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Ciudadano del Bicentenario
Nuestro ciudadano del Bicentenario de esta semana es un ya casi olvidado músico extranjero que actuó entre nosotros a principios del XX. Se llamó Vicente Maccarone y fue un ilustrado artista italiano que vino al Paraguay a principios del siglo XX; llegó a Asunción como miembro de una compañía de óperas y operetas.
Destacado músico —era violinista—, también se dedicaba a la fotografía de paisajes. En los momentos en que los ensayos le dejaban libre, tomaba su máquina y salía por los suburbios asunceños a tomar fotos. Durante una de esas incursiones, conoció a una hermosa paraguaya de quien quedó enamorado y con quien se casó y se quedó a vivir en el Paraguay, en tanto que la compañía siguió viaje hacia otros escenarios lejanos.
Como violinista, fue maestro de varios destacados músicos compatriotas, como Remberto Giménez y Carlos Esculies. Hombre de vasta cultura, también se dedicó a la docencia en varios centros de estudios y fue autor del primer método para la enseñanza de música en las escuelas públicas paraguayas. Falleció en Asunción, en 1921.
Asunción a principios del siglo XX
Hacia 1901, cuando comenzó la centuria, era apenas una aldea en los más diversos aspectos. El casco urbano era muy pequeño. Algunas pocas calles empedradas; por el lado sur, llegaba hasta la actual calle Eduardo Víctor Haedo; al este, hasta Estados Unidos; al oeste, hasta el arroyo Jaén —a duras penas—. Al norte, el río.
Pasados estos límites, todo era yuyal o tosca rojiza, cruzado por uno que otro sendero y numerosos zanjones. El alumbrado público consistía en faroles a querosén que iluminaban apenas, tratando de disipar las oscuridades.
Hacia 1906 aparecieron algunos focos eléctricos y la ciudad contaba con unos pocos aparatos telefónicos.
El transporte público se hacía en los coches tirados por caballos y mulas de unas pocas empresas tranviarias.
Un trencito a vapor llegaba hasta San Lorenzo. Salía de la Aduana y jadeando llegaba al Belvedere, de donde pasaba por la curva San Miguel a la avenida Asunción —luego llamada República de Colombia, luego Mariscal López—.
En aquel año hizo su ruidosa incursión el primer automóvil que transitó por los maltrechos empedrados de la ciudad. Ese año de 1906 también fue de numerosas movilizaciones obreras en la capital y en algunas ciudades del interior, como el caso de Villa Rica. Desde aquel año, cada 1 de mayo, se conmemoraba en Asunción y en algunos puntos del país el Día del Obrero.
A dúo y acompasado
Los pasados días de Semana Santa, la gente mayor, especialmente de los suburbios de la capital y de ciudadesdel interior, seguro que recordaron que en casi todas las casas, entre los preparativos para elaborar los sabrosos chipás, sopa paraguaya y otros manjares, se escuchaba el acompasado pisonear en los avati soka, triturando el maíz hasta volverlo casi harina.
Generalmente eran dos mujeres —en algunos casos, tres o cuatro— que hacían gala de sus habilidades en la molienda, a través del ñembiso jovái, un acto de destreza convertido en pasatiempo mediante los juegos rítmicos logrados por la habilidad de las pisadoras, justamente una dentro del mortero, mientras otra lo hacía en el borde.
Una sola pisadora podía obtener ritmos simples de 1, 2 y 3 tiempos, en tanto que otras dos obtenían figuraciones rítmicas más complejas, pero invariables. Cuando de la acción tomaban parte más pisadoras, el resultado era una infinita variedad de posibilidades, con desplazamiento de acentos, inclusive.
Anunciador de agua
Existe en el Chaco un árbol (de la familia Rubiaceae), cuyo nombre científico es Calycophyllum multiflorum. Es típico del territorio chaqueño y áreas cercanas al río Paraguay en la Región Oriental.
Crece hasta cerca de 30 m y su tallo tiene un fuste de unos 10 m. Su madera es dura y resistente, y es propicia para trabajos de tornería, ebanistería y carpintería; también es muy utilizada para leña y carbón. La corteza del palo blanco tiene usos medicinales como tónico y antifebril.
Su presencia, dicen los chaqueños, es señal de que se está cerca de fuentes de agua, y sirvió para ubicar estas y fundar los fortines militares en los lugares donde este árbol abundaba.