El festín de los abá porú

La práctica del canibalismo entre los grupos tupí-guaraníes y otros indígenas del Nuevo Mundo impactó a los europeos del siglo XVI y les sirvió tanto para legitimar su supremacía sobre estos pueblos como para reflexionar sobre sí mismos, escribe el antropólogo Marcelo Bogado en el siguiente artículo.

Grabado de De Bry que muestra una escena de canibalismo de los Tupinambá, siguiendo la descripción de Hans Staden.
Grabado de De Bry que muestra una escena de canibalismo de los Tupinambá, siguiendo la descripción de Hans Staden.GENTILEZA

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En el Tesoro de la lengua guaraní del padre Montoya, entre los usos de la palabra «abá» (persona) aparece «abá porú», brevemente definida como «comedor de carne humana» (1). En el tupí antiguo, hablado en la costa atlántica, se registró la expresión «mba’e poru» como «comedor de carne humana»; también se usaba simplemente la palabra «poru» para expresar tanto antropofagia como antropófago (2).

La práctica del canibalismo resultó espantosa para los primeros europeos que llegaron a los dominios de los grupos tupí-guaraníes y de otros indígenas del Nuevo Mundo (como los caribes y los aztecas). Los impactó de tal manera que hizo volar su imaginación y sirvió tanto para legitimar su supremacía sobre los pueblos del continente como para reflexionar sobre sí mismos.

El cronista del rey Carlos V, Sepúlveda, a comienzos del siglo XVI se basó en la práctica del canibalismo de los indígenas americanos para afirmar (valiéndose de Aristóteles) su inferioridad moral y que por tanto merecían ser sometidos por los españoles –incluso por la fuerza, si se negaban por las buenas–, pues violaban la ley natural con esta y otras costumbres consideradas bárbaras, como la práctica de sacrificios humanos y la homosexualidad.

A mediados de ese siglo, el filósofo francés Montaigne reflexionó sobre el relativismo cultural (cuatrocientos años antes que los modernos antropólogos) a partir del canibalismo de los indígenas americanos, afirmando que cada uno llama «bárbaros» a quienes poseen costumbres distintas a las propias y que los caníbales del Nuevo Mundo no eran más ni menos salvajes que los europeos de su época. Afirmó que, si bien los indígenas americanos comían la carne de sus enemigos, los europeos se mostraban más crueles que ellos al matar a sus prójimos con procedimientos dolorosos y sádicos, teniendo incluso esto como muestra de piedad religiosa, en el caso de los asesinados por considerarlos herejes, en el marco de las persecuciones religiosas que existían en ese momento (3).

A fines del mismo siglo, el grabador y editor de libros Theodor de Bry, en su serie de obras Viajes, se encargó de plasmar la imagen de los indígenas americanos como caníbales bárbaros a partir de los grabados que realizó de los tupinambás de la costa brasilera que comían hombres, según lo relató el alemán Hans Staden en su libro Verdadera historia y descripción de un país de salvajes desnudos, feroces y caníbales situado en el Nuevo Mundo América (4). Estas imágenes proporcionaron a los europeos de los siglos XVI y XVII un espejo inverso, a través del cual veían reflejada, con espanto y morbo, la imagen de aquello que ellos no eran.

Más allá de la recepción que tuvo en Europa la práctica del canibalismo, la misma ocupaba un lugar central en las sociedades tupí-guaraníes del siglo XVI. Le debemos a Florestan Fernandes la mejor reconstrucción de la función de la guerra y del canibalismo en la organización social de un grupo tupí-guaraní de los siglos XVI y XVII con las obras A Organização Social dos Tupinambá (5) y A Função Social da Guerra na Sociedade Tupinambá (6), que se basan en fuentes primarias de la época. Si bien los libros tratan sobre los tupinambás, testimonios del siglo XVI afirman que estos y los guaraníes (y otros pueblos que eran llamados con nombres diferentes) eran culturalmente idénticos y hablaban una misma lengua (7), por lo que lo afirmado sobre los primeros se puede considerar igualmente válido para los segundos. En el siglo XVI, la población indígena que se encontraba entre la costa Atlántica de América del Sur y la cuenca del Río de la Plata fue conocida como tupí-guaraní, término que reunía la manera como eran llamados los principales grupos de la región. Los tupíes, moradores del norte de São Paulo; los guaraníes, que vivían al sur de estos hasta la Laguna de los Patos y sobre todo en la zona comprendida entre los ríos Uruguay, Paraná y Paraguay (8).

En las obras de Fernandes se presentan la guerra y el canibalismo como las instituciones que constituían la columna vertebral de la sociedad tupinambá y sobre las que se construía toda su organización social.

El principal motivo por el cual organizaban expediciones guerreras era para traer prisioneros. En cuanto a los cautivos, los hombres eran integrados al grupo, se casaban y al cabo de un tiempo eran sacrificados, mientras que las mujeres eran integradas como esposas de algún guerrero.

Para que un varón joven fuera considerado un adulto debía matar a un prisionero de guerra para ser comido en un ritual antropofágico por todos los miembros de la comunidad. El número de enemigos muertos en estos rituales determinaba el prestigio y el estatus de un hombre. Cuantos más matase, más prestigio tenía. Aquellos que lograban hacerse de más cautivos que los demás llegaban a ser los jefes de guerra o ruvicha de sus viviendas comunales, con el privilegio de contar con varias esposas y que residieran con ellos en sus viviendas, a diferencia de los hombres sin prestigio, que debían residir con sus suegros. Podían, asimismo, acumular los excedentes alimenticios producidos gracias al trabajo de su numerosa parentela –sobre todo en forma de maíz–, con lo cual podían organizar los festines en donde comer a los enemigos. Los linajes se determinaban a partir de la descendencia de los guerreros prestigiosos.

