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El 11 de julio, Cuba fue sacudida por una ola de protestas populares que se extendió de un extremo a otro de la isla. Miles de personas salieron a las calles para expresar su descontento ante el hambre, el desempleo, el desabastecimiento, los apagones eléctricos, la crisis del sistema sanitario exacerbada por la pandemia y, con una fuerza social que en décadas no se manifestaba en el país caribeño, marcharon gritando «libertad» y «abajo la dictadura».
El régimen castrista respondió con represión. Hubo al menos un muerto y centenares de detenidos. El presidente Miguel Díaz-Canel, máximo líder del Partido Comunista de Cuba (PCC, el único permitido), criminalizó el movimiento con el mismo tono utilizado antes por personajes como Lenín Moreno, Sebastián Piñera o Iván Duque. Acusó a los manifestantes de «gusanos», «marginales» supuestamente «pagados por EE.UU.», además de vándalos: «Ayer vimos delincuentes. Ayer la propuesta no fue pacífica, hubo vandalismo (…) apedrearon a fuerzas de la policía, viraron carros. Un comportamiento totalmente vulgar, indecente, delincuente…» (1).
El grueso de la izquierda, que habitualmente denuncia la represión a movimientos sociales, en el caso de Cuba actuó diferente. El estalinismo –encabezado por los así llamados Partidos Comunistas– y sus variantes rechazó rotundamente las manifestaciones populares, alegando que así defienden «a Cuba», que para ese sector es lo mismo que el gobierno castrista.
Es una posición recurrente. Esa «izquierda» repite la misma actitud que tuvo hacia los gobiernos de Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Daniel Ortega, Gadafi, Bashar al-Assad, entre otros. Cuando esas dictaduras burguesas –que ellos consideran «progresistas»– son cuestionadas por la movilización popular, esos partidos se ubican al lado de los dictadores, contra los pueblos. Esto, además de vergonzoso, tiene consecuencias nefastas para el progreso de una auténtica política socialista.
El análisis estalinista presenta las protestas como parte de una conspiración imperialista contra el gobierno cubano. Pareciera que, con un chasquido de dedos, Estados Unidos tomó la isla con miles de «contrarrevolucionarios», en una especie de reedición de la invasión de bahía de Cochinos de 1961. No dudo que la Casa Blanca y la burguesía cubana exiliada en Miami intentan influenciar los acontecimientos políticos en Cuba de acuerdo con sus intereses –como ocurre en otros países–, pero eso no anula la legitimidad de las manifestaciones populares, que no reivindican la «entrega de Cuba», sino comida, medicinas, empleo, libertades democráticas.
El relato castrista no resiste la prueba de los hechos. No pasa de una cortina de humo para deslegitimar cualquier oposición política y, de ese modo, criminalizarla más fácilmente.
A propósito, es interesante la respuesta del conocido escritor cubano Leonardo Padura al argumento de que «todos son mercenarios». No niega la posibilidad de que haya habido «…personas pagadas y delincuentes oportunistas, aunque me niego a creer que en mi país, a estas alturas, pueda haber tanta gente, tantas personas nacidas y educadas entre nosotros que se vendan o delincan. Porque si así fuera, sería el resultado de la sociedad que los ha fomentado» (2). Existen muchas reflexiones como esta. No es difícil encontrar, a pesar de las conocidas restricciones al uso de internet, decenas de artistas y activistas cubanos que están en contra del embargo comercial de Estados Unidos y no reniegan del pasado revolucionario en su país, pero enfrentan la dictadura.
Estoy entre aquellos que sostienen que el carácter de las movilizaciones del 11 de julio no fue retrógrado ni «proimperialista». Es un proceso de lucha justo, legítimo, que se asienta en el hartazgo hacia las mismas penurias y demandas de otros pueblos latinoamericanos. En consecuencia, la actitud de quienes reivindicamos el socialismo no debe ser distinta.
