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Keiji Nakazawa tenía seis años de edad cuando vio cómo la madre de un compañero de escuela se derretía, literalmente, ante sus ojos. Era el lunes 6 de agosto de 1945, el día en que la muerte nuclear cayó sobre Hiroshima. Keiji Nakazawa sobrevivió por mero azar al genocidio ordenado por el presidente Harry Truman. Pero lo vio y lo escuchó todo. Escuchó los gritos de su padre y sus hermanos mientras morían carbonizados, atrapados entre los escombros de la casa en llamas. En su familia, solo sobrevivieron él y su madre. Ambos fueron irradiados. Su madre dio a luz de manera prematura, en medio del infierno, a una criatura que meses después, por desnutrición o radiación, también murió.
En 1961, Nakazawa se mudó a Tokio, donde se dedicó a trabajar para revistas de manga como Shonen Gaho, Shonen King y Bokura. Cinco años más tarde, falleció su madre. En entrevistas posteriores, el mangaka recordaría que, en el momento de incinerarla, se descubrió que apenas quedaban huesos que quemar: la radiación había llegado hasta la misma médula. Poco después, Nakazawa comenzó a relatar en viñetas su experiencia. Primero en Kuroi Ame ni Utarete (Golpeados por la lluvia negra) y Ore wa Mita (Yo lo vi), dos mangas sobre los sobrevivientes de la guerra, y luego en Hadashi no Gen, su opera magna (conocida en español como Pies descalzos y en inglés como Barefoot Gen), que relata las desventuras de Gen Nakaoka en la Hiroshima arrasada por la bomba atómica y sus siniestras secuelas.
Vemos en esas páginas a una amiga del protagonista acabar con media cara derretida mientras el movimiento de toda la ciudad se congela en negativo durante un minuto interminable, y vemos el macabro desfile de los momentáneos sobrevivientes convertidos en zombis que recorren las calles destruidas, cubiertos con guiñapos de su propia piel, los ojos colgándoles de las cuencas vacías, perdida el habla, ya solo capaces de repetir «agua» o de balbucear sonidos inarticulados. Keiji Nakazawa murió de cáncer de pulmón en el 2012. Recuérdenlo cada vez que alguien diga que con los bombardeos «se salvaron vidas».