Entre las referencias que mencionan detalles sobre esta práctica entre los guaraníes tenemos el testimonio de Ulrich Schmidl, quien estuvo en el Río de la Plata desde 1534 hasta 1554. El mismo escribió lo siguiente respecto al canibalismo de los cario-guaraníes, habitantes de las inmediaciones de la actual Asunción: «Los Carios han comido carne humana (...) Hacen la guerra contra sus enemigos, entonces si atrapan o logran alguno de estos enemigos, sea hombre o mujer, sea joven o vieja, sean niños, los ceban como aquí en este país se ceba un cerdo, pero si la mujer es algo linda, la conserva un año o tres. Cuando luego tal mujer en un poco no vive a gusto de él, entonces la mata y la come; (también) [él] hace una fiesta o gran función, al igual como se hace acá afuera pero si es un hombre anciano o [una] mujer [vieja], a él se le hace trabajar en las rozas, ella debe hacer la comida para su amo» (9).

Según las fuentes de la época, Fernandes encontró en la venganza el principal motivo que llevaba a los tupinambás a consumir la carne de sus enemigos. Lo cual se reflejaba en la manera en que los prisioneros eran muertos en medio de una muchedumbre que se burlaba de ellos; se les hacían pasar humillaciones y se les hacía saber que con este acto se estaba vengando a los que fueron muertos por el grupo del que eran parte. El cautivo era atado con varias cuerdas y asesinado con un golpe certero de garrote por su verdugo; normalmente, quien lo había capturado en la guerra. El enemigo era comido por todos los miembros de la comunidad acompañado con chicha de maíz o caaui. A todos debía alcanzarles al menos un pequeño pedazo de carne asada, o bien se ponían en el caldo pequeños pedazos para que toda la aldea pudiera sentir al menos algo del sabor del enemigo muerto. Algunos pedazos del enemigo se hacían llegar a comunidades vecinas.

Cabeza de Vaca describió la manera en que los guaraníes sacrificaban y comían a sus cautivos, y coincide con otros testimonios en que la venganza se encontraba como fundamento de esta práctica: «Los niños llegan con sus hachetas y primero el mayor dellos o el hijo del principal y danle con ellas en la cabeça tantos golpes hasta que le hazen saltat la sangre. Y estandoles dando los indios les dizen a bozes que sean valientes y se enseñen y tengan animo para matar sus enemigos e para andar en las guerras, y que se acuerden que aquel ha muerto de los suyos, que se venguen del; y luego como es muerto, el que le da el primer golpe toma el nombre del que assi mataron, en señal que es valiente. Y luego las viejas lo despedaçan y cuezen en sus ollas y reparten entre si, y lo comen y tienenlo por cosa muy buena comer del. Y de alli adelante tornan a sus bayles e plazerez, los quales duran por otros muchos dias, diziendo que ya es muerto por sus manos su enemigo que mato a sus parientes; que agora descansaran y tomaran por ello plazer» (10).

El canibalismo de los guaraníes del pasado les resulta tan distante y ajeno a los guaraníes actuales –que hace bastantes generaciones dejaron esta práctica–, como a los europeos del presente la quema de supuestas brujas y otros herejes en las plazas públicas por parte de sus antepasados. Hoy los descendientes de aquellos caníbales del siglo XVI ya no practican el canibalismo. Los conflictos con grupos externos son asumidos de manera distinta. A pesar de ser agredidos, muchas veces de manera desmedida, suelen buscar medios pacíficos para resolver los conflictos. La obligación de la venganza fue remplazada por el amor al prójimo, que predican los líderes religiosos como una obligación de un buen guaraní.

Notas

(1) Montoya, A. (1639). Tesoro de la lengua guaraní. Madrid: Juan Sanchez, p. 8.

(2) Navarro, E. (2013). Dicionário de tupi antigo: a língua indígena clássica do Brasil. São Paulo: Global, p. 266 / p. XXXIII.

(3) Montaigne, M. (1828). Essais. París: Hector Bossange, p. 230-247.

(4) Staden, H., & Duviols, J. P. (2013). Verdadera historia y descripcion de un pais de salvajes desnudos, feroces y antropófagos situado en el nuevo mundo América. Doral: Stockcero.

(5) Fernandes, F. (1963). A organização social dos Tupinambá. São Paulo: Difusão Européia do Livro.

(6) Fernandes, F. (1951). A Função Social da Guerra na Sociedade Tupinambá. São Paulo: Edição Mimeografada.

(7) Candela, G., & Melià, B. (2015). Lenguas y pueblos tupí-guaraníes en las fuentes de los siglos XVI y XVII. Mélanges de la Casa de Velázquez. Nouvelle série, (45-1), 57-76.

(8) Fausto, C. (2005). Se Deus fosse jaguar: canibalismo e cristianismo entre os Guarani (séculos XVI-XX). Mana, 11, p. 387.

(9) Schmidl, U. (2014). Derrotero y viaje a España y Las Indias. Paraná: Eduner, pp. 33-34.

(10) Cabeza de Vaca, A. (1906). Relación de los naufragios y comentarios. Madrid: Librería general de Victoriano Suarez, pp. 199-200.

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