Algunos elementos sirven para entender mejor el motor de las protestas. A fines de 2020, el régimen cubano aumentó el salario mínimo de 17 a 87 dólares (cerca de 600.000 guaraníes). Pero ese aumento fue corroído inmediatamente por el «reordenamiento monetario», que eliminó la coexistencia del peso cubano (CUP) y el peso cubano convertible (CUC), con el que podían adquirirse dólares. Esto hizo que el valor del dólar se disparara, devaluando hasta 70% la moneda nacional reunificada. Oficialmente, un dólar debería costar 24 pesos cubanos. Pero en la calle se cotiza a 60 o más. El gobierno, además, estableció tiendas que aceptan únicamente dólares, euros u otra moneda dura. Esos comercios están mucho mejor abastecidos de productos de primera necesidad que las tiendas que aceptan pesos cubanos, la moneda con la que se perciben los salarios. De esta suerte, no disponer de dólares es un problema serio, puesto que con pesos cubanos no se puede comprar casi nada (3).
El gobierno, en la práctica, ha dolarizado la economía y esto supone una carestía desesperante para el cubano de a pie. El salario real, ajustado a la inflación anual, en 2019 equivalía a 64,3% de su nivel en 1989. La pensión real en 2019, en promedio unos 15 dólares, representaba solo 47% de lo que valía 30 años atrás. Se estima que la inflación de este año se situará entre 270% y 474%, la mayor después del caso venezolano (4).
Un plan económico neoliberal como este, terrible para el pueblo pobre, ciertamente sería denunciado por la izquierda si ocurriera en Brasil, Chile, Colombia, Paraguay, en cualquier otro lugar… ¿Por qué el silencio cuando se trata de Cuba?
A los ataques económicos –que deterioran las condiciones de vida a tal punto que reaparecieron antiguas lacras sociales que la revolución había eliminado, como la prostitución– debe sumarse la inexistencia de derechos a la organización sindical y política. En Cuba, ni siquiera durante el periodo de auge de la revolución, la clase trabajadora gozó de libertad de expresión, manifestación, derecho de huelga, sindicalización o creación de partidos políticos fuera del régimen. La Central de Trabajadores de Cuba (CTC), la única legalizada, es un apéndice del PCC y del Estado. Así, la clase trabajadora recibe golpes estando maniatada, como ocurre bajo cualquier dictadura.
Con el pasar de los días es posible dimensionar más claramente el carácter y el alcance de la represión contra quienes se manifestaron. Las autoridades cubanas niegan la existencia de desaparecidos, pero pululan las denuncias. Elaborado por distintas iniciativas, existe un listado muy detallado de 702 personas detenidas desde el 11 de julio, de las cuales 38 están desaparecidas y 161 fueron puestas en libertad (5). Estos datos cambian constantemente, puesto que las detenciones no ocurrieron solo durante las protestas (6). Hubo cacerías casa por casa en algunos municipios, luego de que la policía identificara algunos rostros por medio de videos publicados en las redes (7). Entre los presos hay muchos menores de edad. Al 27 de julio, según la lista que citamos, los presos de 18 años o menos son al menos 23, puesto que 11 habían sido liberados o absueltos. El 22 de julio, Gabriela Zequeira, de 17 años, fue condenada en un juicio sumario a ocho meses de prisión por haber participado en las protestas (8).
Un día antes, diez detenidos fueron condenados a un año de cárcel en juicios sumarios. Otros dos –los únicos que tenían abogado– cumplirán pena de 10 meses. Entre ellos está el artista audiovisual Anyelo Troya González, fotógrafo y uno de los productores del videoclip «Patria y Vida», que se hizo referencia para muchos manifestantes cubanos. Arrestaron a Troya mientras tomaba fotos de las protestas. Fue acusado por el régimen de promover «desorden público» y condenado a un año de prisión en un juicio relámpago, sin abogado defensor, sin presencia de su familia. Luego, ningún familiar tuvo acceso a una copia de la sentencia. Fue una aberración jurídica propia de los peores regímenes dictatoriales de los que uno pueda tener conocimiento. Otros presos –la mayoría jóvenes, fotógrafos, artistas, periodistas independientes, etc.– están privados de su libertad bajo acusaciones tan arbitrarias como «desacato» o «delitos contra la seguridad del Estado» (9).
