, salud, vivienda, empleo, créditos) que ayudaron a millones a salir de la pobreza por su propia decisión y por su propio esfuerzo. Señores «izquierdistas», los izquierdistas creen en la fundamental igualdad de los seres humanos (y, si se quiere, de los seres vivos, ¡y hasta muertos!). Basta de adorar el poder en todas sus formas, incluyendo sus encarnaciones mesiánicas: déjenle el amor por las jerarquías a la derecha, que por lo menos no lo maquilla ni lo esconde.
La vocación de desigualdad implícita en discursos como el del líder «que sacó a millones de la pobreza» puede ser inconsciente, pero no es inocua. Estos discursos desalientan las iniciativas de autoorganización que articulan y concretan las capacidades de reivindicar reclamos y derechos propios. Instan a delegar esas reivindicaciones en un líder, al que, para ello, se idealiza. Deslizan, entre líneas, la idea de que no todo gobierno defiende los intereses de las clases dominantes, de que el poder y los poderosos pueden ser aliados de quienes están en la base de la pirámide social, de que pueden existir gobiernos que representen al «pueblo», de que un gobernante puede seguir siendo un «obrero». Exhortan, en suma, expresa o tácitamente, a confiar en el poder. Cumplen una función ideológica muy clara, tanto cuando vienen de la derecha como cuando vienen de la pseudoizquierda.
En las elecciones de 2018, la clase capitalista brasileña y mundial apoyó al candidato del Partido Socialdemócrata Brasileño (PSDB), Geraldo Alckmin, ahora vicepresidente de Lula, vinculado con la poderosa burguesía paulista. Pero no despuntaba en las encuestas, así que gran parte de la burguesía pasó a apoyar a Bolsonaro. En las de 2022, la clase capitalista brasileña y mundial apoyó a Lula, respaldado por la banca y la industria (1) y promocionado por los grandes medios internacionales de prensa. «Lula –dijo Time en mayo (2)– promete devolver a Brasil a los viejos y buenos tiempos de su presidencia 2003-2010, que cerró con un índice de aprobación del 83%. Esto sería revivir una economía enferma, salvar una democracia amenazada y sanar una nación marcada por el segundo mayor número de muertes por covid-19 del mundo». «Da Silva –dijo el New York Times en septiembre (3)– ayudó a sacar a 20 millones de brasileños de la pobreza, revitalizó la industria petrolera del país y elevó a Brasil en el escenario mundial, llegando a organizar la Copa Mundial y los Juegos Olímpicos de Verano».
Este año, Lula tuvo el apoyo de Washington y la bendición de The Economist, bendición que, si no pacto, cuando menos es advertencia: la reelección de Bolsonaro sería nefasta para Brasil y el mundo, advirtió The Economist a principios de octubre (4): Lula «debería acercarse al centro... nombrar ministro de Economía a un economista moderado… asegurar que no tolerará invasiones de tierras... prometer que no nacionalizará ninguna industria». Bolsonaro, advirtió The Economist a fines de octubre (5): «seguirá siendo una fuerza disruptiva en la política brasileña, como Trump en Estados Unidos»; Lula debería «aprender humildad de su estrecha victoria», «nombrar un ministro de economía prudente» y «reiterar que no revertirá las privatizaciones».
No solo The Economist defendió a Lula como garante de las instituciones del Estado contra el aventurerismo trumpista de Bolsonaro (6): pese a sus coincidencias –los dos rechazan el aborto, los dos simpatizan con Putin–, las potencias de la Otan también expresaron su preferencia por el primero, más fiable en un gobierno que el caótico Bolsonaro. La administración Biden desconfía del impredecible bolsonarismo, y su política en América Latina es amistosa con los gobiernos progresistas, cuya función principal es aplacar descontentos e impedir revueltas.
A pesar de todo esto, a la mayoría de los artículos sobre el triunfo de Lula publicados no solo en medios de prensa comerciales sino también en medios autoproclamados de izquierda los adultera un baño de chocolate progre amasado con la dulce retórica del amor que vence al odio, la cultura que vence a la barbarie, la diversidad que vence a la intolerancia, etcétera, etcétera. Cuesta hallar un gramo de lucidez en estas cultivadas clases medias que celebran la «derrota del fascismo» (que no se derrota en las urnas) pese al difícil escenario que afronta Brasil tras unas elecciones con 20% de abstención, millones de votos nulos y «márgenes más estrechos –como dijo alguien– que hoja de libro barato».
Nuestra pseudoizquierda es, pues, claramente parte de una burguesía «democrática» enfrentada a una burguesía «fascista». Pero a los explotados en la base de la pirámide social no les afecta significativamente que quienes los explotan sean paisanos o extranjeros, patriotas o imperialistas, ateos o monaguillos, inclusivos o conservadores, amistosos o soberbios, aunque estas batallas, en las que se disputan los espacios de poder en las partes altas de la pirámide, sean importantísimas para las facciones enfrentadas de la burguesía, las que se reconocen de derecha, por un lado, y las que se autoperciben de izquierda, por el otro.
En Perú existe un dicho que escuché de niña, hace mil años, en la cocina de la casa de mi abuelo. Dos jóvenes, en medio de sus quehaceres, hablaban de ciertas inminentes elecciones. No sabían quién iba a ganar. Y no les importaba. «Total, a nosotros qué –dijo el mayor, encogiéndose de hombros con indiferencia olímpica–. Eso es pleito de blancos».
Es una de las frases más hermosas y más tristes que he escuchado en mi vida. Quizá sea también la más inteligente.
Notas
(1) Pablo Heller: «Brasil: por qué votar nulo o en blanco en la segunda vuelta», Prensa Obrera, 11/10/2022. En línea: https://prensaobrera.com/internacionales/brasil-por-que-votar-nulo-o-en-blanco-en-la-segunda-vuelta
(2) «Lula Talks to TIME About Ukraine, Bolsonaro, and Brazil’s Fragile Democracy», Time, 30/05/2022.
(3) «Brazil’s Favorite Leftist Is Back From Prison and Trying to Defeat Bolsonaro», New York Times, 29/09/2022.
(4) «To win Brazil’s presidency, Lula should move to the centre», The Economist, 04/10/2022.
(5) «Lula will be Brazil’s next president. Now for the hard part», The Economist, 31/10/2022.
(6) «Brasil: un primer adelanto sobre el triunfo de Lula en la segunda vuelta electoral», Prensa Obrera, 30/10/2022.
(7) Antonio Bórmida: «El centrismo que se autotitula trotskista en el campo de la burguesía “democrática”», El Porteño, 24/10/2022. En línea: https://elporteno.cl/el-centrismo-que-se-autotitula-trotskista-en-el-campo-de-la-burguesia-democratica/