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Dos detalles pintorescos sobre los Nobel 2022
Uno. El Nobel de Medicina ha pasado, después de cuarenta años, de padre a hijo. Por sus aportes al estudio de las prostaglandinas, el bioquímico Sune Bergström recibió, con Bengt Samuelsson y John Vane, el Nobel de Medicina 1982. Bergström, casado con Maj Gernandt, mantuvo con la química estonia Karin Päabo una relación extramatrimonial de la que nació el genetista Svante Pääbo, que acaba de recibir el Nobel de Medicina 2022.
Y dos. El Nobel de Literatura ha sido otorgado a la novelista francesa Annie Ernaux en el año en el que muchos esperaban que fuera para Salman Rushdie –apuñalado en agosto en un ataque al que sobrevivió de milagro– como una suerte de respaldo ante las amenazas de muerte que sufre desde hace décadas.
Precisamente en los premios de Medicina y Literatura se ha enfocado este número especial del Suplemento Cultural sobre los Nobel 2022, no por azar: de los restantes ganadores, los seis Nobel de Física y Química de este año, cuatro son empresarios, característica significativa de la que hablaré brevemente en este artículo.
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Un poco de historia
Los premios Nobel existen desde que, luchando contra su sentimiento de culpa por haber aumentado el poder destructivo de la especie humana, el químico sueco Alfred Nobel, que amasó una fortuna con inventos como la dinamita y a cambio perdió la paz del alma, los creó en 1895.
El primer testamento de Alfred Nobel (1893) destinó el sesenta y cinco por ciento de su herencia a la Real Academia de Ciencias para premiar «el trabajo más importante y pionero en el amplio dominio del conocimiento y del progreso». Su segundo y definitivo testamento (1895) precisó los cinco premios que debían ser concedidos anualmente: Medicina, Física, Química, Literatura, Paz. Comenzaron a otorgarse en 1901. El Comité Nobel del Instituto Karolinska de Estocolmo elige al ganador del Nobel de Medicina; la Real Academia de las Ciencias de Suecia, a los ganadores de los Nobeles de Física y Química; la Academia Sueca, al ganador del Nobel de Literatura; y el Nobel de la Paz es elegido por el Comité Noruego del Nobel.
El primer Nobel de Medicina fue para el bacteriólogo alemán Emil von Behring. El primer Nobel de Física fue para el ingeniero y físico alemán Wilhelm Röntgen, inventor de los rayos X («Los rayos…», contaba, asombrado aún de su hallazgo, en esos días, «tenían un efecto luminiscente en el papel... parecía una nueva clase de luz invisible…»). El primer Nobel de Química fue para el holandés Jacobus Henricus Van ‘t Hoff, que nos dio los principios de la estereoquímica y de la cinética química. Y el primer Nobel de Literatura fue para el parnasiano René François Armand Prudhomme, «Sully» Prudhomme.
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«O tempora, o mores!»
De entonces a hoy, algo ha cambiado en el perfil de los científicos ganadores de los Nobel. Este año el cambio es particularmente notorio en los Nobel de Física y Química. Lo ha observado el periodista italiano Marco D’Eramo: de esos seis investigadores –tres Nobel de Física, tres Nobel de Química–, cuatro han fundado sus propias empresas.
Antes de volver a las observaciones de D’Eramo, quiero señalar que importantes investigaciones científicas pueden llevar décadas, carecer de aplicación práctica y tomar con frecuencia caminos infructuosos o errados, cualidades poco atractivas para posibles auspiciantes o inversores, y que esto puede relegar proyectos científicos valiosos pero no lucrativos. El hecho de que el jurado de los premios Nobel se incline cada vez más a recompensar a científicos diestros en desarrollar investigaciones comercialmente interesantes puede ser, por este motivo, contraproducente para los fines propios de la ciencia.
Volviendo al autor antes citado, D’Eramo ha escrito recientemente que estos ganadores de los Nobel de Física y Química 2022 que han fundado sus propias empresas encarnan la figura del «científico-empresario», síntesis de dos paradigmas actuales: el neoliberal del ser humano como empresario, de sí mismo (si no de otra cosa), y el neofeudal de una aristocracia cognitiva, con la supuesta superioridad del conocimiento otorgando a unos pocos el derecho de gobernar a las masas ignorantes.