El propio presidente del Tribunal Supremo Popular de Cuba, Rubén Remigio Ferro, informó el viernes 23 de julio que 59 manifestantes habían sido procesados penalmente por cometer «disturbios». El magistrado admitió que el número de detenidos «no es un dato que esté disponible» (10).
La represión del régimen castrista, con múltiples violaciones de derechos humanos y normas procesales elementales, despertó la solidaridad de importantes personalidades cubanas, que difícilmente podrían ser acusadas de «gusanos» o «mercenarios».
El cantautor Silvio Rodríguez, icono de la música de la isla y defensor de la revolución cubana, pidió amnistía para todos los detenidos: «Me pidieron que llamara a alguien y que pida amnistía para todos los presos. Recuerdo la última vez que pedí una amnistía. Fue en la Tribuna Antimperialista. Un segundo antes de subir una autoridad me dijo que no lo dijera. Si no digo eso, no digo nada, respondí. Y pude llegar al micrófono. Y entre otras muchas cosas pedí la libertad de aquella gente con quienes no estaba de acuerdo. Y un par de semanas después (no por mi culpa) 70 vidas fueron libres. No sé cuántos presos habrá ahora, dicen ellos que cientos. Pido lo mismo para los que no fueron violentos y cumplo con la palabra empeñada. Ellos no tienen nada que cumplirme porque nada pedí…», escribió (11).
Padura también criticó la represión de la cúpula castrista: «Para convencer y calmar a esos desesperados el método no puede ser las soluciones de fuerza y oscuridad, como imponer el apagón digital que ha cortado por días las comunicaciones de muchos, pero que sin embargo no ha impedido las conexiones de los que quieren decir algo, a favor o en contra. Mucho menos puede emplearse como argumento de convencimiento la respuesta violenta, en especial contra los no violentos. Y ya se sabe que la violencia puede ser no solo física» (12).
Pablo Milanés, uno de los cantautores más reconocidos del país, se posicionó en el mismo sentido: «Es irresponsable y absurdo culpar y reprimir a un pueblo que se ha sacrificado y lo ha dado todo durante décadas para sostener un régimen que al final lo que hace es encarcelarlo. Desde hace mucho tiempo, he venido expresando las injusticias y errores en la política y gobierno de mi país. En el año 1992 tuve la convicción de que definitivamente el sistema cubano había fracasado y lo denuncié. Ahora reitero mis pronunciamientos y confío en el pueblo cubano para buscar el mejor sistema posible de convivencia y prosperidad, con libertades plenas, sin represión y sin hambre. Creo en los jóvenes, que con la ayuda de todos los cubanos, deben ser y serán el motor del cambio…» (13).
René Pérez Joglar, residente, publicó un video el 13 de julio. Se posicionó claramente en contra de cualquier injerencia del imperialismo («EE.UU. está tratando de meterse con otras intenciones»), pero eso no le impidió solidarizarse inequívocamente con las protestas y denunciar la represión del gobierno cubano: «Esta manifestación nace de un pueblo cansado. No es un estallido mercenario ni tampoco algo orquestado desde los EE.UU. Sabemos que los que quieren una Cuba gringa se aprovechan de estas necesidades y forman su propaganda en las redes sociales y medios alternativos, pero no fueron los acomodados de Miramar quienes salieron únicamente a la calle, fue la gente del pueblo la que despertó» (14). En este sentido, sentenció: «El gobierno cubano tiene que decidir si va a actuar con la misma represión con la que ha actuado el gobierno colombiano, en donde han matado gente, desaparecido jóvenes, amenazado familias, o si van a cambiar la historia de los gobiernos represivos latinoamericanos para actuar de manera distinta…». Pues bien, pienso que los más de 700 presos y las farsas judiciales muestran cuál fue la decisión del gobierno cubano…
Para Díaz-Canel, así como para todo el coro internacional de defensores del régimen dictatorial, se hace cada vez más difícil ocultar tanto los justos reclamos populares como la represión.
