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Una investigación del Instituto de Neurociencia de la Universidad de Princeton (EE. UU.) sostiene que mantener relaciones sexuales reduce el nivel de estrés y promueve la neurogénesis (generación de nuevas células cerebrales), conforme al estudio de la doctora Benedetta Leuner, realizado con ratas adultas, según ElEspectador.com.
Ante esta afirmación, uno pensaría que todas las enfermedades de origen neurológico podrían solucionarse solo manteniendo relaciones sexuales. Entonces surge la pregunta: ¿hasta qué punto estamos educados sexualmente en nuestro país para poder discernir este tipo de información? Consultamos con el Dr. (c) Ps Oscar Sapena Pastor, sexólogo clínico.
“Suponer que las relaciones sexuales aumentan las neuronas es pensar que la buena sexualidad da una buena salud o que es buena para la salud integral. Pero presumir que la sexualidad en sí siempre es buena sería equivocado. Hay diferentes tipos de sexualidades y encontramos muchas dificultades, problemas e inclusive trastornos. Entonces, sería interesante tener algunos principios para poder elaborar bien la información que manejamos en este tema”, explica.
No se sabe si aumenta las neuronas —prosigue—; lo que se conoce son los experimentos realizados específicamente con roedores, ratas, con resultados favorables, aunque son muy iniciales todavía. Y suponer que esos resultados podemos transportarlos a los seres humanos sería demasiado pretencioso. Siempre se pensó que el sistema nervioso traía una carga de células nerviosas inalterable, pero con el tiempo las neurociencias fueron avanzando y aparentemente hay nuevos estudios que hablan de que el tejido cerebral puede ser regenerado.
Para el profesional, el mayor inconveniente de nuestra sociedad es la falta de formación adecuada en cuanto a sexualidad. “La comúnmente llamada educación sexual. Cuando hablamos de formación —aunque la palabra adecuada es educación, que es un proceso permanente de adquisición de información—, de educación sexual, hablamos de la capacidad de tener nuestras propias actitudes, creencias y valores en referencia con la sexualidad. Al no contar con esa educación, cualquier información que manejamos puede incidir en nuestro comportamiento”.
La educación sexual —añade— es la herramienta con la cual uno va diferenciando la información que le puede servir o no para su sexualidad. Porque al escuchar acerca de estos estudios, uno podría llegar a pensar: “Bueno, entonces voy a empezar a tener mucho sexo”, y eso no siempre es bueno. El estudio está basado en los principios de que la sexualidad es buena y que es una actividad en la cual hay una decisión unánime, pero eso en la práctica clínica no siempre es así. Asumiendo que el acto es de dos personas —y en la realidad no siempre es así; hay gente que tiene diferentes conductas sexuales—, igual son dos individuos, dos mundos que no siempre coinciden en sus gustos, en sus deseos, en sus tiempos, en sus momentos con la sexualidad.
Sapena afirma que uno de los grandes problemas que el ser humano enfrenta es la sobrecarga de tensión debido a la intoxicación de información que recibe por televisión, internet, celular, etc. “Hoy nos enteramos al instante de todo lo que ocurre hasta en el rincón más lejano del planeta y tenemos reacciones emocionales que nos generan estrés. Por lo tanto, ante esa sobredosis de información, las personas necesitan de una formación para discernir de qué se quiere enterar y de qué no. Y en sexualidad ocurre lo mismo, pero en nuestro país no tenemos las herramientas básicas para la formación de nuestras actitudes, valores y creencias sexuales y, en consecuencia, en nuestra conducta sexual”.
¿Cómo nos formamos?
“Esa pregunta me parece genial, porque con el interés ya empieza la formación sexual; se da como en cualquier otra materia o al menos esa es la tendencia a nivel de muchas organizaciones científicas, que así como aprendemos Matemáticas con suma, resta, multiplicación y división; en Historia, etc., lo mismo debería ser en sexualidad”, refiere.
