El apartheid de las vacunas

En medio de la actual pandemia, liberar a la ciencia de las cadenas del lucro y detener la mercantilización de la salud se vuelve crucial para defender el derecho a la vida, y la ruptura de las patentes se convierte en uno de nuestros principales retos. Sobre la presente crisis, una de las más dramáticas que ha conocido la humanidad, escribe el historiador Ronald León Núñez, en exclusiva para los lectores del Suplemento Cultural.

¿CUÁNDO HABRÁ COBERTURA TOTAL EN CADA PAÍS?
¿CUÁNDO HABRÁ COBERTURA TOTAL EN CADA PAÍS?Deutsche Welle.

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En el último decenio del siglo pasado, la propaganda sobre la supuesta superioridad del capitalismo, aquella que decretó el «fin de la historia», se hizo hegemónica. Tres décadas después, sostener ese canon de modo serio es labor casi imposible. La pandemia del covid-19, una de las crisis humanitarias más dramáticas que haya enfrentado el mundo, puso a prueba el dominio del capital como modo de producción y organización social. El capitalismo, una vez más, fracasó.

A comienzos del siglo XX, el capitalismo dejó atrás su época premonopólica para convertirse en un orden mundial caracterizado no solo por la explotación de la fuerza de trabajo por el capital dentro de los límites de cada nación, sino por el incremento colosal de la opresión colonial y el sometimiento financiero de la mayoría de la humanidad por un puñado de países ricos. El ápice del expansionismo sobre nuevos mercados y fuentes de materias primas, que rediseñó el sistema internacional de Estados, fue la carnicería que significó la Primera Guerra Mundial. En 1914, puede decirse, el capitalismo inició su fase decadente, el imperialismo.

En medio de la pandemia más letal en un siglo, ese concepto se sintetiza en un hecho: el 60% de las vacunas que serán producidas en 2021 están acaparadas por Estados que representan el 16% de la población mundial. A finales de marzo se habían administrado 536 millones de dosis, de las cuales el 76% se concentró en los diez países más ricos (1). Esto determina que solo una de cada diez personas que habitan en países pobres será inmunizada este año. Está en curso un genocidio a escala planetaria.

Haber desarrollado no una sino varias vacunas eficaces contra el covid-19 en menos de un año supone una inmensa conquista de la humanidad. Sin embargo, este salto de la ciencia no está al servicio de derrotar la pandemia, sino de enriquecer a los magnates de unas pocas megacorporaciones farmacéuticas y empresas de biotecnología. Las vacunas, como todo bajo el imperio de las leyes del capitalismo, son mercancías solo a disposición de quien pueda pagar por ellas.

Todo el ciclo de investigación, producción, distribución y aplicación de los inmunizantes no está regido por criterios sanitarios –salvar vidas– sino por las reglas del mercado.

El problema comienza con la capacidad de producción. Las compañías aseguran poder fabricar cerca de tres mil millones de dosis en 2021, lo que a lo sumo alcanzaría para inocular a un tercio de la población mundial. Ese nivel de producción está muy lejos de lo necesario para vacunar al 70% de la población global, única forma de derrotar la pandemia, puesto que esta meta implica disponer de al menos diez mil millones de dosis.

La escasez originó la conocida «guerra de las vacunas». Mucho antes de haber concluido el periodo de pruebas, los Estados ricos compraron la mayor cantidad de los antígenos por medio de contratos secretos. De modo que garantizaron dosis suficientes para inmunizar no una sino varias veces a sus propias poblaciones. Canadá dispondrá de nueve dosis por habitante; Estados Unidos, de siete; la Unión Europea, de cinco. Por otro lado, muchos países no recibirán sus primeras dosis hasta 2023. El mapa de vacunación mundial resignifica la desigualdad entre el norte y el sur del planeta: ahora delimita el apartheid de las vacunas.

Esta asimetría, además de obscena, es inútil para superar la pandemia. De nada sirve que la población de unos pocos países sea inmunizada si el nuevo coronavirus continúa circulando en otras partes del mundo. Si no se lo erradica, seguirá transmitiéndose y mutando, creando nuevas variantes que podrían invalidar la eficacia de las vacunas existentes. Es lo que ocurre actualmente. En la medida en que no existen medidas reales de distanciamiento físico y el ritmo de vacunación es lento, el SARS-CoV-2 desarrolló las cepas «británica», «sudafricana» y «brasileña», más transmisibles y, posiblemente, más letales.

Los habitantes del «apartheid de las vacunas», en ese caso, deberían mantenerse aislados del resto, algo imposible en el contexto de un mercado mundial dependiente de una constante circulación de mercancías y fuerza de trabajo.

El «nacionalismo de las vacunas» puede parecer completamente irracional –y lo es–, pero ese desequilibrio, ese caos, es coherente con la lógica del capitalismo, que sin excepción priorizará el lucro de pocos en detrimento de la salud –y de la vida– de la especie humana y el planeta.

Es necesario prestar oídos a la ciencia, comprender que en medio de tamaña emergencia planetaria no existe punto medio. Nadie estará a salvo hasta que todos lo estemos.

