Guerra a las guerras

Sobre “Guerra”, primera parte de la nueva trilogía teatral de sátiras políticas “Esa mala palabra con P”, de Santiago Filártiga Lamar, recientemente llevada a escena bajo la dirección de Carlos Arbués, escribe el maestro Agustín Núñez.

Fotografía de Dani González.
Fotografía de Dani González.Gentileza

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«Guerra, la sátira que nos confronta con un flagelo universal persistente, recurriendo para ello el dramaturgo a un juego bélico inteligente». Carlos Arbués, director.

La guerra es una de las formas de violencia más antiguas creadas por el hombre para expresar su odio, manipular, saquear, invadir y destruir a otra parte de la humanidad, que por lo general tiene poco o nada que ver con el conflicto aparente, que suele ser provocado por seres que nunca exponen su pellejo en los campos de batalla y solo buscan sacar inmensos beneficios escudándose en argumentos como la defensa territorial o religiosa, la búsqueda de la tan ansiada paz mundial (a costa de la violencia y de la muerte de seres inocentes), la justicia o la defensa de derechos humanos básicos. Pero, en verdad, ¿qué móviles hay detrás de una guerra? En parte, esta respuesta la encontramos en la obra Guerra, escrita por el dramaturgo Santiago Filártiga, que una vez más, con fino y penetrante humor negro y ubicando la acción dramática en un espacio geofísico de ficción, nos devela parte de esta interrogante.

Filártiga pertenece a una nueva generación de jóvenes dramaturgos y en poco tiempo ha logrado dejar claramente en cada obra su sello, su marca, su estilo. Las tramas de sus obras tocan delicadas y a la vez dolorosas nervaduras muy ensartadas en el medio sociopolítico. Recurre para ello a la comedia, la sátira, el circo y cuanto género pueda servirle para contar sus historias. Sus obras suelen ser de gran dinamismo y de un rico lenguaje que, en forma aparentemente sencilla, sorprende con fuertes contenidos que Brecht llamaría «epicidad». Por lo general, en sus obras, entre sonrisas, risas y textos armados con calidad de orfebre, de manera notable nos va dejando señas que al concluir nos dejan reflexivos. Quiero suponer (con cierta certeza) que el espectador abandona la sala con cuestionamientos y puntos de vista diferentes de los que tenía cuando entró. Cumple en este caso el espectáculo

la doble función de entretener y dejar sembradas en el público interrogantes relacionadas con el tiempo que le toca vivir.

Otra característica de Guerra es su universalidad, debido a que nos enfrenta a un tema de gran actualidad en cualquier lugar donde se la represente. Responsable de la dirección y puesta en escena es Carlos Arbués, joven actor y director profesional que asume a cabalidad este desafío, acompañado por un equipo de actores y técnicos de primer nivel. Arbués se caracteriza por el rigor en la calidad de su producto, tanto al nivel general de la puesta como en el pulcro trabajo de sus actores, brindándonos así un espectáculo minimalista apoyado en la acertada iluminación de Santiago Schaerer y en el mundo sonoro creado por Ronald von Knobloch –quien además forma parte del equipo de actores–.

Es de destacar que el proceso de la puesta en escena es el resultado de un largo trabajo de compenetración, de tanteos y de un rico trueque entre director y actores que concluye en un afortunado empleo de signos y símbolos. Abundan y cobran vida elementos como «el teatro en el teatro», el cambio de roles en momentos determinados, la actitud de los actores de mostrar y a la vez criticar a los personajes, la disociación entre el pensamiento y los falsos discursos, la ruptura del espacio escena-público, el uso adecuado del color para mostrar el turbio mundo de los personajes, las banderas rojas flameantes con la imagen de un ave de rapiña (¿cóndor o águila?), el maquillaje exagerado semejando máscaras, la música sonando por momentos a falsos himnos de «patriotismo y esperanza». La palabra «paz» aparece falsamente para justificar crueles guerras, tal como en la vida política se justifican cuantiosas ganancias mal habidas.

El dispositivo escénico está conformado por una gran mesa –tarima central, cuatro cubos y una silla giratoria–. Durante la primera parte, los actores se desplazan a nivel del suelo, rodeados por el público en círculo. Ya cuando el «plan» comienza a realizarse y los actores van creciendo en la concreción de sus ambiciones, esa mesa se vuelve la tarima que los ubica en un nivel diferente al anterior (que era compartido con el pueblo, siempre sufrido y engañado por los que conforman el poder de turno). Guerra es un espectáculo divertido (?) que busca desenmascarar el sucio juego de muchos políticos que actúan en detrimento de los valores básicos del ser humano, como el derecho no solo a la vida, sino también a una vida digna. Guerra es una batalla en contra de la corrupción y la deshumanización de un amplio sector del poder a costa de mentir a un pueblo en nombre de «la defensa de la Nación». Toda guerra es un fenómeno de consecuencias trágicas, pero no lo es menos la manipulación del poder político en manos de grandes intereses de personas inescrupulosas.

Ficha técnica

Autor: Santiago Filártiga Lamar.

Director: Carlos Arbués.

Producción: Rafael Sandoval, Carlos Arbués y Santiago Filártiga Lamar.

Actores: Joaquín Díaz Sacco, Ariel Galeano, Ronald von Knobloch, Hugo Matto.

Asistencia de dirección: Rafael Sandoval.

Fotografía y diseño gráfico: Dani González.

Diseño de escenografía y utilería: Carlos Arbués.

Diseño de vestuario: Carlos Arbués.

Diseño de luces: Santiago Schaerer.

Diseño musical y sonoro: Ronald von Knobloch.

Maquillaje: Luis Arce.

*Actor, director y dramaturgo.

arcangel134@yahoo.com

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