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La entrevista con ambos fue en la Villa Olimpia. Luego de los entrenamientos de rigor, con miras a la semifinal de la Copa Libertadores de América a disputarse el 2 de julio ante Independiente Santa Fe (Colombia), el entrenador del Club Olimpia, Ever Hugo Almeida, y su hijo y colaborador, Iván Almeida, nos dedicaron su tiempo para hablar de sus vidas.
Padre e hijo se mostraron cordiales y contentos recordando tiempos idos. La leyenda del Club Olimpia no tarda en rememorar el día en que nació Iván: “Fue en la etapa de gloria del Olimpia, cuando fue hexacampeón entre 1978 y 1983”. Y, obviamente, muy temprano aprendió a patear una pelota con fuerza, a usar la pierna, a perfilarse... “Papá era mi ídolo, ¡claro que quería ser como él! y no solo yo, muchos otros también lo admiraban, pero yo le tenía en casa después de cada partido, de cada ovación y la sensación era extraordinaria, y cuando atajaba un penal y veía la alegría de la gente por algo que él hizo y cómo reventaba el estadio, era una locura, un orgullo de la gran pistola”, exclama por su parte Iván y añade que cuando iban al súper o en alguna otra salida, sentir, ver el cariño de la gente también era incomparable. “Pedían fotos, autógrafos, pero yo tenía al héroe en casa conmigo, le tenía cuando quería y le veía cuando quería”, expresa con soberbia y bien justificada, por supuesto.
Uf. Y la experiencia en el cole, igualmente, era insuperable. Tenía compañeros que eran de Cerro. Viene a su memoria el año 1990, cuando Olimpia salió campeón... “Estábamos en un campamento y le ganamos a Barcelona, todos, sin excepción, le cantábamos a Olimpia, todos estábamos contentos porque alguien muy allegado era el protagonista de aquella gloria, realmente viví momentos únicos en mi niñez”, afirma. Ever aporta lo suyo de aquellos años de infancia cuando Iván lo acompañaba a casi todos los juegos. “Hay una anécdota que siempre recordamos... Tenía como cuatro años y perdimos un campeonato contra el Club Guaraní. Recuerdo que veníamos en el auto y me pregunta: ¿por qué festeja Guaraní, papá?, y porque salió campeón, le digo. Me responde: ‘No es que Olimpia tiene que salir campeón todos los años’. Ya tenía en su mente las glorias del club, desde chico vivió los éxitos, acompañándome”, cuenta orgulloso.
Si bien no fue una figura muy presente, debido a las concentraciones, ya que el franjeado clasificaba siempre a la Copa Libertadores y esto exigía mucho de su tiempo, aun así Ever Almeida se encargó de inculcarle valores como la honestidad, la rectitud, la coherencia. “Siempre les digo, entre broma y de veras, que cuando quieran gritar su apellido pueden hacerlo a viva voz, porque nadie les va a señalar con el dedo, y les digo más, nosotros cuando nos peinamos podemos hacerlo de frente, porque nos podemos mirar la cara. Eso considero un legado importante para los hijos”, manifiesta.
El brillante atajapenales, calificado así por los críticos por su excelente cualidad como portero, consiguiendo –inclusive– por esta vía victorias para su equipo, no duda en afirmar que esas ausencias, en su momento, fueron suplidas por afecto y calidad en las horas y días que compartían. “Hoy veo que Iván comparte mucho tiempo con sus hijos; debido a mis circunstancias, no pude hacerlo, pero eso no impidió seguir de cerca la educación que compartíamos con mi esposa”, recuerda.
Pero claro que no todo fue goles y más goles o victorias tras victorias; los momentos de tristeza o frustración formaban parte de la cotidianeidad porque el futbol es así, entonces la vida al lado de su padre, para Iván, fue una verdadera universidad. “Aprendí a sobrellevar los triunfos, las derrotas, las comparaciones, todo eso me forjó un carácter especial para trabajar junto a él en esto que tanto me apasiona, que es el fútbol”, dice.
Hoy la herencia más importante que su padre le puede traspasar es su enseñanza. “Mi meta es ser director técnico; seguramente me voy a lanzar solo, pero el apellido me ayuda a seguir superándome y a apuntar siempre lo más lejos posible. Puedo afirmar que como técnico voy a saber llevar ese apellido, con la misma calidad que él lo hace”, señala con firmeza.