Pero para lograr esta formación —prosigue—, hay que generar espacios en la escuela y la familia, de forma conjunta. “Es un proceso que no empieza con una conversación, charla, conferencia, discusión o debate, sino que se lleva su tiempo. Porque lo más importante en sexualidad son los valores y actitudes que vamos a poder formar en las personas. La gente está muy interesada en conocer y formarse acerca de sexualidad. Los adultos se preguntan: “¿Dónde me formo?”. Y es generando un espacio donde puedan compartir con expertos y puedan hablar de sus creencias, sentimientos, intereses, intercambiando experiencias, hablando”.
Indica que hay mucha información que se recibe de afuera, dado que en nuestro país no se tiene un presupuesto para la investigación y educación científicas. “Y, lastimosamente, todavía no he escuchado a ninguna de las nuevas autoridades que haya hablado sobre posibilidades de inversión en la ciencia en general, y, obviamente, hay mucho que hacer en cuanto a sexualidad. Muchas veces, los planteamientos que vienen de otra cultura no nos llenan porque no están en contacto con nuestra realidad, con los valores y actitudes que manejamos como sociedad, entonces choca con lo que nosotros somos”.
Todos tenemos una identidad —explica— y esta se va formando con nuestras experiencias y vivencias, y es el resultado de una educación. Y la identidad sexual es el resultado de la educación sexual. “Pero como muchas veces no es suficiente, entonces no sabemos nuestros valores, actitudes, cuáles son nuestras creencias y, en consecuencia, tenemos problemas con nuestra conducta sexual. Por eso me parece relevante el artículo sobre la sexualidad y las neuronas, del cual surgen preguntas, como ¿será que teniendo más sexo se van a generar nuevas neuronas? ¿Entonces también será bueno para sanar enfermedades neurodegenerativas? ¡Sería genial! Pero para poder interpretar esa información hay que tener capacidad de discernimiento, pensamiento e identidad propios, y para eso se necesita una buena formación, porque así nadie va a poder convencernos de algo que no es; le vamos a discutir, pero lastimosamente no la tenemos”.
Si uno lee esa información —agrega— sin valores, actitudes y creencias, y le da rienda suelta a sus deseos sexuales, empieza a generar un montón de problemas con su pareja, familia, trabajo, en todas las áreas. Se entra en lo que se llama una hipersexualidad —hacia la cual ya hay una tendencia—, porque la sexualidad está en los libros, televisión, mensajes, fotos, en todo. Y aunque eso debería ser regulado, a la vez la gente debería tener una formación para poder discernir si quiere o no consumir eso, pero no la tiene.
La formación formal
“En sexualidad es fundamental. Todos estamos formados, pero informalmente, con nuestros amigos, alguna revista o video. Por eso habría que formalizar un poco nuestra educación sexual, de ser posible todo. Y tiene que comenzar por nosotros, los adultos. Los padres y los docentes tenemos que empezar a interesarnos en sexualidad para poder traducir, porque si no lo hacemos, los chicos nos van a pasar por encima porque el acceso que ellos tienen a la información es ilimitada e instantánea y muchas veces no tienen un juicio de valor, y es entonces que tenemos que intervenir los adultos, pero con discernimiento”, asegura.
La formación sexual —continúa— es desde todos los puntos de vista, de todos los valores. La ciencia no es la única respuesta; están los valores religiosos, a los que hay que darles su lugar. Muchas veces queremos quedarnos con la ciencia y con lo de afuera, pero aquí también podemos generar información, no importar un modelo, sino crear el nuestro dando amplitud y pluralidad a todos los sectores, porque si la educación sexual va a ser de los chicos, son los padres, en conjunción con los docentes, los que van a decidir cuál va a ser el contenido, lo cual no sé si se está haciendo.
“Me quedé con la pregunta; me gustaría que mucha gente se haga el mismo cuestionamiento: dónde me formo en sexualidad y recalcar que nosotros tenemos que crear los espacios para hablar sobre sexualidad: en el colegio, en la familia, universidad, iglesias, en todos los lugares y ambientes”, concluye.
mpalacios@abc.com.py