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Llegó marzo. El 13, después de ayudar a cientos de víctimas del coronavirus, el paramédico italiano Diego Bianco falleció a los 46. Una semana después, el neurocirujano Hugo Díez Pérez se convirtió en el primer muerto de la pandemia en Paraguay. A lo largo del año lo siguieron, entre otros, los doctores Carlos Domínguez y Jorge Bordón en Alto Paraná, el clínico Christian Valenzuela y el oftalmólogo Augusto Recalde, en Asunción; el oncólogo Javier Pescador, de Encarnación; el doctor Liberato Codas, en Itapúa, víctimas –como tantos pacientes y trabajadores de la salud, como los trabajadores y usuarios del transporte urbano, como los trabajadores de diversos sectores públicos y numerosas empresas privadas– de la precariedad de un sistema que arrastra sus deficiencias desde hace mucho.
El 15 de marzo, tras dejar su impronta en el estadio barcelonés de Montjuïc, el Agadir de Marruecos, el milanés barrio Bicocca, Vittorio Gregotti, figura clave en la posmodernidad arquitectónica italiana, falleció a los 92 años. El 18 murió el violinista francés Jean Leber, a los 80. El 19 les siguieron Olivier Stokes Jr., a.K.a. DJ Black N Mild, que llevó a la radio el Bounce de Nueva Orleáns, a los 44, y el cantante congoleño Aurlus Mabélé, el «Rey del soukous», a los 67.
Mike Longo, que tocó en la banda de Dizzy Gillespie, murió el 22 de marzo. El 23 murió Lucía Bosé, que trajo aire fresco a la España asfixiante del franquismo con películas como Muerte de un ciclista, de Bardem. El 24 murieron Terrence McNally, conocido por obras como Ragtime y por su versión para Broadway de El beso de la mujer araña, de Manuel Puig, y Manu Dibango, patriarca del jazz africano que grabó Soul Makossa en 1972. El 25 murieron Floyd Cardoz, que llevó el color y picante de Bombay al Manhattan de los 90 en su restaurante Tabla, a los 59 años, y Mark Blum, amable rostro secundario de Hollywood desde los 80 y últimamente presente en series como Sucesión, a los 69. Archienemigo de los rascacielos y demás formas de «vandalismo» urbano, arquitecto que construía poco y escribía mucho, terco crítico del poder, Michael Sorkin murió a los 72 años el 26 de marzo, igual que la «Princesa Roja», María Teresa de Borbón-Parma, que nunca se casó ni tuvo hijos y prefirió estudiar Ciencias Políticas en La Sorbona.
Aunque I love Rock and Roll –estrenado con The Arrows en 1975 y cantado por muchos, de Joan Jett a Britney Spears– sonará mientras haya vida en el tercer planeta, su autor, Alan Merrill, murió a los 69 años el 29 de marzo, el mismo día que la estrella country de los 90 Joe Diffie y un día después que el luchador antifranquista «Chato» Galante, que querelló al torturador «Billy el Niño» –muerto impune en mayo, también víctima de la pandemia– por delitos de lesa humanidad en el 2018.
Protegido de Miles Davis y continuador de su estilo, el trompetista Wallace Roney falleció a los 59 el último día del mes, igual que Rafael Gómez Nieto, combatiente de la Nueve, que encabezó la liberación de París en 1944, y Andrew Jack, el Mayor Ematt en los episodios VII y VIII de Star Wars.
El primer día de abril fallecieron el legendario pianista de bebop Ellis Marsalis Jr. a los 85 años, el guitarrista «Bucky» Pizzarelli a los 94 y Adam Schlesinger, miembro de Fountains of Wayne, Ivy y Tinted Windows y autor de That Thing You Do!, hit del film homónimo de Tom Hamks, a los 52. Al día siguiente, el historietista argentino Juan Giménez, dibujante de La casta de los Matabarones, escrita por Jodorowsky, y autor de obras como Ciudad, murió a los 76. John Prine, cantor de batallas perdidas de personajes sin redención desde las raíces del country y el folk de los Apalaches, de 73 años, y el banjo Eddy Davis, de 79, murieron el 7. El 10 les siguió Salvatore Scilanga, oficial de la Guardia Costera italiana de 51 años que rescataba del mar a quienes lo atraviesan en barcos desvencijados huyendo de la pobreza y de la guerra.
