El mecenazgo cultural, un diálogo entre diversos actores

El tema del mecenazgo cultural y su legislación suele estar revestido de retóricas de diverso signo; para un abordaje transparente, conviene tomar en consideración todos los intereses y actores involucrados. Tal es el espíritu de este artículo del economista Marcelo Decoud, director del Programa de Industrias Creativas & Culturales de la Social International University (Canadá) y director adjunto de la Confederación Mundial de Educación.

M. C. Escher: Relatividad (litografía, 1953).
M. C. Escher: Relatividad (litografía, 1953).Archivo, ABC Color

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La legislación es consciente de la necesidad de fomentar el mecenazgo para dar continuidad al desarrollo de un importante sector productivo y fortalecer los movimientos artísticos y culturales estableciendo una serie de ventajas fiscales para los inversores y patrocinadores, ventajas que generalmente toman forma de deducciones fiscales, o bien de derivación de un porcentaje de las obligaciones impositivas de una empresa para el crecimiento del sector.

Pero la gestión del mecenazgo cultural no solo requiere buenas ideas e intenciones, sino también conocimientos y habilidades en el manejo de las diferentes herramientas capaces de ayudar a desarrollar un plan efectivo y factible. En este sentido, el mecenazgo cultural público-privado constituye una muy buena estructura que ha sido adoptada ya por diferentes paises y que hoy para Paraguay puede llegar a marcar un antes y un después en el fomento de la industrias creativas y culturales.

Ahora bien, confinar un mecenazgo a lo estrictamente «cultural» a menudo conduce a la adopción de criterios erróneos sobre la calidad de las propuestas, el conocimiento necesario para ejecutarlas o la viabilidad económica del plan de mecenazgo, ya que es un ámbito compartido que requiere aplicar tanto conceptos directamente relacionados con las políticas tributarias, las de expansión e internacionalización de los productos y servicios y, desde ya, las políticas culturales del estado, como con el conjunto organizado de las industrias creativas y culturales y con el mundo empresarial; entonces, cuanto mayor sea el nivel de profesionalismo y de cohesión de las partes en cuanto a su reglamentación, administración y funcionamiento, mayores serán las posibilidades de éxito de un programa público-privado de mecenazgo.

En cuanto al abordaje de lo público y lo privado en términos de mecenazgo, tenemos que considerar sus diferencias y sus intereses. Para lo público, el mecenazgo implica una intensa interrelación entre el gobierno y el sector privado en beneficio del sector creativo y cultural, que involucra estrategias y actividades gubernamentales que promuevan la producción, difusión, comercialización y consumo de la producción creativa y cultural.

En este sentido, es necesaria la participación de las diferentes instancias gubernamentales (hacienda, industria y comercio, y cultura), que deben interactuar en un «sano equilibrio regulatorio y administrativo». Para el sector privado, la rentabilidad del mecenazgo es más de naturaleza intangible que económica y tributaria, ¿y por qué digo esto? Porque para el sector privado el mecenazgo es una derivación de un porcentaje de sus aportes tributarios hacia el sector creativo y cultural, algo que en lo empresarial tiene como objetivo crear asociaciones emocionales en los consumidores o clientes al vincular su imagen corporativa con actividades que tengan impacto social o cultural y creativo. En este sentido, también el sector privado necesita conocer más profundamente el significado de «industrias» creativas y culturales como un sector que no solo aporta al producto bruto interno del país sino que también puede generar nuevas e innovativas herramientas de márketing corporativo a través de la creatividad y la cultura.

La Federación de Industrias Culturales y Creativas del Paraguay debería constituirse como un necesario articulador en el proceso de reglamentación de la ley, ya que nadie mejor que los destinatarios finales del mecenazgo, representados en sus asociaciones y agremiaciones, para identificar sus fortalezas y debilidades, interactuando con los diferentes actores del sector gubernamental y con el sector privado. A su vez, el sector público debe establecer el equilibrio necesario para una reglamentación criteriosa del mecenazgo, fundamentada en la transparencia, la administración eficiente y la operatividad efectiva. Debemos considerar también que, hasta no hace mucho, para muchas administraciones gubernamentales la cultura constituía un «costo», no una «industria», y menos aun un «producto exportable»; por ello, el mecenazgo debe estar liderado y protagonizado por su objetivo, otorgándole a cada sector público y privado la correspondencia con dicho objetivo.

El nuevo concepto de «economía asociativa» en el sector privado debería estar acompañado por el concepto de «gestión asociativa» en el sector público; citando al politólogo Seymur Lipset, «conciliar intereses es como administrar una sabia bigamia, en donde se atiende a cada una de las partes tomando en consideración equitativa a ambas».

mdecoud@siuniversity.org

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