Fue en Ecuador que se abrieron las puertas para trabajar juntos. “Tenía que sobrepasarle a Gustavo Bobadilla, que era su hombre de confianza, la persona idónea, así que cuando me tocó ser su asistente, porque Gustavo fue a trabajar al Perú, me fue bien. Tengo ciertas ventajas arriba de otros preparadores físicos y las aproveché. Además, el plus que sea mi padre, hace que lo conozca más, sé en qué momento hablarle, muchas veces en la cancha es imposible, por los nervios que generan las situaciones que transcurren durante los partidos, y como vivimos cerca uno del otro, hace que en ocasiones de más calma podamos discutir, aclarar o corregir posturas, pero definitivamente, a medida que vamos trabajando, vamos puliendo también nuestras relaciones personales”, expresa.
El fútbol desde chico estuvo en la vida de Ever Almeida. Hizo su debut profesional en 1967 jugando por el CA Cerro de Montevideo. Luego de algunos años fue transferido al Club Guaraní de nuestro país. Muy pronto, en 1973, pasó al Club Olimpia, donde se convirtió en una leyenda para la institución por todos los logros conseguidos, entre los que se cuentan una Copa Intercontinental, dos Copas Libertadores de América, una Supercopa Sudamericana, una Copa Interamericana y una Recopa Sudamericana. Frente a estos éxitos, con seguridad podemos decir que conquistó todas las copas internacionales existentes hasta ese entonces. Jugó por casi dos décadas en el Olimpia, estableciendo un récord en la Copa Libertadores, siendo el jugador que más partidos disputó en la historia de dicha competición (113 encuentros). “El fútbol representa mi vida, en todos los aspectos, no salí de esa línea, manteniendo siempre la cordura y el respeto”, dice.
Iván es también padre, y todas esas vivencias de orgullo y felicidad busca que sus hijos también lo vivan, de hecho es así. Mati y Pauli van a la cancha y sienten todo el fervor que genera el trabajo de su papi, y lo viven con la misma intensidad. “Mati vive con la pelota, vive pendiente de todo, esperemos que pueda llegar”, augura Iván. Y la “O”, con todo lo que conlleva: conquistas, trofeos, gloria, honor, fracasos, ausencias en reuniones familiares, la llevan en la sangre. “Olimpia es nuestra vida... Si te ponés a contar, estuve más de la mitad de mi vida en el club, e Iván toda su vida: en Inferiores estuvo ocho años, en Primera, tres; dentro y viviéndola conmigo”, manifiesta Ever.
Suponemos que el próximo 16 de junio van a pasar juntos, en familia. “Lo más seguro es que pasemos acá dentro”, dispara Iván. “Pero esta es nuestra vida, pues”, agrega Ever. Es así. No les importa. Hacen lo que aman y son felices. “El día de mi cumpleaños estábamos concentrados porque jugábamos en Uruguay. Viajamos el 23 a la mañana y el 22, día de mi cumpleaños, estábamos concentrados y me quedé a dormir en la Villa, feliz igual”, dice Iván. Ever comenta que juegan el 2 de julio y el 1 cumple años, y van a estar en la Villa. “Ya festejé tantos cumpleaños que uno menos no me hace nada”, bromea. Y así, son felices trabajando juntos, día a día. Quisimos saber qué piensan uno del otro: “El es mi espejo”, dice Ever, mientras se aleja para conceder otras entrevistas. El tiempo apremia. “Yo soy más lindo”, retruca Iván. “Ahoraaa…”, le grita de lejos su padre. A solas le confiesa a ABC Revista que Ever Hugo Almeida es su superhéroe, su inspiración, incomparable... "El año pasado, en el Día del Padre, le regaló la réplica de la Copa Libertadores con su nombre grabado. Ojalá este año le pueda regalar una copa que sea la cuarta, y de verdad”, puntualiza.
"Somos conscientes de lo que representa nuestro trabajo. Somos vendedores de sueños... Cuando un técnico va a dirigir un equipo, todo el mundo sueña que lo va a llevar a la cúspide... de ahí a que se logre hay muchos pasos a seguir, pero siempre estamos vendiendo ilusiones, alegrías.
En la familia Almeida, todos viven con intensidad y emoción el cariño de los fans de la “O”. Los hijos de Iván, Pauli y Mati, suelen ingresar a la cancha y sentir el fervor del público.
Los acontecimientos gratos fluyen. Ever recuerda, uno en especial, ocurrido en el colegio Las Teresas, cuando las alumnas lograron izar en lo más alto del mástil la bandera del Olimpia. Y luego ver cómo salían alborotadas de las clases, las caras de asombro de las monjas. "Fue espectacular. Fue una fiesta total, un momento muy importante... Eso es futbol, pasión en su máxima expresión".
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Fotos ABC Color/Heber Carballo/Virgilio Vera/Gentileza.