La escasez de vacunas puede ser difícil de entender: ¿el desarrollo tecnológico e industrial, en pleno siglo XXI, no es capaz de cubrir esta necesidad?

Aquí entra el problema de las patentes. Este instrumento jurídico permite a las farmacéuticas y otras empresas explotar una invención durante 20 años desde su concesión. Las patentes son la base sobre la que descansa el monopolio del conocimiento científico y las nuevas tecnologías, permitiendo que las empresas –no el interés de la salud global– determinen la escala de producción y el precio de los inmunizantes o tratamientos, en este caso contra el covid-19.

Las reglas de propiedad intelectual son la principal barrera para que las vacunas puedan ser producidas en países con capacidad industrial adecuada pero ociosa, como Canadá, Brasil, México, Argentina, India, Egipto, Corea del Sur, entre otros. Sin ellas, serían posibles la producción y el suministro a escala masiva, abaratando todo el proceso y, en consecuencia, acelerando la vacunación en todos los países.

La gravedad de la crisis hizo que incluso Estados burgueses periféricos, como la India y Sudáfrica, solicitaran ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) la suspensión de las patentes de las vacunas, medicamentos, pruebas de diagnóstico y cualquier tecnología médica que pueda ser útil contra el covid-19 mientras dure la pandemia. El documento, apoyado por más de 100 países y otras 370 organizaciones internacionales, insta a los gobiernos de los países desarrollados a que «antepongan la vida de las personas a los monopolios empresariales» (2).

La propuesta, como se preveía, recibió un rotundo rechazo de los principales Estados imperialistas. Estados Unidos, la Unión Europea, el Reino Unido, Suiza, Japón, Canadá, España, entre otros, se unieron para mantener el monopolio de la producción de los antígenos, alegando que la seguridad jurídica es un incentivo fundamental para que el sector privado continúe invirtiendo en nuevas tecnologías. Hubo dos reuniones en febrero y una en marzo, y todas negaron la suspensión de las patentes. Se espera que el debate continúe en abril.

Pero la posición monopolista no cupo solo a los países ricos. Brasil, un país periférico que atraviesa su peor momento en la pandemia, también se opuso a declarar las vacunas un «bien público global». De ese modo, el país vecino no solo priva de los inmunizantes a su propia población sino a la de otras naciones de la región, como Paraguay, puesto que Brasil cuenta con una industria capaz de producir vacunas por millones.

Recientemente, Boris Johnson, primer ministro británico, declaró que la existencia y el éxito de las vacunas se deben a la «codicia» y al «capitalismo» (3). En realidad, es lo opuesto. El capitalismo limita cualquier avance científico en el que la burguesía no identifique una oportunidad de lucro inmediato. Por eso no se desarrolló una investigación consecuente para obtener una vacuna después del susto del SARS-CoV-1 que surgió en 2003 en los países del sudeste asiático. Como esa epidemia fue controlada relativamente rápido, el potencial de lucro de la industria farmacéutica se desvaneció y el mundo quedó a merced de un nuevo brote, que ocurrió a finales de 2019 (4). El capitalismo demostró ser un chaleco de fuerza que aprisiona la ciencia.

Por otro lado, sostener que el mundo debe la existencia de las vacunas al riesgo asumido por los capitalistas es una enorme mentira. Las vacunas contra el covid-19 solo fueron posibles porque existió una inyección robusta de fondos públicos.

De acuerdo con la empresa de análisis de datos científicos Airfinity, los gobiernos concedieron «a fondo perdido» US$ 8.600 millones; organizaciones sin fines de lucro cerca de US$ 1.900 millones; y solo US$ 3.400 millones provino de la propia inversión de las empresas. En suma, el 61% de la inversión destinada al desarrollo de las vacunas provino de arcas públicas, contra el 24% aportado por las empresas (5).

Si bien los contratos entre las empresas y los Estados son secretos, se sabe que Oxford-AstraZeneca recibió, por lo menos, US$ 2.220 millones; Novavax, US$ 1.570 millones; Johnson & Johnson, US$ 819 millones; Moderna, US$ 562 millones; entre otras.

De tal suerte que el desarrollo de las vacunas no escapó a una conocida norma del capitalismo: la producción es social, mientras que la apropiación de las ganancias es privada.

La propia AstraZeneca afirmó que el desarrollo de las vacunas no tendrá implicaciones financieras para la empresa, puesto que «se prevé que los gastos para hacer progresar la vacuna se compensen con fondos de gobiernos y organizaciones internacionales». Sin embargo, sus directivos admiten que el precio de la vacuna podría llegar a 20% más del coste de producción (6).

Lo cierto es que, sin el dinero público, sea a través de subvenciones directas para la I+D de las vacunas o mediante los contratos de compra anticipada, difícilmente las empresas del ramo hubieran asumido el riesgo.

El capitalismo no hizo posibles las vacunas, como celebra Boris Johnson. El capitalismo, eso sí, parasitó el proceso colectivo de conocimiento científico para beneficiarse de lo que, para muchos, es «el negocio del siglo».

