Moscú no cree en las lágrimas

Entre las pérdidas del 2021 está el fallecimiento, en julio, a causa del covid-19, del cineasta ruso Vladímir Menshov, cuyo largometraje Moscú no cree en las lágrimas ganó en 1980 el Óscar a la mejor película extranjera. Esta historia de tres chicas de origen campesino que, en busca de un futuro mejor, emigran a Moscú en la década de 1950, puede ayudarnos hoy a iluminar retrospectivamente el fenómeno de la desigualdad en la sociedad soviética.

Moscú no cree en las lágrimas.
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Un viejo chiste soviético ilustraba con ingenio los vaivenes y absurdos de la historia reciente de Rusia.

Se dice que iban viajando en un mismo vagón de ferrocarril los máximos líderes de ese país a lo largo del siglo XX: Vladimir Lenin, Iosif Stalin, Nikita Kruschev y Leonid Brezhnev, cada uno de ellos representando emblemáticamente un período histórico en particular.

Repentinamente, una avería: ¡el tren se detiene! Azorado, cada líder propone una respuesta a la crisis: Lenin proclama que, en Rusia, ahora un Estado obrero, se debía convocar a los ferroviarios a resolver el problema. Stalin, más expeditivo, proclama la inmediata ejecución del maquinista. Kruschev, tan voluntarista como inútil, pide sacar los rieles del tramo de vías que ya «se recorrieron» para así reemplazar las faltantes más adelante.

Finalmente, el último en hablar es el propio Brezhnev. Bastaba con correr las cortinas, poner un poco de música y simular entre todos que el tren seguía en marcha imparable hacia adelante.

A su manera, Moscú no cree en las lágrimas también busca trazar un recorrido por un período por demás apasionante. En él vemos a tres amigas a lo largo de unos 20 años, entre los años 1950 y finales de la década de 1970. Todas ellas emigradas de provincias a la turbia vorágine de una capital que ya por entonces se había convertido en una de las principales urbes del globo. «Comprende de una vez, vivimos en Moscú. Esto es una gran lotería, se puede ganar todo de un porrazo. Aquí viven diplomáticos, artistas, pintores, poetas...», nos recuerda intempestivamente una de sus protagonistas.

Esperanzadas con las oportunidades que se les abren (o eso esperan) desde un modesto origen obrero (dos de ellas son trabajadoras en una panadería estatal, mientras otra es operaria mecánica) cada una buscará abrirse paso, con muy disímiles aspiraciones y resultados.

Con semejante punto de partida, derivar en los golpes bajos, los giros novelescos y la cursilería bañada en edulcorante es una tentación muy difícil de evitar. Y por momentos no se la evita.

Moscú no cree en las lágrimas.
Moscú no cree en las lágrimas.

Aun así, no deja de ser un retrato muy íntimo, sentido y valioso; un reencuentro fraterno, que posiblemente nos permita desarmar esos colosos de mármol y acercarnos más honestamente a la vida y experiencias del ciudadano medio y trabajador soviético de aquellos años.

Problemas estructurales de la sociedad rusa no son soslayados y nos son inducidos una y otra vez: la desorganización económica derivada de la incompatibilidad de la planificación racional con la arbitrariedad burocrática, la expansión del alcoholismo como principal enfermedad endémica en la clase obrera, las asimetrías nunca superadas en las relaciones entre varones y mujeres, en particular en el ámbito doméstico y en las responsabilidades familiares, y finalmente el surgimiento de una nueva generación de jóvenes desencantados con la mitología oficial pero incapaces de construir un horizonte común y propio (algo que nos sonará más que familiar a los criollos).

El final, aunque pretendidamente romántico, nos deja un áspero amargor en boca.

Pero nos interesa rescatar el filme como lo que es, una ojeada retrospectiva. Desde los debates políticos y culturales del Deshielo kruscheviano, buscando ajustar cuentas con los crímenes del pasado reciente y un futuro incierto, hasta ese estancamiento económico disimulado pero cada vez más sofocante del otoño de la Era Brezhnev, todo está ahí, desde el peculiar y humano punto de observación de nuestras tres protagonistas.

lamoneda73@gmail.com

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