Notas al margen de un artículo

A propósito del artículo «Una cierta tendencia en las artes paraguayas financiadas. Cine, teatro y disenso», del cineasta Federico Adorno.

The Teory of the Leisure Class
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Aunque, en La riqueza de las naciones, Adam Smith valora las artes porque pueden «disipar en la mayoría del pueblo ese humor melancólico y apagado que casi siempre es caldo de cultivo de la superstición y el fanatismo», no recomendó que el Estado las apoyara con subvenciones, y su mejor argumento sigue siendo incontestable: el gobierno podría limitar la libertad de creación de los artistas. Keynes, por el contrario, en Art and the State, aconseja destinar presupuesto público a esas actividades en las «que el hombre común puede hallar deleite y recreación después de la jornada laboral»: como Jevons, como Marshall, Keynes creía que el desarrollo económico y el «progreso de la civilización» se reflejaban en el «buen uso» del tiempo de ocio por parte de la población en general (más sutil, el malpensante Veblen prefirió observar, en cambio, el ocio en esa clase ociosa dedicada a mostrar su emancipación del trabajo remunerado).

¿Debe el Estado apoyar la cultura con fondos públicos? Aunque hoy nadie osaría plantear esta duda so pena de ser tildado de bárbaro, no está de más recordar que una cosa es asegurar el libre acceso a bibliotecas y museos o proteger el patrimonio histórico, asuntos que conciernen a toda la población, y otra es otorgar becas y subvenciones a una pequeña parte de la misma. Decía Van den Haag en los años 70, hablando del apoyo a las artes escénicas, que «lo que en realidad hace el gobierno es obligar a todas las clases a subsidiar a las clases media y alta» (1), y de hecho, si observamos el público del «cine paraguayo burgués que se ha instalado como insignia y orgullo de la creación paraguaya», para tomar una expresión de otro artículo de esta misma edición de El Suplemento Cultural (2), veremos solo a esas clases media y alta que Van den Haag menciona.

(Por otra parte, Van den Haag añade también que el gobierno no tiene modo de definir qué arte es «bueno» y qué arte es «malo», así que otorgar subsidios puede hacer más daño que bien a la creación de arte de calidad).

Estos son algunos de los hitos en el proceso histórico de la incorporación de los llamados «bienes culturales» al análisis económico. Un tema intrincado, que finalmente concierne a la legitimidad de la centralización de las decisiones (como las concernientes al uso del presupuesto público) en el Estado, entre otras cosas, y a la justicia distributiva, y que el cineasta Federico Adorno aborda en el artículo «Una cierta tendencia en las artes paraguayas financiadas. Cine, teatro y disenso», que encontrarán publicado también en nuestra edición de hoy.

Aunque centrado en el Fondec (Fondo Nacional de la Cultura y las Artes), el artículo de Adorno no es la típica crítica movida por los intereses particulares de los funcionarios que defienden las instituciones o de los artistas que quieren más subvenciones, crítica habitualmente reducida, por ello, a la banalidad. Sin dejar de exponer problemas puntuales y de proponer soluciones también puntuales (más presupuesto, la más puntual quizá, que no se destine a los funcionarios sino a los creadores, y otras propuestas menos sencillas, como la de un criterio de selección que abandone la férrea adscripción a la línea folclórica que las instituciones estatales se dedican a promover), presenta ideas que dan profundidad a esa crítica al tiempo que la exceden: la necesidad de la disidencia en la vida de toda comunidad, la dominación dulce y amable de los artistas por parte de las instituciones, dominación que afecta a la sociedad como tal (que secuestra su imagen, que la aliena) mientras las élites culturales siguen su glorioso camino al éxito internacional... Aunque no hay una perfecta coincidencia entre nuestras posiciones, su artículo me inspiró el deseo de aportar estas breves acotaciones porque permite entrever la complejidad real de esos problemas y el amplio contexto del que forman parte. Pero, principalmente, porque supera el mismo miedo a disentir que describe, y que en Paraguay parece dominarlo todo. Creo, por eso, que es un artículo que abre en el espacio público ese lugar para los antagonismos cuya ausencia denuncia, y que, al ser publicado, comienza a generar ya lo que su propio contenido reclama.

Quedan, por ende, abiertas nuestras páginas a todas las opiniones que quieran sumarse al debate, y desde El Suplemento Cultural tomamos la posta y nos comprometemos a seguir ensanchando dicho espacio con futuros ensayos sobre el tema. Audaces Fortuna iuvat, timidosque repellit.

Notas

(1) E. Van Den Haag: «Should the government subsidize the arts?», Policy Review, n. 10, 1979, pp. 63-73.

(2) Federico Adorno: «Una cierta tendencia en las artes paraguayas financiadas. Cine, teatro y disenso», El Suplemento Cultural de ABC Color, 24 de julio del 2022.

montserrat.alvarez@abc.com.py

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