Los Óscar más mexicanos

Alfonso Cuarón hizo que México fuera el protagonista de la 86.ª edición de los Óscar de la Academia de Hollywood, en la que su filme Gravity se llevó siete premios, aunque el de mejor película fue para 12 Years a Slave.

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La gala de la 86.ª edición de los Óscar tuvo sabor mexicano desde el comienzo. Gravity, de Alfonso Cuarón, empezó bien la noche con el Óscar a los mejores efectos visuales, al que seguirían los de mezcla y edición de sonido.

The Great Gatsby se colaba con discreción y conseguía los Óscar de diseño de vestuario y diseño de producción, y Dallas Buyers Club estrenaba la noche con el premio a mejor actor secundario para Jared Leto, pero todo apuntaba a que Gravity sería la triunfadora de la noche.

Sin embargo, en el último momento –como ya pasó el año pasado con Argo, que se impuso a Life of Pi–, 12 Years a Slave, que hasta ese momento solo había conseguido los Óscar a mejor actriz secundaria (Lupita Ngyong’o) y guión adaptado, se hizo con el premio máximo y se llevó la estatuilla a mejor película.

El espacio visto por un mexicano

El drama esclavista del británico Steve McQueen tocó la fibra sensible de los miembros de la Academia, quienes la eligieron por encima del resto de las favoritas, entre las que estaba Gravity, pero también American Hustle, que optaba a 10 premios y se fue de vacío de la gala.

El Óscar a la mejor película logrado por McQueen es, además, el primero para Brad Pitt que lo logra como productor de la cinta, en la que tiene una breve aparición.

Pero ese galardón no resta importancia a los siete logrados por Cuarón, que se ha convertido en el primer cineasta latino de la historia que se impone en la categoría de mejor director.

Y ese ha sido sin duda el premio más merecido para él, por un trabajo en el que demuestra cómo, de una historia con bastantes carencias, se puede poner en pie una película tan compleja y con tanta tensión como Gravity, en un escenario tan inhóspito como el espacio.

Al recoger el trofeo, un emocionado Cuarón dio las gracias a su equipo, a su hijo y coguionista, a Sandra Bullock y a George Clooney, y tuvo tiempo para hacer oír español en el escenario del Teatro Dolby. “Por ti estoy aquí”, dijo a su madre.

Junto a mejor director, Gravity se llevó los Óscar al mejor montaje (también para Cuarón junto a Mark Sanger), mejor fotografía (el mexicano Emmanuel Lubezki), mejor banda sonora original, mejor edición de sonido, mejor mezcla de sonido y mejores efectos visuales.

En las categorías de interpretación se cumplieron todos los pronósticos: Matthew McConaughey subió a recoger su Óscar por su interpretación de un cowboy enfermo de sida en los años 80, en el filme Dallas Buyers Club. Era la primera nominación para el actor texano que, en unos pocos años, ha pasado de papeles insustanciales en comedias románticas a hacerse un hueco entre los mejores intérpretes del momento.

En el lado femenino tampoco hubo sorpresas y la australiana Cate Blanchett se hizo con el Óscar por su gran actuación en Blue Jasmine, de Woody Allen, quien escribió el papel expresamente para ella.

Blanchett supo entender la complejidad del personaje que interpreta una mujer que pierde su fortuna, pero no sus ansias de seguir perteneciendo a una clase social a la que realmente nunca perteneció.

En las categorías de secundarios también se cumplieron los pronósticos y salieron con el Óscar, Jared Leto por Dallas Buyers Club y la keniata nacida en México, Lupita Nyong’o por 12 Years a Slave.

Leto por su papel de transexual con sida que logra romper las barreras de la discriminación frente a un cowboy que interpreta Matthew McConaughey y Nyong’o por interpretar en su debut en un largometraje a una esclava en el sur estadounidense del siglo XIX.

Pero más allá de los premios principales, la 86.ª edición de los Óscar pagó por fin dos deudas que cargaba desde hace tiempo. Disney, aunque parezca mentira, no contaba con ningún Óscar a mejor película de animación; una categoría que se premia solo desde 2001. Y, desde ese año, el dominador en esta especialidad había sido Pixar, ausente este año y que, aunque pertenece a Disney, son dos estudios independientes en lo que a creación se refiere. Frozen, una adaptación del cuento La reina de las nieves, de Hans Christian Andersen, clásica y preciosista, le ha dado ese ansiado Óscar, una estatuilla que Walt Disney recogió por primera vez en 1938, pero fue por la innovación que supuso Blancanieves y los siete enanitos, un premio especial, fuera de cualquier categoría reglada por la Academia de Hollywood.

Y otra deuda saldada es la que la Academia tenía con el mexicano Emmanuel Lubezki, que había sido nominado cinco veces anteriormente por su maravilloso trabajo como director de fotografía en Little Princess, Sleepy Hollow, The New World, Children of Men y The Tree of Life. Pero ha sido su espectacular fotografía del espacio lo que ha contribuido, sin duda, en gran medida al éxito de Gravity, la que le ha valido el Óscar, que le respalda como uno de los mejores profesionales de su categoría.

Otro premio destacado de la noche fue el de guión original, que se llevó el sorprendente Spike Jones por la historia de Her, una película arriesgada y original que cuenta la relación entre un hombre (Joaquin Phoenix) y su sistema operativo (con la sensual voz de Scarlett Johansson).

Pocas sorpresas en los premios y menos aún en una gala en la que solo los destellos de la característica ironía de Ellen DeGeneres dieron un poco de vida. La ceremonia fue demasiado larga, con falta de emoción y en la que el glamour se sustituyó por pizza y autofotos de los invitados, convenientemente retuiteadas y patrocinadas por una marca de tecnología. DeGeneres empezó la gala con fuerza y con el valor de meterse con el aspecto físico de una de las vacas sagradas del mundo artístico estadounidense: Liza Minelli. “Creo que es uno de los mejores imitadores de Liza Minelli que he visto nunca. Buen trabajo, señor”, dijo la presentadora.

Y siguió con sus intervenciones estelares criticando a todos, invitando pizzas a gente como Meryl Streep o Brad Pitt, disfrazándose de hada o haciéndose fotos, con el teléfono móvil patrocinado, con muchos de los nominados.

En menos de 50 minutos, el selfie o autofoto que realizó DeGeneres rodeada de estrellas como Meryl Streep, Brad Pitt, Angelina Jolie o Julia Roberts en medio de la ceremonia de los Óscar se convirtió en la más retuiteada de la historia, superando el millón de retuits.

Pero más allá del esfuerzo de DeGeneres, poco más hubo en la gala. El anunciado homenaje a los 75 años de The Wizard of Oz se quedó en una interpretación de Over the rainbow a cargo de Pink.

La dedicación de la gala a los superhéroes no pasó de testimonial y, de las actuaciones de los nominados a mejor canción, solo Pharrell Williams ofreció un buen espectáculo frente a las estáticas Karen O e Idina Menzel, o incluso la voz desafinada de Bono.

Mucho se esperaba de una gala que, al final, supo a poco y de la que quedan como anécdotas la segunda caída de Jennifer Lawrence –este año al llegar a la alfombra roja tras la de la pasada edición cuando iba a recoger el Óscar–, las bermudas de Pharrell Williams o el rostro perplejo de Liza Minelli ante las bromas de DeGeneres.

EFE Reportajes

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