Usos actuales de la fotografía en la construcción de los imaginarios: el caso de Fotociclo

Benjamin analiza el papel de la fotografía en la construcción de los imaginarios sociales; Barthes, el de los elementos extrafotográficos en la construcción del sentido de la imagen; Sontag, el del embellecimiento fotográfico del mundo en la construcción de nuestra mirada: tres autores ya clásicos pero con mucho que decir sobre los usos de la fotografía hoy.

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Foto 1Archivo, ABC Color

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Historiando muy simplistamente, el maridaje entre fotografía e industrias culturales detonó en el siglo XX una explosión de imágenes y publicaciones –manuales, catálogos, folletos, revistas...– que en la era digital se expande en progresión geométrica, sin tinta: millones de fotos de todo el mundo saturan la web a diario a un ritmo inimaginable para Walter Benjamin, Roland Barthes o Susan Sontag. Cuyas reflexiones, sin embargo, son más pertinentes que nunca para pensar la fotografía en el contexto actual.

I

Para graficar la relación entre industrias culturales y fotografía, quiero tomar algunos ejemplos de Fotociclo, proyecto de un coworking llamado Buena Vista Work Klub. El modo de difusión que eligen es la web, desde un blog (http://blog.fotociclo.org/) y las redes sociales, con posts diarios en instagram y facebook. La usina creativa concibió el proyecto, que consiste en un «vehiculo kurtural» que recorre los barrios de Asunción, para, según declaraciones en entrevistas, «reflexionar sobre la ciudad con fotos, que sea este el disparador para que la gente tome conciencia a nivel urbanístico, de las diferentes realidades que vivimos».

Muchos de sus posts superan los mil likes y, entre emojis de alegría y sorpresa, todos son profusamente compartidos. Uno del 29 de enero de 2017, por ejemplo –un atardecer en el río con una nube naranja sobre reflejos de cauces de agua– tuvo 5.2K de likes y 471 shares. Los epígrafes casi siempre cuentan lo que la foto muestra. Por la misma fecha, un arcoiris, también al atardecer, con el sol contra una fachada, lleva este: «Luego de la tormenta, vuelve el sol a la ciudad». Si las fotos, en sí mismas bellas, agradan, mediante su obviedad y redundancia los epígrafes cancelan cualquier resquicio de incertidumbre.

Mirando sus posts, vemos que predominan dos tipos de imágenes. El primero, fenómenos climáticos –la luna brilla, se pone el sol, llueve–, siempre en horarios en que la luz natural invade o tiñe (¿embellece?) todo. Estas panorámicas, desde puntos de vista elevados y con la mirada distante característica del dron, celebran principalmente la naturaleza: los colores del cielo, las nubes, la luna, el sol poniente. Y a veces algún elemento urbano nos recuerda la ciudad. Un post de un 13 de febrero –víspera del día de los enamorados–, con 6K de likes y 421 shares, sintetiza todo esto: edificios a contraluz en el ocaso con el sol como centro de un círculo naranja que llena la foto y el epígrafe: «Asunción encuentra su hora mágica» (Foto 1).

El segundo tipo recurrente de imágenes son vistas aéreas de la ciudad, típicas del dron. Copas de árboles de diversos verdes o lapachos / chivatos / jacarandás en flor en una u otra plaza. Estas se intercalan con vistas panorámicas de arterias y cruces de avenidas desde muy alto y lejos (a veces hasta nos cuentan la altura a la que estaba el dron), a la hora en que se mezclan la luz del atardecer o el amanecer y la del alumbrado público y los automóviles en movimiento. La mayoría son literales, pero a veces hay tomas más abstractas.

Menos frecuente es un tercer tipo de foto que registra alguna manifestación o actividad. Solo en estas el foco está en personas y acciones humanas, actos especiales o culturales o sucesos cotidianos. Cuando los epígrafes expresan críticas, la imagen solo constata el hecho. Indexicaliza, digamos, testimonia que eso (una manifestación, un concierto) sucedió. Y que el fotógrafo estuvo ahí. Les subyace el supuesto antonomásico de la veracidad fotográfica, sostén de la concepción realista de la fotografía.

