Yoshiwara y el cielo de Metrópolis

Bajo la superficie de la historia oficial, en el mundo paralelo de las «zonas rojas» del arte, hay un nombre misterioso que atraviesa la imaginación desde hace siglos: Yoshiwara.

Bajo la superficie de la historia oficial, en el mundo paralelo de las «zonas rojas» del arte, hay un nombre misterioso que atraviesa la imaginación desde hace siglos: Yoshiwara.
Imágenes de "Metrópolis" (1927), de Fritz Lang.Gentileza

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El antiguo barrio japonés de Yoshiwara, en la ciudad de Edo –actualmente, Tokio–, fue delicado escenario de los grabados de Hokusai y Kiyonaga, y forzoso destino de muchas hijas de familias pobres que tuvieron que prostituirse en sus calles para devolver el dinero adelantado a sus padres por los dueños de los burdeles. Por eso, en la versión japonesa de la banda sonora del videojuego Silent Hill 4: The Room, hay una canción titulada La ineludible lluvia de Yoshiwara (Inescapable Rain in Yoshiwara), compuesta por Akira Yamaoka y narrada por Teisui Ichiryusai (fallecido en el 2020), que cuenta la historia, ambientada en el periodo Edo, de una mujer engañada que confía en que su hija va a trabajar como criada para un pariente, cuando en realidad la envía a ganarse la vida en un prostíbulo.

Yoshiwara y el esplendor del periodo Edo

Desde principios del siglo XVII, Yoshiwara fue uno de los tres barrios rojos autorizados por el shogunato de los Tokugawa, junto con Shimabara, en Kioto, y Shinmachi, en Osaka. Abundaban en Yoshiwara los burdeles y las casas de té con juego y alcohol, cortesanas y geishas, música y baile. Burdeles y casas de té llenaban la calle principal de Yoshiwara, bordeada de cerezos. En el barrio de Yoshiwara florecieron el kabuki, la música, la poesía, el ukiyo-e, la caligrafía, el sumo, el ikebana. Los dueños de los grandes burdeles auspiciaban las artes, tal como las prostitutas de alto rango que atendían a poderosos samuráis y ricos comerciantes tenían que ser mujeres cultas y refinadas.

Como todo, con el tiempo, y en especial después de los grandes cambios que trajo consigo la era Meiji, la otrora animada existencia del barrio rojo más importante de su época se extinguió, pero sería imposible comprender la rica cultura del periodo Edo olvidando la historia de Yoshiwara.

Fue ya en el periodo siguiente, en los días del emperador Taisho, que una inesperada catástrofe golpeó las ciudades de Tokio y Yokohama, y arrasó, en la primera, el barrio rojo de Yoshiwara. Una de las secuencias más impactantes del largometraje de animación Kaze Tachinu (El viento se levanta, Studio Ghibli, 2013), de Hayao Miyazaki, recrea la impotencia y el pánico masivos ante las desbocadas fuerzas de la naturaleza durante aquella tragedia, el gran terremoto de Kanto.

El gran terremoto de Kanto (1923)

Segundos antes del mediodía del sábado 1 de septiembre de 1923, cuando los habitantes de las ciudades de Yokohama y Tokio estaban a punto de sentarse a la mesa para almorzar, comenzaron los primeros, ominosos movimientos. La hora exacta quedó registrada por los sismómetros: eran las 11:58:44. En medio de un crescendo de espasmos rugientes y truenos subterráneos, el suelo tembló, se sacudió, se quebró y se levantó en pedazos. El estruendo se volvió ensordecedor. Las estructuras de las casas, los edificios, los puentes se mantuvieron en pie durante medio minuto, y luego comenzaron a desintegrarse. Los techos cayeron partidos y disueltos en una espesa niebla de polvo y humo que ahogaba y cegaba, las paredes se hincharon antes de estallar, los muebles volaron, patinaron, chocaron y se despedazaron mientras el suelo subía y bajaba en monstruosas oleadas para abrirse en grietas como abismos bajo los pies.

A esa hora, minutos antes del almuerzo, estaban encendidas las cocinas en las casas, y el fuego prendió los pisos de madera y se propagó, veloz e incontrolable. Poderosas corrientes de aire lo extendieron en incendios simultáneos que quemaron cuanto había hasta los cimientos, y miles de personas murieron aplastadas bajo techos y paredes o ardieron, asfixiadas por ciclones de viento hirviente. Y cientos quedaron atrapados en Yoshiwara, el barrio rojo, que tenía una sola puerta de entrada y salida y estaba rodeado por un foso, y que fue devorado por las llamas.

La secuencia del gran terremoto de Kanto es una de las más impresionantes del largometraje de animación de Hayao Miyazaki "Kaze Tachinu" ("El viento se levanta", Studio Ghibli, 2013).
La secuencia del gran terremoto de Kanto es una de las más impresionantes del largometraje de animación de Hayao Miyazaki "Kaze Tachinu" ("El viento se levanta", Studio Ghibli, 2013).

En el cielo de Metrópolis

Poco después, en esa misma década loca de entreguerras, los «roaring twenties», en Metrópolis, la novela de Thea von Harbou (1926) y la película homónima de su esposo, Fritz Lang (1927), la confortable existencia de las élites del año 2026 descansará en las espaldas de los obreros que habitan en el subsuelo y cuyas amargas y extenuantes jornadas de trabajo sostienen los lujos, las comodidades, los enormes rascacielos, los transportes aéreos, las sofisticaciones tecnológicas de los ricos de Metrópolis. Esos ricos que, al ponerse el sol, vestidos de etiqueta, salen a divertirse a lo loco en Yoshiwara. En la secreta noche de la imaginación, desde los ukiyo-e de Utamaro hasta las bifurcaciones ominosas del universo de Silent Hill, desde las guías de placer de Tsutaya hasta las luces y tinieblas de la ciudad futurista de Fritz Lang, los misterios malditos de Yoshiwara se siguen encendiendo para los iniciados. Kunisada II pintó en uno de sus surimonos, escondidos entre las estrellas que brillan sobre Nakanocho, la calle principal de Yoshiwara, dos poemas de amor, y en las celestes alturas de Metrópolis Von Harbou grabó con fuego el nombre del antiguo barrio de los burdeles: «Pero cientos de cohetes multicolores escribieron en el cielo de terciopelo de Metrópolis la palabra: Yoshiwara».

Imagen de una obra de Kunisada II. El artista pintó en uno de sus surimonos, escondidos entre las estrellas que brillan sobre Nakanocho, la calle principal de Yoshiwara, dos poemas de amor.
Imagen de una obra de Kunisada II. El artista pintó en uno de sus surimonos, escondidos entre las estrellas que brillan sobre Nakanocho, la calle principal de Yoshiwara, dos poemas de amor.

montserrat.alvarez@abc.com.py

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