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El sur del país cuenta con grandes tesoros naturales e históricos. Los distritos de Jesús de Tavarangüé y Trinidad —el primero está ubicado a 40 km de Encarnación y el segundo, a 30 km— comparten la belleza y majestuosidad de las reducciones jesuíticas, que fueron declaradas como patrimonio de la humanidad por la Unesco.
Estas forman parte de las ocho misiones evangélicas erigidas por monjes jesuitas en el Paraguay, en los siglos XVII y XVIII. Las demás están ubicadas en Encarnación y San Cosme y Damián (Itapúa); Santiago, Santa Rosa, Santa María y San Ignacio Guazú (Misiones). Fueron construidas con el objetivo de evangelizar a los pueblos guaraníes que habitaban la zona.
Recientemente, por un proyecto impulsado por la Secretaría Nacional de Turismo (Senatur) y la Agencia Española para la Cooperación Internacional y Desarrollo (Aecid), se inauguró un nuevo sistema de señalética que, además del español, incluye inglés, guaraní y braille; este último marca el inicio de una campaña de inclusión social para dar oportunidad a las personas con discapacidad visual a que también disfruten de la experiencia de las reducciones.
Según la ministra de Turismo, Marcela Bacigalupo, como próximo paso se prevé la construcción de rampas de acceso para personas con necesidades físicas diferentes: “Es una meta que tenemos para este año y esperamos poder cumplirla para que todos los paraguayos, sin distinción, puedan disfrutar de la belleza de su país”.
La última reducción jesuítica construida en nuestro país fue la de Trinidad, en 1706, y es la más acabada. Ubicada en lo alto de una colina, en el camino que va de Encarnación a Ciudad del Este, es la más visitada de las reducciones: el casco histórico cuenta con una imponente plaza, una gran iglesia mayor, colegio, talleres, casas de indios, cementerio, huerta y museo.
Su estructura, sin embargo, además del daño por la exposición a las condiciones climáticas naturales, también fue objeto de reformas o “restauraciones” que no se hicieron de manera responsable durante la dictadura, pues se contrataron personales sin el debido criterio y, a pesar de ser más imponente que su vecina Jesús de Tavarangüé, perdió un gran valor arquitectónico. Así lo explican los representantes de Aecid mientras acompañan el recorrido por las reducciones.
En cambio, Jesús de Tavarangüé, que fue creada en 1685, y su estructura no ha sido objeto de intervenciones, se constituye en un tesoro invaluable para los profesionales. Está ubicada en una exuberante región en la que la tierra roja tatúa las praderas y bosques, en medio de añosos yerbales y cultivos de soja. Cuenta en sus inmediaciones con pintorescos arroyos, balnearios naturales y la cantera genérica de las grandes obras.
El asentamiento de Jesús de Tavarangüé tuvo que mudarse varias veces por la hostilidad de los brasileños que los atacaban y llevaban como esclavos, hasta llegar a lo que hoy queda, a 38 km de la capital departamental. Según los registros que se pueden encontrar en el museo local, en 1750, llegó a tener 3000 habitantes. En esta misión se comenzó a construir una de las iglesias más grandes de la época, pero tuvo que dejarse inconclusa por la expulsión de los jesuitas, en 1768, por el rey Carlos III de España.
Estas construcciones reflejan una disciplinada forma de vida en una época marcada por la rebeldía y sin estructuras de los guaraníes, quienes eran nómadas en su mayoría. La ubicación y división de cada capilla y sala de clase revelan la rutina en la que se desenvolvían durante todo el periodo en el que buscaron evangelizar a los nativos. Estas reducciones fueron descubiertas recién dos siglos después.
Acceso
Para llegar a la misión de Trinidad, se puede acceder desde la ciudad de Encarnación o Ciudad del Este por la ruta 6, que une los departamentos de Itapúa y Alto Paraná. La entrada está a unos 700 m de la vía y a apenas 2 km de distancia se encuentra el acceso al distrito de Jesús de Tavarangüé. Las reducciones están ubicadas a 11,8 km de la ruta asfaltada, cuenta con calles en perfecto estado y buenas señalizaciones. Las poblaciones que rodean a estos monumentos históricos experimentaron un gran progreso económico en los últimos años, lo que se refleja en el mejoramiento de las casas, veredas y calles. Sin embargo, los habitantes conservan la insignia de todo pueblo paraguayo: calidez y amabilidad, que hacen que los turistas siempre quieran volver.
Las entradas tienen un costo de G. 15.000, que se invierten en la contratación de guías y mantenimiento del predio.
mbareiro@abc.com.py • Fotos ABC Color/Gustavo Báez/Claudio Ocampo.