Es nefasto el papel que cumplen las organizaciones procastristas, que boicotean la solidaridad hacia el pueblo cubano en momentos tan duros, con el argumento de que las protestas son parte de un plan imperialista para derrocar un gobierno y un Estado supuestamente «socialistas». Estas corrientes reducen el problema a la denuncia del embargo comercial de Estados Unidos (que debe ser rechazado y derrotado como toda injerencia imperialista, por supuesto), pero sin decir una palabra sobre las penurias del pueblo ni sobre las víctimas de la represión. Para ellos, todos los males en Cuba tendrían un origen externo a la isla. El afán de «blindar» el régimen cubano de cualquier crítica transforma a esa «izquierda» en cómplice de la represión interna.
El amplio sector procastrista, que se presenta como «antiimperialista» y defensor de un supuesto «último bastión del socialismo», en realidad mancha la causa del socialismo. La revolución cubana de 1959 impactó el mundo y demostró que, eliminando la propiedad capitalista y planificando la economía, era posible conquistar avances materiales y culturales impresionantes. Por eso entusiasmó a varias generaciones de revolucionarios, sobre todo en Latinoamérica.
Pero la realidad es que, a partir de la década de 1990, el capitalismo fue restaurado por la propia dirección castrista, ahora devenida nueva burguesía nacional. El marxismo debe analizar la realidad tal como es. No existe socialización de los medios de producción, planificación económica ni control del comercio exterior. La economía cubana no responde a un plan orientado a satisfacer las necesidades del pueblo sino a los intereses del mercado. Por ejemplo, la pandemia afectó duramente el turismo, el sector más dinámico en Cuba. En 2021, la llegada de turistas se redujo hasta 94% en relación a 2020. Sin embargo, el gobierno cubano dedicó 45,5% de sus recursos a invertir en este ramo casi paralizado, mientras la población sufría escasez de alimentos, bienes básicos, medicinas y todo lo necesario para el combate al covid-19. Entre enero y marzo de 2021, la inversión en turismo (construcción de nuevos hoteles de lujo, principalmente) fue 19 veces mayor que la inversión agropecuaria (que podría paliar la inseguridad alimentaria); 5,2 veces mayor que la industrial; y 84 veces mayor que la inversión en ciencia e innovación tecnológica (15). De hecho, según datos oficiales, entre 2015-2020 las inversiones en el sector turístico cubano experimentaron un crecimiento impresionante de 162,75% (16). Esto no es un plan económico socialista. Es una típica política económica capitalista, que, por medio de inversiones públicas y privadas, fortalece el sector más lucrativo, en detrimento de la alimentación, salud y educación de la clase trabajadora y el pueblo. Es evidente que el embargo es perverso y dañino, pero no es la única explicación de los problemas en Cuba.
La definición anterior es muy importante, porque significa que no estamos ante un «país socialista» sino ante un Estado burgués que promueve y defiende una economía regida por las reglas del mercado, con una escandalosa penetración del imperialismo europeo y canadiense en sectores clave, como el turismo y toda suerte de negocios capitalistas en la zona franca en el puerto de Mariel. Esto pone de manifiesto que el «antiimperialismo» de la «izquierda» procastrista es selectivo, puesto que solo apunta a Estados Unidos y guarda silencio ante los negocios del régimen con otras potencias mundiales.
El régimen dictatorial cumple el papel de maniatar a una clase trabajadora que, sin mínimas libertades, pueda ser ofrecida como mano de obra barata para empresas imperialistas y el enorme complejo empresarial controlado por la cúpula militar, el Grupo de Administración Empresarial SA (GAESA). Se estima que ese consorcio controla entre 30% y 40% de la economía y 80% de las operaciones financieras y de cambio. Está presidido por el general Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, ex yerno de Raúl Castro. Desde abril integra el Buró Político del Comité Central del PCC, el centro neurálgico del poder en Cuba (17).