Martin Gardner dedicó su Carnaval matemático «A John Horton Conway, cuyas continuas contribuciones a la matemática recreativa son únicas por su combinación de profundidad, elegancia y humor». Asombroso creador del «juego de la vida» y uno de los matemáticos más prolíficos y versátiles de nuestra era, John Horton Conway falleció el 11 de abril a los 82.
Con los Style Masters de los setenta –pioneros como Chain 3, Kool 131 y Kase 2–, Nic 707 aprendió a pintar los muros del Bronx y Harlem y los vagones del metro, clásicos lienzos de grafiteros. Había nacido en Buenos Aires como Fernando Miteff, pero vivió y creó en Nueva York, y allí murió el 12 de abril a los 60.
Tras haber conocido la pobreza y dejado la música por más de tres décadas para sobrevivir con trabajos mal pagados, el contrabajista Henry Grimes, gran nombre del free jazz, murió el 15 de abril a los 84 años. Después de haber trabajado con Miles Davis, Charlie Mingus y Bill Evans, el saxofonista Lee Konitz falleció el mismo día a los 92. Y también falleció ese día, a los 77, el director de fotografía Allen Daviau, que en E.T., de Spielberg, nos regaló la imagen de la bicicleta voladora sobre la luna.
Hijo de enfermera mapuche y militante comunista, exiliado durante el régimen de Pinochet, el novelista chileno Luis Sepúlveda murió al día siguiente, 16 de abril, a los 70. Después de sobrevivir elegantemente a la década de 1960 cambiando sus hits veraniegos y su imagen juvenil por el aire curtido de un dandy decadente, el cantante francés Christophe falleció en un hospital bretón ese mismo 16 de abril a los 74. Autodidacta en todos los instrumentos que tocó, virtuoso en cada uno de ellos, tras una extraña existencia que vivió en parte en la calle y en parte en los manicomios, el gran Giuseppi Logan murió a los 84 al día siguiente, 17 de abril. Igual que Matthew Seligman, de 64, que acompañó en el bajo a David Bowie, aportó su sello a Chrissie Hynde y Peter Murphy e integró The Soft Boys, grupo que no conquistó el éxito comercial pero sí el respeto de los REM y los Flaming Lips.
Nacido en el Bronx como Fredrick Thomas, el ingenioso rapero de la voz ronca y las rimas graciosas Fred the Godson, a.K.a. Big Bronx, a.K.a. Gordo, murió el 23 de abril a los 35 años, precedido la víspera por Enrique Castellón, «El Príncipe Gitano», de 92.
Mayo empezó con la muerte de Dave Greenfield, tecladista de The Stranglers, el 3. El 7, el rapero Ben Chijioke, a.K.a. Ty, que debutó con el álbum The Awkward en el 2001, murió a los 47 años. El mago Roy Horn, que reinó en las noches de Las Vegas en dúo con Siegfried Fischbacher, murió el 8 a los 75. El cacique Messías Kokama, fundador de la Comunidad Parque das Tribus-Tarumá, en Manaos, murió el 13 de mayo a los 53. El 29, el futbolista boliviano Román Guzmán falleció a los 25.
El 2 de junio, el cantante Chris Trousdale, otrora miembro del grupo juvenil Dream Street, camarero después en un bar de sushi, falleció a los 34. El líder del pueblo kayapó Paulinho Paiakan, defensor de la Amazonia, falleció el 16 a los 66 años. Tras una vida de luchar por los pueblos del Xingú, guardianes de la tierra, el cacique Aritana Yawalapiti murió el 5 de agosto en Goiania a los 71. El 6 de setiembre murieron el bluesman Sterling Magee, a.K.a. Mr. Satan, a los 84, y Bruce Williamson, de The Temptations, a los 49. Tommy DeVito, de The Four Seasons, que tuvo su esplendor en la década de 1960, murió el 21 de septiembre a los 92. Y tres días más tarde el cantante paraguayo Rolando Percy, que empezó en Los Blue Caps, formó los Big Ben, ganó el Festival de Mar de Plata en 1971 y representó a su país como solista en varios festivales internacionales, murió a los 73.