A la par que succionan miles de millones de dinero público, la industria farmacéutica aumenta su valor de mercado. Mientras millones enferman, mueren, pierden sus empleos o fuentes de ingreso en el mundo, los accionistas de las empresas que desarrollaron las vacunas se enriquecen cada vez más. En 2020, las biotecs experimentaron un crecimiento alucinante en la Bolsa. Moderna, Novavax y CureVac registraron alzas superiores al 400% desde el inicio de la pandemia. Por otra parte, Pfizer creció 18%; Johnson & Johnson, 9,1%; y AstraZeneca, 15,5% (7). Los seis laboratorios que lideran el mercado de las vacunas obtuvieron una valorización de más de US$ 85 mil millones al cierre de 2020 (8).

La salida que el establishment propone ante la escasez de inoculantes en «países de renta baja y media» es el mecanismo Covax, liderado por la OMS. El objetivo es inmunizar al 20% de la población mundial de mayor riesgo en 2021. Pero Covax es a todas luces insuficiente. En primer lugar, porque no resuelve el problema principal: la producción. En la práctica, se limita a redistribuir excedentes que los países ricos opten por «compartir» con los pobres. Covax, como cualquier otro comprador, debe «competir» por el 40% de las vacunas que serán producidas y que no fueron acaparadas por las principales potencias. Para peor, dispone de US$ 2.000 millones, cuando hacen falta US$ 5.000 millones. Resultado: hasta ahora el fondo se ha hecho con 700.000 dosis, cuando la meta es de 2.000 millones.

No se trata únicamente de la incompetencia y la corrupción grosera de los gobiernos. El problema es estructural. El capitalismo ha fallado.

No existe una salida efectiva para la clase trabajadora mientras la salud esté en manos de la clase capitalista. Para los poderosos, que pueden saltarse la fila de la vacunación y ser atendidos de la mejor manera posible, o bien hacer «turismo de vacunas» en Miami, la vida de millones de trabajadores no interesa.

El lema de la burguesía mundial es: «no importa cuántos mueran, los negocios no pueden parar». Esta lógica es de hierro bajo el dominio del capital. La pandemia dejó claro que estamos en la misma tormenta, pero no en el mismo barco. Según Forbes, el número total de multimillonarios se disparó durante la emergencia sanitaria. Existen 2.755 multimillonarios, 30% más desde el año pasado. Además, 86% de ellos aumentaron sus fortunas en 2020. En Estados Unidos, por ejemplo, los 400 individuos más ricos detentan una riqueza equivalente al 18% del PIB, el doble que en 2010 (9% del PIB) (9). Entretanto, la base de la pirámide se ensanchó. De acuerdo con la Cepal (datos para Latinoamérica), en 2020 la pobreza subió a 209 millones (33,7%), 22 millones más que en 2019. De ese total, 78 millones de personas (12,5%) sobreviven en situación de extrema pobreza, ocho millones más que el año anterior. Estos son los peores indicadores en 12 y 20 años, respectivamente (10).

Este es el rostro del capitalismo. El rey está desnudo.

Mientras impere la dictadura del mercado, la inmunización de la humanidad será una quimera. Por ello, la lucha por la ruptura de las patentes es uno de los retos principales. Es necesario detener la mercantilización de la salud. La vida es un derecho. Es necesario liberar la ciencia de las cadenas del lucro. Es momento de actuar, o la barbarie se impondrá definitivamente.

Notas

(1) Ver: <https://www.swissinfo.ch/spa/coronavirus-oms_oms–se-han-superado-500-millones-de-vacunaciones–pero-a%C3%BAn-hay-desigualdad/46488768 .

(2) Ver: <https://www.elespanol.com/invertia/observatorios/sanidad/20201019/ong-limitar-patentes-vacunas-tratamientos-frente-covid/529447460_0.amp.html

(3) Ver: <https://www.theguardian.com/politics/2021/mar/23/greed-and-capitalism-behind-jab-success-boris-johnson-tells-mps>.

(4) Ver: <https://www.uol.com.br/vivabem/noticias/bbc/2020/04/10/coronavirus-como-o-mundo-desperdicou-a-chance-de-produzir-vacina-para-conter-a-pandemia.htm .

(5) Ver: <https://www.bbc.com/mundo/noticias-55293057?fbclid=IwAR3F8ebgFUxTe-KwoB6b6jN2T9ai7raA7ntRvSNzbteHl2PR6SQJxIO4iw0>.

(6) Ver: <https://msf-spain.prezly.com/los-gobiernos-deben-exigir-a-las-farmaceuticas-que-hagan-publicos-todos-los-acuerdos-de-licencia-de-vacunas-de-covid-19 .

(7) Ver: <https://cincodias.elpais.com/cincodias/2020/11/26/companias/1606411859_470807.html>.

(8) Ver: <https://www.youtube.com/watch?v=2UHxJpSYloA .

(9) Ver: <https://magnet.xataka.com/en-diez-minutos/2020-no-le-fue-mal-a-todo-mundo-numero-milmillonarios-aumento-30.

(10) Ver: <https://g1.globo.com/economia/noticia/2021/03/04/pandemia-eleva-pobreza-na-america-latina-a-niveis-mais-altos-em-12-anos-diz-cepal.ghtml .

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