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Si comparamos el tapir o mborevi con algún animal diríamos que tiene un parentesco con los rinocerontes y también con los caballos.
Su alargado hocico le sirve para arrancar las hojas, raíces y plantas acuáticas, también para beber, y a los machos para enfrentarse a sus rivales en épocas de apareamiento.
El doctor Nelson Scappini Parzajuk, veterinario y jefe del Zoológico de Asunción, señala que la hembra da a luz una cría después de 13 meses de gestación. La madre amamanta, cuida a la cría y la protege, esta se oculta en la espesura de los pantanos. Los cuidados de la madre se mantienen mientras que tenga leche. El crecimiento completo se da a los 18 meses.
Señala el profesional que “el mborevi es de tamaño medio, pesa entre 200 kg y 320 kg; el pelaje suele ser muy corto y oscuro a grisáceo con crin estrecha, corta y erecta, aunque las crías presentan un pelaje pardo con manchas blancas horizontales que desaparecen con la edad. Estas manchas permiten al pequeño o cría confundirse entre la vegetación”.
Además resalta que no es agresivo, al contrario, prefiere huir, pero al intentarlo puede envestir fuertemente, dar patadas y son peligrosos sus mordiscos.
Scappini dice que ningún animal silvestre debería ser mantenido como mascota, pues los animales sufren al no tener un lugar donde manifestar sus comportamientos esenciales y normales.
Su carne y piel
El doctor menciona que “el tapir está reconocido en riesgo de extinción, desde el 2 de junio de 1970. El peligro se debe a la caza ilegal para obtener su carne y piel, y a la destrucción del hábitat. Los aborígenes lo utilizan como presa de cacería para subsistencia. Pero deberíamos dedicarnos a consumir otros animales y no este emblemático ejemplar”.
Se acicalan
Indica el profesional que “se asea al ser excelente nadador y buceador, gusta del fango de pantanos, también se frota contra los árboles y la vegetación circundante. Se acicalan unos a otros, una forma de comportamiento que los relaja”.