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El crecimiento de la agricultura en el Paraguay tuvo su gran despliegue en los años 90. En los últimos 30 años, el área de cultivo de soja se incrementó en más de 300%, pasando de menos 1.200.000 a 3.500.000 hectáreas, sostiene el titular de Capeco, José Berea.
Y la producción, a su vez, tuvo un salto de un poco menos de tres millones de toneladas a diez millones de toneladas, complementa.
Hoy en día, además de la siembra en la Región Oriental, tenemos como gran aliado al Chaco, donde si bien el cultivo es incipiente, en los últimos cuatro años en algunas zonas ha tenido un crecimiento en área de casi 1.000%. Calculamos un área actual aproximado de cultivo de soja en el Chaco de 20.000 hectáreas, y que esta puede expandirse a 500.000 hectáreas para el año 2030.
Esta región tiene un potencial de aproximadamente 2 millones de hectáreas más, sin considerar nuevos desmontes, es decir, sobre campos de pasturas implantadas.
El Chaco es tradicionalmente ganadero, pero los cultivos de granos (como maíz, sorgo, y también el maní, sésamo, chía, algodón, etc.), no solo la soja, se irán expandiendo sobre las pasturas. A su vez, la ganadería netamente extensiva irá complementándose con el confinamiento, demandando así cultivos de granos y silaje.
Paraguay no solo produce soja, sino diversos granos y cereales como el maíz, trigo, canola, girasol, sorgo, sésamo, chía, así como los cultivos de cobertura para la rotación y cuidado de los suelos. Todos estos cultivos, en combinación con la soja, solo en la Región Oriental representan anualmente 7 millones de hectáreas productivas.
Y no olvidemos al arroz, actualmente con 180.000 hectáreas, con la previsión de crecimiento a 500.000 hectáreas para el 2030.
Todos estos avances en la agricultura del país, que es el motor de la economía paraguaya –representa una participación en el PIB del 41% (agricultura, ganadería, trasporte, finanzas, comercio)–, no hubiesen sido posibles sin la combinación de múltiples factores: desde los avances biotecnológicos y el mejoramiento genético hasta la tecnología en la siembra directa, dada por maquinarias de mayor precisión, que permiten tener una mejor implantación de cultivo, optimización en la aplicación de fitosanitarios y menor pérdida de granos en cosecha, concluye Berea.