La gallina industrial de los huevos de oro

Un curioso texto del siglo XIX sobre tradiciones pascuales. Por supuesto, tuvieron que irse las Pascuas para que nuestro bibliómano oficial, siempre a contracorriente, depositara en la redacción del diario la extemporánea ofrenda de este artículo.

“Le Journal illustré”, número 112, abril de 1866.
“Le Journal illustré”, número 112, abril de 1866.gentileza

Cargando...

En abril, hace cosa de siglo y medio, dos escritores –a través de la reseña que hace uno del libro del otro– dialogaban sobre huevos de colores y domingos de resurrección, y como yo soy contrera, o, mejor, anarcontrera, comparto este rescate histórico una semana después de la fecha de rigor, cual Anarconejo de Pascua.

El erudito Amédée de Ponthieu fue un narrador y folclorista francés del siglo XIX, popular sobre todo por sus Légendes du vieux Paris, de 1867 –libro consultado por Fulcanelli para El misterio de las Catedrales, y por sus artículos en revistas como Le Magasin Illustré, la Gazette des Eaux o Nouvelles.

Si los lectores curiosos desean encontrar ecos de su obra en lugares inesperados, les sugiero que, cuando terminen de leer este artículo, pongan el tercer acto de la ópera de Massenet Le Jongleur de Notre-Dame, estrenada en 1902. Reconocerán el Andante lento de la melodía «Marie, avec l’enfant Jésus», cuyo texto es una canción incluida por De Ponthieu en su libro de 1866 Les Fêtes légendaires.

En Les Fêtes légendaires, De Ponthieu recoge relatos orales y tradiciones relacionadas con festividades como la Pascua, y en particular con los huevos de Pascua (entre las leyendas pascuales, por cierto, hay una de la región de Burdeos, sobre un huevo maldito, que es una verdadera delicia para viciosos de la literatura de terror; prometo traducirla otro domingo).

La obra fue muy bien recibida, y el novelista Eugène Chavette –el inventor de la «comédie policière» (la comedia policial, la novela policial humorística)– la reseñó en «Chronique», su columna de Le Journal illustré, en la edición de la primera semana de abril de 1866. Conservo un ejemplar, sobreviviente del naufragio de la gran biblioteca de mi abuelo (es una larga historia), y he traducido la reseña. Trascribo a continuación varios pasajes. En las hojas más deterioradas hay partes ilegibles; las he indicado, en esta traducción, con puntos suspensivos entre corchetes.

Huevos de Pascua estilo Fabergé, circa 1900.
Huevos de Pascua estilo Fabergé, circa 1900.

«Chronique», por Eugène Chavette

Hemos leído Les Fêtes légendaires, obra que acaba de ser publicada por monsieur Amédée de Ponthieu. Allí se pasa revista a todas las fiestas, con sus leyendas y sus tradiciones.

Abundan los detalles curiosos sobre los huevos de Pascua.

–Una investigación curiosa –nos dice monsieur De Ponthieu– sería la que nos mostrara el incalculable número de industrias y personas en cuyas vidas se cruza un azucarado huevo de Pascua lleno de esas lindas naderías que se llaman «sorpresas».

Consideremos el huevo de azúcar, azúcar nacido de la humilde remolacha plantada por un pobre campesino que aró la tierra, y las metamorfosis que el bienaventurado tubérculo tuvo que sufrir para llegar a París y establecerse en la reluciente vitrina de una confitería donde lo comprará, quizá para regalárselo a una cortesana de moda, el vástago de ese mismo campesino, que, centavo a centavo, amasó la fortuna que, lanzado al dorado torbellino de la vida parisina, disipa su hijo pródigo.

Los juguetes y joyas que contienen los huevos de Pascua reflejan las ideas de cada época. Las joyas son los juguetes de los adultos, los bis-joux [Juego de palabras intraducible entre bis (segunda vez, en latín) y el sufijo joux en jojoux, juguete, y bijoux, joya (N. del Trad.)], los segundos juguetes, los juguetes de la segunda edad. En tiempos de la Revolución se obsequiaban bastillas en miniatura […] Después del 93, se regalaban pequeñas guillotinas, tambores, espadas […] Luego vinieron pistolas neumáticas, globos, paracaídas, juguetes industriales, pequeñas locomotoras, barcos de vapor, y acciones cotizadas en la bolsa se esconden descaradamente en los huevos de Pascua, retrato fiel de esta edad de plata [siecle d’argent, siglo (o edad) de plata, o, también siglo de la plata, del dinero (N. del Trad.)] en la que una moneda atrae más gente a su templo que la fe de los devotos a las iglesias.

"Joyeuses Pâques", postal, 1909.
"Joyeuses Pâques", postal, 1909.

La historia de los juguetes mostraría cómo se divertían nuestros abuelos cuando eran niños. Empezaría por […] de Enrique III y terminaría con las pistolas neumáticas de los mocosos actuales.

Cómo, al acercarse la Pascua, había que buscar en granjas de toda Francia los huevos más grandes para la corte del rey. Después de la misa mayor, en el Louvre, los lacayos llevaban al rey pirámides de huevos pintadas de oro en inmensos cestos decorados con hojas y flores y el capellán, tras bendecirlos, los repartía entre los miembros de la corte en presencia de Su Majestad Cristianísima [S. M. T. C., Sa Majesté Très Chrétienne (Nota del Trad.)], hasta llegar el turno de la escolta del rey, cuando el guardia suizo recibía su real obsequio.

En una ocasión, un granjero de Normandía le llevó a Luis XV un huevo natural de fabuloso tamaño. El soberano lo hizo dorar fastuosamente por el joyero de la corona, y a la mañana siguiente el real amante lo deslizó en la cesta de flores que adornaba el voluptuoso tocador de la condesa Dubarry.

El regalo real desató carcajadas en la villa y la corte […] ¡Benditas las gallinas que ponen tales huevos! ¡Y malditos los locos que hacen tales regalos con el dinero de Francia! De haberse usado una docena para hacer una tortilla, habría quedado salada [Juego de palabras con salée, que significa tanto salada como cara (N. del Trad.)], porque el real huevo costaba nada menos que doscientas libras.

Todavía no pensábamos en imitar a la naturaleza creando huevos de azúcar para renovar el milagro de la Gallina de los Huevos de Oro, rellenándolos con joyas y dulces. Ese hallazgo estaba reservado a la industria moderna, que toma las mil formas del mítico Proteo en pos de nuevas fuentes de riqueza y trabajo […]. París, centro del buen gusto y la elegancia, patria de las ideas ingeniosas, es el enorme gallinero donde cada año las hadas industriales ponen miles de refinados huevos que llevan sus adorables sorpresas a los cuatro rincones de la tierra. Si el pueblo sigue regalando el huevo natural, toscamente teñido con posos de café o zumo de cebolla, en París la sofisticación llega al límite. Un fabricante de París creó para un niño de España, descendiente de los dueños de Perú, un huevo de veinte mil francos: en las paredes interiores, pintadas con esmalte blanco, estaba grabada la lectura del Evangelio del día de Resurrección, y, movido por un ingenioso mecanismo, un gallito cantaba en esa linda jaula doce melodías distintas de doce óperas de moda. ¡Asombrarían al mundo las gallinas si pusieron a menudo huevos habitados por tan sabios gallos!

(«Chronique», por Eugène Chavette, en Le Journal illustré, año 3, número 112, 1-8 de abril de 1866. Versión en español: Julián Sorel.)

juliansorel20@gmail.com

Huevo-joyero de Pascua, Francia, circa 1900.
Huevo-joyero de Pascua, Francia, circa 1900.
Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...