El día después de Navidad

De aguinaldos, etimologías y caricaturas, de Charles Dickens y George Cruikshank y del 26 de diciembre, «Boxing Day» (entre otras cosas).

George Cruikshank: “Boxing Day” (grabado, 1836).
George Cruikshank: “Boxing Day” (grabado, 1836).gentileza

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Como ayer fue Navidad, hoy las veredas de las ciudades están cubiertas de envoltorios y cajas de regalos. Muchos creen que por eso a este día los ingleses lo llaman Boxing Day, por las cajas (boxes). En cierta forma es así, aunque no exactamente.

El término Christmas box, caja de Navidad, aparece en la literatura inglesa desde (hasta donde sabe quien esto escribe) el siglo XVII; lo menciona, en su Argalus and Parthenia (1629), el famoso autor del Enchiridion, el poeta Francis Quarles, quien, hablando de unos jugadores, comenta que la «caja de Navidad», Christmas box, «termina ganando a menudo más que ellos». En otros escritos de diverso origen, Christmas box designa el aguinaldo en su forma tradicional, es decir, los regalos o propinas que, por Navidad, los aprendices reciben de sus maestros, los empleados de sus jefes, los carteros, guardias y limpiadores municipales de los dueños de las casas de los vecindarios donde trabajan, etcétera.

En el mismo siglo XVII en el que Quarles emplea el término, lo hace Samuel Pepys, que el 28 de diciembre de 1668 escribe en su famoso diario que las «cajas» y demás «cosas» le han costado ya mucho dinero esa Navidad («…these things and boxes having cost me much money this Christmas already»).

Dijimos antes que Boxing Day viene de box «en cierta forma, aunque no exactamente», porque no viene directamente del sustantivo «box» o «Christmas box» sino del verbo derivado «to box», que podríamos traducir como «boxear» en el sentido de regalar cajas, «boxes», de Navidad. Se celebra hoy, no porque las cajas de los regalos de ayer estén por el piso, sino porque originalmente la gratificación navideña para las personas con quienes se tenía una relación no familiar ni de amistad, sino del tipo antes descrito, se les entregaba el primer día laborable después de Navidad, y solo con el tiempo quedó fijado el día siguiente, 26 de diciembre, como fecha oficial del Boxing Day.

Así lo encontramos establecido ya en la literatura del siglo XIX, y también en la prensa. Por ejemplo, en un artículo titulado «A Few Thoughts on Christmas», que apareció publicado el 28 de diciembre de 1822 en The Sheffield Independent, de Yorkshire, y que habla de que después de Navidad «viene el gran día» para «las clases más pobres, llamado Boxing Day» («Then comes the great, the eventful day to the poorer classes, called Boxing Day»).

Pero quien realmente supo divertirse explotando las equivocidades y polisemias del nombre Boxing Day, verbal y visualmente al mismo tiempo, fue George Cruikshank. El grabado de Cruikshank que reproducimos aquí en homenaje a la fecha de hoy apareció publicado por primera vez en diciembre de 1836 en The Comic Almanack. Como ven, es una abigarrada y dinámica escena callejera con muchas cajas (guiño, guiño), hombres boxeando (boxing) y otros detalles que traducen a imágenes los posibles juegos de palabras a los que se presta el término (los juegos estrictamente verbales están en los carteles y afiches que se ven en las paredes).

No podemos dar por terminado este artículo, deseando a los lectores un excelente Boxing Day, sin dedicar unas líneas al autor.

Nacido en Londres en 1792, George Cruikshank fue un dibujante, ilustrador y caricaturista que se ganó en vida el sobrenombre de «el Hogarth moderno». Ilustró la primera traducción al inglés (por Taylor y Jardine), de 1823, de los cuentos de los hermanos Grimm, y esas y muchas otras ilustraciones suyas para libros de notables escritores llegaron a los lectores de todo el mundo.

Empezó su carrera como aprendiz y auxiliar de su padre, el escocés Isaac Cruikshank, uno de los grandes caricaturistas de fines del siglo XVIII, y, a semejanza suya, se volvió famoso por sus despiadadas caricaturas de la sociedad inglesa, publicadas en revistas populares de gran tirada. Al igual que otros artistas importantes de la época, como Thomas Rowlandson o James Gillray, representó gráficamente más de una vez a John Bull, la personificación de Inglaterra popular desde la década de 1790. Su colaboración con William Hone en la sátira política The Political House That Jack Built (1819) le dio gran notoriedad. De ese mismo año es The New Union Club, grotesca representación de una cena de abolicionistas con invitados negros que fue muy elogiada entonces y que hoy es considerada una de las más infames expresiones de racismo de todo el siglo XIX (que no es poco).

En Life in London (1821), de Pierce Egan, dibujó con brillo las correrías de Tom y Jerry (en efecto, los personajes de Pierce Egan se llamaban igual que la pareja de ratones de Hanna y Barbera, aunque estos recién serían creados en el siguiente siglo, el XX) por las tabernas de Londres. En The Comic Almanack (1835-1853) y Omnibus (1842), se dedicó a satirizar a conocidos políticos y, con particular saña, a los miembros de la familia real, a tal punto que en 1820 le fue remitido un soborno real de cien libras a cambio de la promesa de no volver a representar a Su Majestad Jorge IV en situaciones indecorosas.

El 30 de diciembre de 1871, Cruikshank publicó en The Times una inesperada carta en la que se atribuía el mérito de gran parte de la trama de la novela Oliver Twist, una de las obras de su amigo Dickens que ilustró. La carta desató una acalorada controversia sobre la «verdadera» autoría del libro. La amistad entre Cruikshank y el bueno de Dickens se enfrió todavía más desde fines de la década de 1840, cuando Cruikshank (antes gran bebedor) se convirtió en abstemio fanático y empezó a hacer propaganda contra el alcohol y el tabaco dando conferencias y proporcionando ilustraciones a las sociedades que predicaban contra su consumo. La más ambiciosa de esas obras tan victorianas (y tan actuales), The Worship of Bacchus, se conserva en la Tate Gallery de Londres.

Al final de su vida, enfermó y su trabajo perdió calidad. Murió en 1878 y fue enterrado en el cementerio de Kensal Green, aunque meses después sus restos fueron exhumados y enterrados de nuevo en la catedral de St. Paul. Cruikshank creó cerca de diez mil grabados e ilustraciones. Hay colecciones de obras suyas en el Museo Británico y en el Museo Victoria and Albert, y una placa de la Royal Society of Arts lo conmemora en la que fue su casa, en el número 293 de Hampstead Road, en Camden Town. La revista Punch declaró en su obituario que «nunca existió hombre más puro e inocente» y que «en la transparencia de su carácter había algo infantil». Presumiblemente, el redactor no conocía la existencia de los once hijos ilegítimos que Cruikshank –dos veces casado– tuvo con su amante, Adelaide Attree, antigua mucama suya: redondo final para un burlón empedernido.

(Traducción al español de los términos y los breves pasajes en inglés citados en este artículo: Julián Sorel)

juliansorel20@gmail.com

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