Lo que tienen en común los tres tipos de imágenes es que en todas predomina la belleza. Incluso cuando el texto desliza algún aspecto negativo (por ejemplo, el mal estado de las veredas), se escoge una bella foto. En estos casos, la contradicción entre lo explícito en los epígrafes y las imágenes seleccionadas se palpa en que cuesta no deleitarse con la toma para poder ver el «problema estructural». Así, el empleo de las fotografías por parte de los editores y el tono de las comunicaciones están más cerca de la celebración de la decadencia y la romantización de la pobreza que de la denuncia (Foto 2).

Pero Fotociclo no es solo un banco de bellas fotos, sino un proyecto cultural colectivo «impulsado por Sintetista y la Red Paraguaya de Ciudades Sustentables, con el apoyo de la Secretaria Nacional de Cultura, la Facultad de Ciencias y Tecnología de la Universidad Católica y El Ojo Salvaje». Con semejantes avales, me resulta interesante pensar el imaginario de fotografía que subyace a la propuesta de Buena Vista, y cómo se vinculan fotografía y belleza en proyectos de este tipo.

II

La fotografía de registro directo o snapshot es hoy un lenguaje internacional: así retrata el mundo National Geographic. Con la fotografía digital y el abaratamiento de cámaras y lentes, mucha gente produce estas imágenes, cerradas en sí mismas y basadas en la organización formal, equilibrada y bella (de hecho, en varios posts la gente sube sus propias fotos, muy similares a la posteada). A veces forman series o temas, pero su consistencia está en la composición, la luz, el color o los tonos y el encuadre. Recorrer barrios es una práctica de fotoclubes, grupos de personas deseosas de aprender a tomar fotos o de tener un pasatiempo que siguen talleres y, como actividad práctica, salen a la calle. La foto lograda es la que encontró un ángulo nuevo, llamativo, o captó una luz «especial» o un momento que arranque una sonrisa o una lágrima al espectador. Así, Fotociclo da talleres cuyos participantes, en caminatas o «safaris fotográficos», recorren la ciudad con algún tema o consigna. Es el modelo del fotoclub, cuyos resultados se pueden apreciar en instagram en #CicloDeTalleres. También tiene mucho en común con lo que hacemos cuando somos turistas y deambulamos fotografiando rincones, gente del lugar, monumentos: lo que nos «sorprendió», gustó o pareció representativo del sitio visitado.

Por otro lado, es claro que el concepto de fotografía que subyace al proyecto Fotociclo es el que la considera un medio de registro mecánico, transparente, capaz de mostrar la realidad simplemente por estar allí. En su web, se presenta incluso como un «Vehículo kurtural recorriendo los 70 barrios de Asunción», casi como si no hubiera un conductor que elige el trayecto. Y menos dónde parar y hacer fotos. Sin punto de vista. La intencionalidad queda no dicha.

Si bien entre los objetivos explícitos se declara el de crear el mayor banco de imágenes de la capital paraguaya, al decir que «Lo que se quiere es utilizar la fotografía como un medio para reflexionar la cotidianeidad. Mediante esa reflexión, se busca promover la ciudadanía, el ejercicio de los derechos para cambiar la realidad y mejorar la calidad de vida» queda claro que Fotociclo no es un proyecto fotográfico sino un proyecto de comunicación que utiliza fotografías. Sería, pues –aunque en sentido «débil», o muy lato–, un proyecto «político». En consonancia, Juan Carlos Meza –quien realiza las fotos y de quien nació la idea de recorrer y fotografiar Asunción–, es absolutamente coherente cuando dice: «Ellos (el grupo) manejan las estrategias comunicacionales del proyecto, yo apenas saco la foto, pero lo compartimos todo y me dan la posibilidad de tener buenos equipos».

Esto desactiva el análisis de las fotografías en sí, pues el eje del proyecto Fotociclo no está en ellas. Tampoco podemos abordarlas desde el lugar de su autor, que ni edita ni construye el discurso (fotográfico, narrativo y verbal) de Fotociclo. Obviamente, la producción diaria de Meza, editada con otra mirada, por otra persona, con otros fines, tendría otros significados. Pero sí puede ser interesante pensar, a partir de Fotociclo, cómo se instalan discursos que luego se naturalizan.

