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Domingo de Pascua es una de las conmemoraciones más importantes para varios países y culturas del mundo, ya que establece una maravillosa conjunción de ceremonias, cultura, creencias y leyendas del imaginario colectivo.
Según consta en los libros, el verdadero origen de la Pascua se remonta al año 1513 a.C., cuando el pueblo judío emprendió su éxodo desde Egipto hacia la Tierra Prometida. Se celebraba cada año, como recordatorio de la liberación del pueblo hebreo.
Cuentan que en la víspera del primer día se comían hierbas amargas mojadas en vinagre, para recordar la tristeza de la servidumbre. Y se narraban en tono cadencioso cánticos que hacían alusión a las diez plagas de Egipto.
En cuanto al cordero de Pascua, este era elegido por cada familia. Con el tiempo, la ceremonia de inmolación fue llevada a cabo por la clase sacerdotal. El animal debía ser un macho cabrío, sano y de un año de edad. Se lo inmolaba al finalizar el día y por la noche se lo comía con lechugas amargas. No estaba permitido romper sus huesos ni dejar restos de carne. Por esta razón, los israelitas se reunían en grupos para cumplir con las prescripciones de orden sagrado.
Por su parte, para los cristianos, la Pascua es la fiesta organizada en memoria de la resurrección de Cristo. El padre Ángel Arévalo menciona que en la Biblia dice que, la noche anterior a su muerte, Jesús se reunió con sus discípulos para celebrar la Pascua judía. Luego, instituyó lo que se conoce como la “Cena del Señor” y dijo a sus apóstoles: “Haced esto, en memoria mía” (Lucas 22,19). La Cena del Señor debía celebrarse una vez al año y con ella se conmemoraba la muerte de Cristo.
Pero hoy es día de Pascua, día de resurrección, de vida. El sacerdote dice que es bueno buscar a Cristo, sentir su presencia. “Tenemos que aceptar, decididamente, que Jesús está presente en cada ser humano, que convive y se cruza con nosotros. Y una forma de tenerle presente es a través de la comunión. Les invito a recibir el cuerpo de Cristo, hoy, en la misa de las 10:00”, expresa.
Dice también que es una gran oportunidad para darle un rumbo nuevo al trabajo y a la vida de cada día; para abrir el corazón a Dios, que sigue esperando; para abrir el corazón a los hermanos, en especial a los más carenciados. “Es un buen momento para reflexionar sobre nuestros actos, reencauzar nuestras vidas. Es buen momento para echar una nueva mirada a nuestro vivir cotidiano, a alzar nuevamente los brazos en la construcción de un mundo mejor. Pero no podemos dar sin antes cambiar, desde nosotros mismos, desde lo sencillo, lo cotidiano; desde el “ser” más que desde el “debe ser”; no desde la obligación, sino desde la conversión. “Hoy es un buen día para hacer más viva la conversión de nuestro corazón y resucitar en el amor”, reflexiona el cura párroco de la iglesia Nuestra Señora de la Encarnación.
Insiste en que no hay que dejar que el misterio pascual quede solamente en la liturgia. “Tenemos que vincularlo a todo aquello que forma parte de la vida, cada uno enfrentándose a sus propias limitaciones. La Pascua es un crecimiento, proyecto y libertad. Es esperanza. Por eso, para vivirla cristianamente es necesario renovar nuestro compromiso de amor hacia los demás”.
La gran cena pascual está prevista para el jueves 24 de abril, a las 20:00, en la explanada del templo, sito en Eduardo Víctor Haedo y 14 de Mayo. Si desea participar y colaborar, puede llamar al 490-860.
Siguiendo con otros registros históricos sobre los orígenes de la Pascua Florida, en inglés Easter, se remontan a la fiesta primaveral en honor a la diosa teutónica de la luz y la primavera, conocida como Easter (The Westminster Dictionary of the Bible).
La primavera era una época sagrada para los adoradores fenicios del sexo. Los símbolos de la diosa de la fertilidad Astarté o Istar eran el huevo y la liebre. En algunas figuras aparece con un huevo en la mano y un conejo a su diestra.
La popularidad de esta deidad se debió en parte a la amplia difusión que tuvo en la antigüedad la prostitución sagrada como pare del culto.
Los huevos de Pascua
La tradición de los huevos de Pascua tiene sus raíces en la cultura germánica antes del cristianismo, en la que la coneja simbolizaba a la diosa Ostara, la diosa de la fertilidad, a quien se le consagraba el mes de abril por el inicio de la primavera y era venerada por su gran capacidad de reproducción, a quien se le pedía que la primavera trajera abundancia.
Esta costumbre fue introducida en Estados Unidos por los inmigrantes alemanes; de hecho, la palabra Easter o Pascua en inglés, se deriva del nombre de esta diosa pagana: Ostara.
En la actualidad, el mito del conejo de Pascua se mantiene, y se supone que lleva huevos de colores e incluso canastas con golosinas y conejos de chocolate a los niños que se portaron bien.
Los huevos de Pascua tienen cientos de años, siendo un símbolo del Domingo de Pascua, y originalmente eran todos de dulce o chocolate y bellamente decorados. Hoy en día pueden ser huevos de gallina rellenos de confeti o huevos de plástico con algún dulce o sorpresa dentro.
Para los niños, la tradicional búsqueda de los huevos de Pascua es uno los juegos favoritos, tratando de encontrar la mayoría de los huevos para ser el ganador.
Sin duda, una tradición que fue cambiando a lo largo del tiempo, pero actualmente une a las familias a disfrutar con los pequeños de juegos e interacción al aire libre.
Tradiciones pascuales alrededor del mundo
La Pascua tiene distintas manifestaciones, en diversos lugares del planeta.
En la ciudad del Vaticano, el papa celebra una misa especial. Para esta ocasión, acude todo el cuerpo diplomático, centenares de cardenales, prelados, sacerdotes y monjas, además de miles de peregrinos, que llenan la plaza de San Pedro.
Sin embargo, la Pascua no siempre es sinónimo de solemnidad, misa y peregrinación, ya que muchas de estas “nuevas formas” de celebración tienen raíces en costumbres autóctonas y supersticiosas.
Para algunos filipinos, por ejemplo, la Semana Santa —conocida como Mahal na Araw’— es una época para infligirse castigo. Pese a que esta práctica fue condenada por la Iglesia, muchos, queriendo hacer expiación pública de sus pecados, siguen practicando la flagelación.
Algunas mujeres se dirigen a distintos santuarios y limpian las imágenes de Cristo con un pañuelo. Luego, se aplican la prenda sobre el cuerpo, creyendo que de ese modo van a curar alguna afección.
En ciertas regiones de Guatemala, los indios quichés oran arrodillados ante mazorcas de maíz (alimento básico de este pueblo). Sucede que la celebración de estos ritos tradicionales, en honor a la fertilidad, coincide con la Semana Santa. Su esperanza es que la Pascua les traiga una cosecha abundante.
Lo claro y cierto es que poco a poco se va perdiendo, en todo el mundo, el sentido religioso de la Semana Santa. Ahora, para muchos, es sinónimo de “miniturismo”. Pero como quiera que sea, y pese a las distintas interpretaciones que tiene la celebración de la Pascua, es un buen momento, como bien dice el padre Ángel Arevalo, para reflexionar sobre nuestros actos, reencauzar nuestras vidas, echar una nueva mirada a nuestro vivir cotidiano y alzar los brazos en la construcción de un mundo mejor.
Agradecimiento especial a: De la casa Pederzani.
ndure@abc.com.py