Me limitaré a continuación a parafrasear el artículo de D’Eramo, disponible en línea, cuyo enlace puede encontrarse al final de esta página, en las notas (1).
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Capitalismo científico
El Nobel de Física 2022 premió la investigación de una propiedad cuántica oscura y esotérica, pero con aplicaciones potencialmente revolucionarias en el campo de la computación cuántica y, por ende, atractiva para los inversores. Dos de los tres laureados con el Nobel de Física 2022 son empresarios: John Clauser, fundador de J. F. Clauser & Associates, y Alain Aspect, cofundador de PASQAL.
Los tres Nobel de Química 2022 fueron reconocidos por la técnica llamada química de clics. Dos de ellos son empresarios: Morten Meldal, cofundador de Betamab Therapeutics, y Carolyn Ruth Bertozzi, miembro de comités científicos de gigantes farmacéuticos como GlaxoSmithKline y fundadora de un sinfín de startups: Thios Pharmaceuticals (2001); Redwood Bioscience (2008), comprada después por Catalent Pharma Solutions (2014), aunque Bertozzi continúa en su comité científico; Habilitar Biociencias (2014); Paleon Pharma (2015); InterVenn Biosciences (2017); y OilLux Biosciences y Lycia Therapeutics (2019).
El aporte de Bertozzi fue una forma de aplicar la química del clic a las moléculas biológicas. En los últimos cuarenta años, la biología es el campo científico con más «emprendedores» porque está directamente relacionado con la ingeniería genética. En su libro Editing Humanity (2020), el fundador de Nature Genetics, Kevin Davies, describe el hallazgo, la patente y la explotación de la técnica de edición de genes CRISPR. La microbióloga Emanuelle Charpentier y la bioquímica Jennifer Doudna la desarrollaron en 2012 y ganaron el Nobel de Química en 2020. Poco después, otros científicos mejoraron el procedimiento, desatándose una feroz batalla legal por las patentes que aún continúa.
Charpentier fundó su primera empresa de biotecnología en 2013 y la segunda, ERS Genomics, en 2014. Doudna, antes de hacer pública la nueva técnica, fundó Caribou Biosciences (2011); y luego Editas Medicine (2013), la primera empresa CRISPR que cotiza en bolsa, financiada, entre otros, por Bill Gates. Cuando los rivales lograron apropiarse de una parte sustancial de la patente, fundó Intellia Technologies (2014), y luego Mammoth Biosciences (2017). En su libro, Davies menciona cuarenta startups conectadas de una forma u otra al procedimiento CRISPR.
Evidentemente, el Nobel actúa como un sello de calidad para inversores, que anima al científico laureado a comercializar su hallazgo. Pero, como vemos en los casos de Doudna y de los citados Nobel 2022, no todos los investigadores esperan ganar el Nobel para lanzar su startup.
Un científico que se lanza a empresas comerciales y cotizaciones en bolsa anima a sus asistentes y estudiantes a hacer lo mismo. Se desarrolla un ciclo que favorece a los académicos que saben obtener financiaciones y fomenta los proyectos adecuados para la comercialización.
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Hubo científicos en el pasado que ganaron mucho con la ciencia pura. El biólogo francés Louis Pasteur es un buen ejemplo. Pasteur fue el primero en patentar la pasteurización de la leche, y luego la del vino y la cerveza, y había acumulado una fortuna de un millón de francos cuando murió. La ciencia del pasado encontró con frecuencia aplicaciones lucrativas en la industria. El problema es que el dinero, que era antes un efecto secundario de la investigación científica, hoy es su propósito principal. Y, por lo general, cuando los científicos empiezan a obtener ganancias, dejan de hacer ciencia.
Notas
(1) Marco D’Eramo: «Scientific Capitalism», en: New Left Review, viernes 14 de octubre del 2022. Disponible en línea: https://newleftreview.org/sidecar/posts/scientific-capitalism