III

Así utilizada, la fotografía pareciera entonces, en este caso, una manera velada de decir sin decir qué se dice: con imágenes de Asunción que dan «placer» se generan sentimientos positivos y de pertenencia hacia la ciudad. Y, con ello, de empatía hacia el proyecto. Y en este punto tenemos que dejar de ver el árbol –las fotos– para pensar el bosque. Con la belleza y neutralidad de estas fotos se genera un movimiento a la facticidad que, mientras declama tener una actitud de reflexión y compromiso social, refuerza la doxa y naturaliza los clichés de un pensamiento cristalizado: lejos de «proponer la reflexión sobre la ciudad y sus innumerables aristas y puntos de vista», se obtura –bella y superficialmente– esa reflexión. Se da por sentado, y ese es el movimiento a la facticidad, que Asunción es hermosísima, que los asuncenos somos felices y amamos nuestra ciudad, etc. Y eso genera efectos de sentido: que las actividades y conciertos en espacios públicos significan calidad de vida y nos gustan (a todos), que los grafitis embellecen y también significan mejor calidad de vida –para todos, les gusten o no–, que pasar el domingo en la costanera es ser parte de una nueva ciudadanía que está cambiando la sociedad... Ancla y difunde los valores de un imaginario que instala cómo debe ser el ciudadano nuevo, democrático, participativo y, por supuesto, feliz, desactivando toda posibilidad de cuestionar.

Por ejemplo, si las mujeres protestan con una performance (Foto 3), el epígrafe adjunta información denotada sin opinar. Tampoco –menos– se la analiza con la fotografía –visibilizando, por ejemplo, la extrañeza de trazar la silueta forense del cuerpo inerte con el cuerpo presente–. Esa foto abriría el debate; el uso elegido por los editores lo cancela. Con fotos que testimonian que algo fue así, ¿basta para hablar de una manifestación? ¿De una realidad? ¿Mejora la calidad de vida? ¿Reclama derechos? ¿Genera participación? No importa: dando like soy solidaria. Y en eso consiste la «participación ciudadana». En posts sobre conflictos sociales, el texto, denotativo y descriptivo, desactiva la crítica y exime de plantear postura: se da por supuesto que con postear una foto ya se la ha explicitado.

IV

Se suele decir que la posmodernidad puso en cuestión la relación entre fotografía y verdad. Hoy hablamos de fotografías (en plural), historias de la fotografía, discursos fotográficos, etc., y se entiende que el contexto de publicación, circulación o difusión es lo que da a la imagen fotográfica su sentido: una misma foto en contextos distintos tiene distintos significados. Esto ya era llover sobre mojado en la década de 1980, cuando la deconstrucción de la fotografía fue tema de amplio debate. Pero no fue la posmodernidad la que visibilizó la relación entre fotografía, poder e ideología. Al menos desde 1934, Walter Benjamin analiza el rol de la fotografía en el surgimiento de las industrias culturales en las sociedades de masas y su relación con el modo de producción capitalista. Décadas después, desde la semiología, Barthes analiza el rol de los elementos extrafotográficos (texto/epígrafe, edición, lugar de publicación) en la construcción del significado de la imagen. Sontag, en los ensayos que en 1972 conformarán el libro Sobre la fotografía, señala descarnadamente que la fotografía está atrapada en el embellecimiento del mundo. Que lo más dramático, fotografiado, pasa a ser (irremediablemente) bello. Que este embellecimiento de la realidad por la fotografía ha construido nuestra manera de ver. Y aún hoy pretendemos conocer el mundo a través de ella.

La fotografía tiene siempre una fuerte carga ideológica y ha sido clave en la sociedad de masas en la construcción de lo que vemos y de cómo vemos. Anestesiando más que cuestionando, también lo ha banalizado todo, como señala Sontag, desde la imagen del Che Guevara en merchandising hasta las atrocidades de la guerra y la belleza de los atardeceres en todo el mundo. ¿Qué pasa cuando la fotografía ya ni siquiera intenta cuestionar sino solo deleitarse en bellezas de postal?

V

Sin decirlo, Buena Vista Work Klub tiene su agenda y busca promover un uso del espacio público y una concepción de ciudadanía que dan por sentado que son los válidos. Para ello, a través de Fotociclo nos deleitan con postales de la costanera de Asunción, por ejemplo, negando las voces de arquitectos y sociólogos que señalan las deficiencias de tal concepción del espacio urbano, hoy perimida, y sin dar lugar a debatir el hecho de que deja de lado la calidad de vida de los pobladores de la zona, entre otras cosas (por ejemplo, si es un espacio para la gente, ¿por qué no accede el transporte público?) que muchos señalan y que, erradas o no, supondrían la diversidad de voces y la actitud crítica que declaman proponer.

