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Desde el sábado 9 de mayo, el mundo gira más lento, y no, no es un nuevo fenómeno científico recientemente descubierto, se trata de la partida de un grande del rock ‘n’ roll, si no de uno de sus mismísimos creadores, pero esa sería otra discusión. Desde ese sábado, el mundo ha perdido una fuente de electricidad y energía prácticamente incalculable. Es que Richard Wayne Penniman, mucho más conocido como Little Richard, ha partido a hacerles perder la compostura a los ángeles, pero bien que se aseguró de hacérsela perder primero a todo un planeta, desde su «A wop bom a loo mop a lomp bom bom», o sea «Tutti Frutti» (no debería ser necesario que nadie se explaye sobre el tema, pero si no sabes de qué estoy hablando deberías dejar de leer esto y correr a escucharlo; me lo vas a agradecer), pasando por la archiconocida «Long Tall Sally», que los Beatles versionaron, con poca justicia, a juicio de este humilde servidor, la romántica «Babe Face» y la irrazonable «Lucille», irrazonable porque no se puede razonar ni pensar en nada más mientras tus pies se mueven con irreverente voluntad propia, entre otras, y aquí detengo la lista porque esto no es un ranking y no sería justo.
¿Que soy negro? Y qué. ¿Que soy muy gay? Y qué. ¿Que ya no lo soy? Y qué. Y qué, parecía gritar y aullar mientras golpeaba su piano y el mundo lentamente, o debería decir rápidamente, se rendía a los pies del «Rey y Reina del Rock and Roll», según –tiempo después– sus propias palabras.
Dueño de una personalidad y una sexualidad siempre controvertidas, estuvo envuelto en no pocos escándalos, desde su detención por espiar hombres en los urinarios de una estación de autobuses hasta declaraciones posteriores como «¿Que cuál es mi sexualidad? ¡Soy pansexual!». Debemos agregar que también estuvo casado, entre 1957 y 1963, con Ernestine Harvin, para poner más salsa a esta ensalada, sin olvidar su posterior «recuperación» y entrega a una vida religiosa no sin altibajos, claro. Little Richard siempre supo vivir a su propio ritmo.
Hay seres que merecen eternidad, pero llega un día en que los frágiles cuerpos humanos, incluso los de nuestros ídolos, ya no pueden darnos lo que les pedimos. Un poco más de ese ritmo trepidante, un poco más de esa voz prodigiosa. Y lo que hoy nos convoca, finalmente, es rendir homenaje a uno de los artistas más influyentes de aquel siglo que fue entre todos el que tuvo más vocación de futuro, y que ya es el siglo pasado. Al creador del aullido más famoso de la historia de la música popular. A un artista que supo ser influencia de otros grandes del género, como Jimi Hendrix, James Brown, Otis Redding, The Beatles, Bob Dylan, The Rolling Stones, etc. Y, por qué no, posiblemente de próximas generaciones. Eso solo podrá decirlo el porvenir. De lo que no cabe duda, al menos para mí, es que desde el sábado 9 de mayo del 2020 el mundo baila más lento, porque ha perdido a un innegable enloquecedor de caderas. Buen viaje, arquitecto del rock.
A wop bom a loo mop a lomp bom bom.