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“La cara es el espejo del alma” no es solo un dicho más, pues en nuestro rostro se reflejan nuestras emociones, pero también lo hacen en el cuerpo y la voz. Se trata de un universo comunicativo desconocido para la mayor parte de la población, pero de gran importancia en nuestra vida social, profesional y hasta en nuestra capacidad de seducir.
Un estudio de Albert Mehrabian sitúa en un 55 % la importancia de la comunicación no verbal en la comunicación personal, atribuye un 38 % al lenguaje paraverbal (todo lo que hacemos con la voz), mientas que la palabra solo tiene el 7 % de incidencia en la capacidad que tenemos para influir en los demás, según recoge la experta en comunicación Teresa Baró en su libro La gran guía del lenguaje no verbal.
Pero aunque el lenguaje corporal y la voz inciden de manera mucho más decisiva que la palabra, en la gran mayoría de nuestras relaciones nuestra formación académica se articula alrededor del lenguaje verbal escrito. Nadie nos ha enseñado la gramática del lenguaje corporal o los recursos vocales que podemos utilizar. “Nos han mostrado solo una parte de la realidad”, asegura Baró.
Cada vez hay más información sobre la comunicación no verbal, por ejemplo en ciertos programas de televisión, y también interesa mucho a las empresas que necesitan “vender, negociar, liderar” y, para hacerlo con éxito, este tipo de lenguaje desempeña un papel fundamental, explica Baró a Efe.
Y es que somos más sinceros a través del lenguaje corporal porque no lo controlamos tanto; de hecho, muchos de los gestos que hacemos son inconscientes. Aunque también se pueden aprender sus claves y practicarlas para ganar en seguridad y que nos sea más fácil leer las señales que nos envían los otros.
El presidente estadounidense, Barack Obama, es un buen ejemplo del poder del lenguaje de nuestro cuerpo, pues “si no hubiera sido por su capacidad de comunicación”, habría tenido más difícil llegar hasta la Casa Blanca, según Baró, quien señala que su dominio del lenguaje no verbal es adquirido y gracias a él inspira confianza.
Baró destaca además la importancia de la comunicación no verbal en el proceso de seducción, donde la producción e interpretación de señales no verbales son la clave del éxito, según escribe en su libro.
De todas las partes de nuestro cuerpo que “hablan” cuando queremos gustar a alguien, la más importante es la mirada. No hay seducción sin su intervención, pues es el primer paso para el acercamiento entre dos personas, según la experta.
El juego de miradas tiene un peso fundamental y en este, normalmente, el hombre mira más intensamente a la mujer y ella aparta los ojos, pero si está interesada o curiosa, en menos de un minuto volverá a mirar.
Otro signo fundamental es la dilatación de la pupila como una de las interacciones iniciales y fundamentales en el proceso de seducción sexual; además, cuando estamos bajo la influencia de la pasión y el deseo, los ojos se humedecen sutilmente y aparecen más brillantes, explica Baró.
La sonrisa también tiene mucho que decir en el juego de la seducción, y tiene que ser sincera, discreta y respetuosa; normalmente va acompañada de una inclinación lateral de cabeza, ya que es una forma de transmitir dulzura y apertura. Y junto a la sonrisa, la voz es un ingrediente importante de nuestra imagen: transmite personalidad y las emociones que sentimos en ese momento, agrega la experta en su libro.
El ritual de la seducción es un proceso que suele seguir unos pasos perfectamente identificables y por ello hay personas que siguen cursos de aprendizaje para fomentar un tipo de seducción sexual basada en un conjunto de técnicas que se pueden aprender, entrenar, en las que el lenguaje corporal tiene un papel estelar, indica la especialista.
Sin embargo, Baró manifiesta sus dudas ante este tipo de aprendizajes para tener una relación auténtica de amor y confianza; además, aseguró que un experto puede desenmascarar a estas personas, pues sus movimientos no son naturales; y “hay una cierta incoherencia entre lo que se dice con palabras y como se mueve esa persona”.
En el momento en que un hombre o una mujer divisan al objeto de seducción, su cuerpo se transforma e inicia unos movimientos (muchas veces inconscientes) con la finalidad de ser más visibles y resultar más atractivos.
Los hombres hinchan el pecho y levantan la cabeza, hacen gestos de acicalado como pasar la mano por el pelo, tocarse el nudo de la corbata; si están de pie, se colocan en la posición del vaquero. Si están entre amigos, procuran llamar la atención riendo, bromeando o mostrando alguna agilidad y también hacen gala de fuerza o poder adquisitivo, enumera la experta.
Las mujeres, por su parte, tensan el cuerpo, levantando el pecho y pronunciando las nalgas; se peinan el cabello con los dedos o lo echan hacia atrás con un movimiento de cabeza, mueven la pelvis de manera pronunciada al caminar, desplazan la pelvis hacia un lado de manera muy evidente si están de pie, cruzan las piernas de forma inclinada cuando están sentadas y miran por encima del hombro, moviendo los ojos hacia abajo; de hecho, la mirada oblicua es uno de los gestos más evidentes de la seducción femenina.
Mientras la mujer activa todo su potencial de seducción a través de una lista casi interminable de movimientos, pues no debe olvidarse que en nuestros genes está marcada la importancia de la reproducción y por ello “tiene que hacerse vistosa, atraer”, los hombre reducen estos movimientos a unos pocos, que podemos observar en los arquetipos de hombre duro (Humphrey Bogart), pícaro interesante (Richard Gere) o tímido encantador (Hugh Grant).
El número de gestos en la mujer es más amplio. Entre ellos, estrechar los brazos hacia el tronco para realzar el escote, levantar los brazos mostrando la axilas, parpadear lentamente, dejar los labios entreabiertos; tocarse el cuello, el lóbulo de la oreja, el escote, la cadera, rodillas o tobillos, apuntar con la punta del pie a alguien que le interesa, dejar caer el zapato por la parte del tacón.
Pero el lenguaje no verbal también sirve para mandar posibles señales de rechazo que no debemos ignorar; entre otras, una sonrisa cerrada, gestos de cierre de brazos o de piernas (tanto de pie como sentados), el cuerpo hacia atrás o paso atrás, un cruce de piernas en dirección contraria a la persona con la que estamos, poner la mano en la cara o tapando la boca, rascarse o frotarse los ojos, el oído o la nuca, así como movimientos repetidos de piernas o pies.
“La traducción directa de un gesto a un significado concreto es difícil y arriesgada, sobre todo si somos parte implicada de la comunicación y tenemos que observar a simple vista. Actúa con prudencia”, advierte, no obstante, Baró.
La sonrisa también tiene mucho que decir en el juego de la seducción, y tiene que ser sincera, discreta y respetuosa; normalmente va acompañada de una inclinación lateral de cabeza.