Luces de autor

 Las lámparas de Gustavo Montiel son un ejemplo más del valor que puede tener cada cosa que, normalmente, se considera “basura” si se combina con un poco de ingenio y habilidad. Este vendedor de repuestos para motos dedica horas de su vida a la creación de lámparas únicas.

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Más de dos décadas llevaba Gustavo Montiel viajando semanalmente al interior del país para trabajar; muchos de estos años, vendiendo repuestos para vehículos y motocicletas. Una vida emocionante, por la cantidad de gente que se puede llegar a conocer, pero también sacrificada, ya que pasaba muchos días fuera de su casa, sumando esto a los peligros de la ruta.

Gustavo y su familia viven, hace dos décadas en Areguá, una ciudad que –además de ser acogedora y bonita– da numerosas alternativas de negocios creativos a la población, ya que muchas personas van hasta allí a comprar artesanías durante todo el año.

“Para mí, en ese momento, vivir en Areguá no representaba nada especial, porque mi trabajo era completamente ajeno a la artesanía, así que nunca me interioricé. Era un momento en el que me concentraba mucho en encontrar una nueva alternativa de trabajo, hasta que mis amigos me dijeron: ‘Vos vivís en Areguá; tenés que aprovechar esa oportunidad’, y me recomendaron que hiciera portaplanteras colgantes”, explica.

En principio, no tuvo mucho éxito, pero sus ganas de dedicarse a algo más no cesaron. Hablando con uno de sus contactos, en uno de sus tantos viajes, encontró una pieza de motor que, evidentemente, no se volvería a utilizar, así que se la pidió. Una vez en su casa, se puso a pensar en lo que haría con ella, y el resultado fue una lámpara.

“Desde entonces, cada vez que viajo por trabajo, vuelvo cargado de elementos. En principio, las terminaciones y la estética eran muy básicas, pero no dejo de intentar mejorar. Mis clientes me regalan cosas y todos quieren ver los resultados; se emocionan cuando les muestro”, dice.

Gustavo nunca había hecho nada de artesanía. “No sabía que tenía este talento; es completamente nuevo para mí”, relata. Una de las cosas que más le enorgullece es que las piezas que tiene que comprar son contadas. “No se trata solo del costo, sino de darles una nueva vida a cosas que iban a parar en la basura y, en el caso de lo que uso, se trata de metal que se queda acumulado en los vertederos por cientos de años”.

El hecho de emprender a costo cero –o muy bajo, como en este caso– es un factor fundamental para muchas personas que les encantaría tener su propio negocio, pero no tienen capital para invertir. El resto consiste en la destreza de cada uno, como en el caso de Gustavo, quien sigue golpeando puertas para buscar mejores precios y calidad. 

Así, en su taller se encuentra de todo, desde una olla de hierro convertida en brasero, gatos hidráulicos esperando su turno para “volver a la vida”, hasta extintores y otras llamativas piezas.

“Estos materiales los limpio bien, los pinto y, luego, procedo al montaje. Lo que compro es pintura, cables para la conexión, focos y la pantalla protectora, que me fabrica un señor de Limpio. A la gente le gusta mucho porque no hay dos piezas iguales”, dice.

Gustavo asegura que, felizmente, tiene muchos clientes, sobre todo a través de los comentarios de boca en boca, y cada vez suma más pedidos. “Es una oportunidad muy linda incursionar en esto. Todavía sigo vendiendo los repuestos en el interior, pero espero poder dedicarme solo a esto. Que me inviten a participar de ferias o enseñar me llena de orgullo”, finaliza.

mbareiro@abc.com.py

Fotos: ABC Color/Silvio Rojas.

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