Capaz de crear elaboradas fábulas a partir de un trazo de lápiz, el diseñador Kenzo Takada falleció el 4 de octubre a los 81 años. Hijo del bajo Alexander Filipovich Vedernikov y la organista Natalia Nikolaevna Gureeva, el director de orquesta Alexander Vedernikov murió el 29 a los 56. Al día siguiente, Claudio Garbolino, otrora tecladista de Vilma Palma, murió a los 54.
Cuando era una veinteañera rebelde su padre le dijo: «O cambias, o te vas», y se fue para no volver. La fiancée du pirate, film de culto sobre una joven que se venga de los aldeanos que la rechazan, volvió un icono de la nouvelle vague a la cineasta argentina Nelly Kaplan, muerta en Ginebra el 12 de noviembre a los 89 años. Seis días después, el 18, «Martillo» Roldán, boxeador argentino que según la leyenda peleó con un oso y podía comer una vaca entera, falleció a los 63.
Honestie Hodges tuvo más suerte que otros afroamericanos cuando, a los 11 años, a punta de pistola, la llevaron esposada a comisaría, pues la dejaron ir y sobrevivió al mal trago. Pero no sobrevivió a la desigualdad. El 9 de noviembre se sintió mal, dio positivo al covid-19 en el hospital y la mandaron de regreso a casa. Murió el 22 a los 14 años.
El popular periodista deportivo Javier Sosa Briganti, uruguayo de nacimiento y paraguayo de adopción, falleció el 24 de noviembre a los 64. Famosa por el humor y desenfado de sus videos en vietnamita sobre la vida en Alemania y su canción del 2018 Tu Tin (Confianza), pista de hip-hop llena de amor por el propio cuerpo y desafío a las convenciones estéticas, la vloguera y rapera vietnamita-alemana Brittanya Karma falleció el 29 de noviembre a los 29 años.
Llevó medicinas en bici a partisanos heridos en las montañas, mapas entre las páginas de libros de Cicerón, bombas bajo la ropa... Y luego de toda una vida de desafiar a la muerte desde que, casi niña, luchaba clandestinamente contra el fascismo en la Italia de los 40, el 7 de diciembre a los 96 años murió Lidia Menapace.
En Milán, Gianni Bernardinello amasó a diario pan y pizzas que dejaba en canastas afuera de su panadería para ayudar a los más afectados económicamente por la pandemia, hasta que enfermó y falleció el 9 de diciembre a los 76. Al día siguiente, también a los 76, murió Carol Sutton en Nueva Orleáns. Crocodile, de 1996, la historia de un vagabundo que salva a una mujer del suicidio y luego la viola, fue el primer largometraje del surcoreano Kim Ki-duk, que impactó con sus retratos de violencia y pobreza y falleció el 11 de diciembre a los 59. La «leyenda negra de la música country», Charley Pride, que de niño había trabajado en los campos de algodón, falleció al día siguiente, 12 de diciembre, a los 86.
Cuando hace unos días Dolly Parton supo que su amigo Charley Pride había muerto, dijo: «Es aún peor saber que murió de covid 19. ¡Qué virus tan horrible!». Esta lista de quienes perdimos por la pandemia en el 2020 está incompleta: faltan otros ilustres y faltan cuantos murieron en el anonimato, pero, aun así, su diversidad refleja en parte la extraordinaria riqueza de la vida humana. Todas las vidas importan. No queremos volver a leer la frase «por complicaciones derivadas del coronavirus» nunca más en los próximos siglos y milenios. Termina el 2020. Ya te llevaste a muchos. Ahora, andate vos.