Materia orgánica - Ing. Agr. Fernando Díaz Shenker (*)

Un suelo fértil y de buena estructura debe poseer todos los nutrientes necesarios para asegurar el buen crecimiento y fructificación de las plantas en general. De esta forma es posible obtener importantes rendimientos productivos, regular mejor el ciclo del carbono en el suelo y, con ello, mitigar los efectos del cambio climático. Además, se contribuye al cuidado del ambiente al minimizar el uso de insumos químicos (fertilizantes), lo que representa un ahorro en dinero, particularmente para el pequeño productor.

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Pese a su inestimable valor, en numerosos casos, el manejo y la conservación del suelo se dejan de lado por intereses económicos que sopesan más que cuidar este recurso al momento de encarar actividades agropecuarias. Otras veces, porque se desconoce su valor como recurso natural, clave para mitigar los efectos del cambio climático y que termina por agotarse y degradarse; o porque no se dimensiona su importancia y valor estratégicos como sustento de una producción animal y vegetal significativa.

FERTILIDAD

La buena fertilidad de un suelo parte de la existencia de un adecuado contenido de materia orgánica, cuya descomposición natural, mediante una gran diversidad de microorganismos existentes en su interior y en el suelo, es la que posibilita la liberación de sus elementos nutritivos que son absorbidos por las raíces de las plantas para su crecimiento y desarrollo. De este modo, para mantener la adecuada fertilidad del suelo destinado a la producción agrícola, es necesario –a partir de los resultados de un análisis de suelos– incorporar materia orgánica bajo la forma de abonos vegetales, estiércol de vacunos y aves, lombrices (lombricultura) y compost vegetal; además de emplear prácticas conservacionistas y no agotadoras de los suelos, como la siembra directa y labranza cero o mínima, y practicar la rotación de cultivos.

MATERIA ORGÁNICA Y LIBERACIÓN DE CARBONO

La materia orgánica, como componente activo, mejora la estructura del suelo al permitir una mayor aireación e intercambio de gases al favorecer el drenaje y suministro de agua a las raíces de las plantas, que de esta forma aumentan la superficie de exploración, con lo que las mismas dispondrán de suficientes nutrientes para su desarrollo.

Al mantener la estructura del suelo, la materia orgánica mejora la infiltración del agua de lluvia y riego, disminuye la evaporación y evita la compactación del suelo. Además, acelera la descomposición de los contaminantes que pudieran fijarse a sus partículas, reduciendo de este modo el riesgo de contaminación de las aguas. Según estudios, la materia orgánica del suelo es la segunda reserva de carbono más grande del planeta después de los océanos. Si bien la agricultura y ganadería intensivas y la incorporación de nuevas tierras a estas dos actividades han logrado incrementar la producción de carne y granos (sobre todo de soja), una de las consecuencias negativas es la reducción del nivel de materia orgánica de los suelos con la consecuente oxidación de los mismos y la liberación de anhídrido carbónico a la atmósfera, lo que incide en paulatinos incrementos de la temperatura media. A su vez, un aumento en la temperatura media ocasiona mayores pérdidas de carbono de los suelos, que termina por liberarse, elevando su concentración en la atmósfera. Además, las variaciones en la frecuencia e intensidad de las lluvias, debidas al cambio climático, provocan un aumento de la erosión, sobre todo en suelos agotados, con bajos niveles de materia orgánica, débil estructura y textura fuertemente arenosa.

CONCLUSIÓN

Un buen nivel de materia orgánica es el que asegura la fertilidad y calidad productiva de los suelos. La intensificación de la ganadería y agricultura requieren empleo de prácticas conservacionistas que minimicen las labores culturales y, con ello, la liberación de carbono a la atmósfera. De este modo, se mitigan los efectos adversos del cambio climático y se reducen los problemas de erosión, degradación y hasta de desertificación de los suelos. Por ello, los productores y técnicos responsables, junto con los estamentos gubernamentales vinculados al sector rural, tienen que establecer y aplicar políticas conservacionistas, llamando la atención de la población rural sobre esta vital interacción: materia orgánica–suelos–cambio climático, principalmente por sus repercusiones en la producción de alimentos y preservación del ambiente.

(*) Especialista en Comunicación Rural

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