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En julio de 1936, los militares se sublevaron en España para dar un golpe de Estado contra la segunda república. Esta semana recordamos un nuevo aniversario del inicio de la guerra civil española, que es también un aniversario de la revolución social que se desarrolló a la par que el conflicto bélico y que llevó a muchos trabajadores de todas las ciudades del país a ir a la huelga en protesta contra el levantamiento reaccionario, y luego a tomar las armas. No solo ellos: personas de todos los continentes, muchas de las cuales ni siquiera hablaban español ni sabían manejar una bayoneta, fueron a dar sus vidas en un país lejano: eran los voluntarios de las Brigadas Internacionales, que cruzaron océanos, montañas y fronteras, y que dejaron su hogar, su casa, su trabajo, a sus amores y a sus amigos, para ir a decirles a unos desconocidos: «¡Aquí estamos! ¡Cuenten con nosotros!», porque lo que en España se defendía era la libertad del mundo entero. De injusticias, de traiciones y de muertes se ha de escribir necesariamente al recordar contiendas trágicas. Pero también se ha de escribir sobre estas cosas ciertas, que nos consta que existen y que son tan reales como las otras: el valor y la generosidad, la amistad y el amor, la fraternidad y la alegría, porque estas cosas ciertas nos recuerdan lo que en verdad somos y aún podemos ser. Por eso elegimos compartir hoy esta fotografía de Juan Guzmán: así, el sol en la cara, mirando a la cámara desde lo alto de la azotea del Hotel Colón de Barcelona, sonreía Marina Ginestà un mes de julio como este, pero de 1936, a los diecisiete años de edad, fusil al hombro.