Por eso, cuando la izquierda «progresista» señala a Cuba como modelo de «socialismo», solo consigue alejar a millones de trabajadores de esa idea. Al posicionarse al lado de la dictadura capitalista cubana y la represión, a pesar de su retórica «antiimperialista», ese sector le hace un enorme favor a la campaña hipócrita del imperialismo estadounidense y de todos los exponentes de la derecha y la ultraderecha tradicionales, que se llenan la boca con augurios de «libertad» y «democracia» para el pueblo cubano pero no tienen otro interés que profundizar la recolonización de la isla.
Al no oponerse al régimen castrista ni denunciar sus crímenes, dejan en manos del imperialismo y de la derecha la justa defensa de las libertades democráticas para la población cubana. Esto hace el juego no solo a la dictadura castrista sino al propio imperialismo que dicen combatir, puesto que dejan el terreno libre a Biden y sus cómplices para incidir entre quienes, con razón, salen a las calles para exigir mejores días.
De cualquier modo, independientemente de las distintas posiciones que existan entre las corrientes de izquierda acerca del carácter del Estado cubano, de su régimen, del papel del castrismo, etc., lo más importante en este momento es concretar una campaña internacional, junto con centenas de activistas cubanos, para liberar a todos los presos políticos.
La solidaridad hacia los presos cubanos debe ser la misma que hemos expresado en el caso de los chilenos, argentinos, colombianos, etc. Todos los pueblos tienen derecho a protestar y levantarse en contra del hambre y las penurias del capitalismo. La defensa de ese derecho, no solo por parte de los socialistas sino de cualquiera que reivindique los derechos humanos, no puede ser selectiva. La lucha en contra de la dictadura castrista es un punto de partida ineludible para una nueva revolución social en Cuba.
Notas
(1) Ver: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-57882931.
(2) Ver: https://internacional.laurocampos.org.br/es/2021/07/un-alarido/.
(4) Estos y otros datos en: https://www.eldiplo.org/notas-web/por-que-estallaron-las-protestas-en-cuba/
(5) Aquí la lista (se actualiza periódicamente): https://docs.google.com/spreadsheets/d/1-38omFpJdDiKTSBoUOg19tv2nJxtNRS3-2HfVUUwtSw/edit#gid=627497176. Datos al 27/07/2021.
(6) Más detalles sobre la confección de la lista de detenidos/as: https://www.facebook.com/periodismodebarrio/videos/630079334634121/.
(7) Ver: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-57882931.
(8) Ver: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-57952376.
(9) Este sitio cubano ofrece detalles sobre los juicios sumarios: https://eltoque.com/juicios-por-protestas-en-cuba-sin-abogados-defensores.
(10) Ver: https://www.elpais.com.uy/mundo/procesan-cubanos-reclamo-libertad-participar-manifestaciones.html.
(11) Ver: https://twitter.com/mjorgec1994/status/1417983467036594177. Ver: https://www.infobae.com/america/america-latina/2021/07/21/silvio-rodriguez-pidio-una-amnistia-para-todos-los-manifestantes-cubanos-detenidos-por-la-dictadura-durante-las-masivas-protestas/.
(12) Ver: https://internacional.laurocampos.org.br/es/2021/07/un-alarido/.
(13) Ver: https://www.facebook.com/pmilanesoficial/posts/347865706793089.
(14) Ver: https://www.instagram.com/tv/CRRwE8Vjg_t/.
(15) Entre enero y marzo de 2021, los «servicios empresariales, actividad inmobiliaria y de alquiler», que incluyen la actividad turística, acapararon 50,3% de la inversión nacional. Ver: https://diariodecuba.com/economia/1621760755_31358.html.
(16) Ver: https://diariodecuba.com/economia/1622217681_31502.html.
(17) Ver: https://www.cubanet.org/destacados/lopez-calleja-pasa-a-integrar-buro-politico-cuba/.