Este tipo de programas surfean cómodamente los paradigmas actuales donde las industrias culturales son fundamentales en la construcción del sentido común y la naturalización de los discursos (en términos de Foucault) que delimitan el horizonte de lo pensable y decible. Se da por sentado que la concepción de espacio público y de ciudadanía que promueven es la correcta. Con atardeceres y copas de árboles anclan la idea de que las plazas son espacios que debemos, todos, reivindicar. Dejan de lado la historicidad particular de prácticas sedimentadas por décadas de edicto policial y prohibiciones de reunirse en la calle pasada cierta hora, ignorando el uso actual del espacio público en nuestras sociedades como producto de hechos que necesitan ser entendidos para poder ser modificados.

Ya escucho que me refregarán que han pasado más de treinta años de la dictadura. Que la gente joven está en otra, quiere otro país y tiene otra forma de pensar. Pero, curiosamente, un 2 de febrero, aniversario del golpe que derrocó a Stroessner, Fotociclo postea fotos de archivo de la fecha. ¿Hemos elaborado nuevos discursos visuales del pasado, incluyentes y participativos, que integren posiciones diversas en temas que a todos nos atañen, que hagan visible el disenso, que den lugar al debate, por ejemplo, sobre qué consideramos calidad de vida, sin dar por supuesto que decorar la ciudad con grafitis lo es? Entonces, me pregunto por qué imágenes de tiempos de la dictadura, como las de Klaus Henning (Foto 4a), tienen tanto en común con las de Fotociclo (Foto 4b), más de treinta años después. E incluso qué tiene en común esta praxis cultural, pensar Asunción ensalzando sus bellezas, con la «Estampa de Asunción» de Ángel Peralta Arellano, el «poeta de Stroessner». Aunque recomiendo la lectura completa del épico texto de más de cien páginas, van cuatro líneas:

«El gran Río Paraguay te enamora con cariños

Y te brinda una bahía cual espejo de cristal

Que refleja en sus aguas tus bonitos edificios,

Por la tarde y las mañanas, de frescura natural…»

VI

Para Benjamin, si la fotografía es uno de los medios privilegiados de construcción de imaginarios del modo de producción capitalista, el analfabeto del siglo XX es el que no sabe leer imágenes. Barthes analizó la retórica de la imagen en el epígrafe, la edición y el modo de difusión. La misma foto significa cosas distintas según el contexto y la intención. Fascinarnos con ocasos o lapachos sin ver qué más se nos transmite en términos simbólicos con el uso de esa foto en determinada publicación, en determinado contexto, reducirnos al me gusta / no me gusta es dejarnos permear por discursos que ignoramos. No en vano la publicidad nos inunda con excelentes fotos. No es extraño que compañías de transporte, emisoras de radio, universidades privadas u otras empresas (Foto 5) reposteen en sus páginas posts de Fotociclo –que están bajo creative commons, por lo que son de uso libre– con propuestas comerciales, información sobre su negocio o el pronóstico meteorológico del día. Siempre con el logo de Fotociclo.

Es el tipo de fotografía disponible en los bancos de imágenes de donde se bajan o compran para decorar agradablemente brochures de ventas o publicidad, el tipo de imágenes neutras que podemos encontrar en libros de ciudades del freeshop de los aeropuertos o las tiendas para turistas. O en un powerpoint. Como material promocional de la Secretaría de Turismo del gobierno de turno, una agencia de viajes o una oferta comercial, generarían indiferencia, pues son lo que deben ser: imágenes lindas, neutras, que, ante todo, no suscitan inquietud ni desagrado. Que no nos hacen pensar.

Es importante empezar a hablar de que al dar like a un post que utiliza una buena foto no enuncio meramente que me gusta la foto sino que, simultáneamente, adhiero a la visión que subyace a ese post y empodero un imaginario específico.

Es de por sí peligroso el destino embellecedor de toda fotografía. Pero si el mensaje que se vehiculiza es abiertamente comercial, por lo menos sabemos qué aguas navegamos. Ya no creemos que tomar Coca Cola nos hará felices. En cambio, los usos propagandísticos de la fotografía en el contexto de las industrias culturales aún logran vendernos imaginarios y ganar adhesión en asuntos que deberían ser planteados honestamente como lo que en verdad son: disputas políticas. Por eso hay que desconfiar cuando la fotografía desborda tanta belleza.

gabrielazf@gmail.com

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