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Champion made in Paraguay
En las primeras décadas del siglo pasado, según nos informó don Daniel Burt Artaza, la firma Artaza Hermanos representaba a la firma norteamericana US Rubber Company, creadora de los calzados de tela y goma fabricada bajo el entonces novedoso proceso denominado vulcanización, inventado por Charles Goodyear.
Goodyear había lanzado al mercado su novedoso calzado deportivo en 1917, bajo la denominación de Keds Champions, el “calzado de los campeones”.
De allí el nombre que en nuestro país –y solo en nuestro país– se le da a este tipo de cazados deportivos, tan de agrado especialmente de la gente joven, aunque su uso no conoce fronteras etarias.
Hacendado y benefactor social
Casi olvidado –por no decir olvidado– es el nombre de un estanciero y empresario uruguayo establecido en las Misiones que mucho hizo por el desarrollo de importantes ciudades de la Mesopotamia misionera: don Felipe Benicio Del Puerto Cerone.
Nacido en el Uruguay, siendo niño, en 1885 se estableció con su familia en la zona misionera, dedicándose desde joven al comercio, la explotación ganadera y exportación de productos derivados de la producción vacuna.
Patriarca de una numerosa familia, fue vicecónsul honorario del Uruguay en San Ignacio. Activo miembro de su comunidad, fue integrante de la Junta Municipal, agente del Banco Agrícola del Paraguay y miembro de la comisión Pro Frontis del templo parroquial, así como cooperador con el Gobierno durante la Guerra del Chaco.
Fue fundador de clubes deportivos y colegios, en San Ignacio y San Juan Bautista. En esta ciudad, fue uno de los principales constructores del antiguo Colegio Normal. Falleció en San Ignacio, Misiones, el 11 de marzo de 1941. En reconocimiento a sus aportes a la colectividad sanjuanina y a pedido de los vecinos, sus restos fueron enterrados en esa ciudad.
Paraguaýpe jeho
Viajar a Asunción desde cualquier punto del interior del país era toda una aventura. Antiguamente, el viaje se hacía a caballo, en carretas o diligencias –también llamadas galeras–, hasta algún punto donde podía abordarse el ferrocarril, como el caso de los viajeros que venían de Misiones.
Posteriormente, aparecieron los camioncitos –de heroica actuación anterior en el Chaco– adaptados para el transporte de pasajeros y cargas, y que eran conocidos como “mixtos” y realizaban los viajes hasta Paraguarí o, directamente, hasta Asunción, vía Itá-Itauguá, hasta después de la década de 1940, en que empezó a construirse la ruta 1 (se asfaltó en los años 60 y se habilitó hasta Encarnación en 1970).
La gente mayor recuerda que algunos pioneros del transporte público fueron La’ito Alonso, de San Ignacio, y los sanjuaninos Miguel Rojas, Luciano “Luchí” Torres y Ramón Ka’i, quienes con sus camiones “mixtos” servían a los viajeros de esas ciudades y de los puntos que iban tocando en su itinerario hasta Paraguarí.
Un gran obstáculo era el cruce del río Tebicuary, que se hacía en una improvisada balsa consistente en una plataforma de tablones colocada sobre dos canoas impulsada con la ayuda de remos. Posteriormente, se puso en servicio una balsa tirada por un pequeño remolcador, que fue sustituida por una balsa autopropulsada.
El cruce del río se hacía al clarear el día. Si uno llegaba de madrugada, había que esperar a que amaneciera. Así también, si llegaba fuera de hora, a la noche, había que pernoctar en la orilla del río, por lo que siempre los viajeros iban proveídos con abundante “avío”.
Los conductores, llamados “chaufferes” o choferes, tenían mucho cuidado de llevar cadenas, palas, azadas, sogas y otros utensilios necesarios para sortear los pasos difíciles, como los arroyos Yaguary, Caañabé y Yaguarón, especialmente estos dos puntos, rodeados de grandes esterales. Algún tiempo después, fueron construidos unos provisorios puentes de madera y, luego, hacia 1937, se dotó al Caañabé de un sólido puente de hormigón armado, hasta hoy existente y en servicio, y que es uno de los más antiguos del país.
Hoy uno de los puntos obligados de parada es la Frutería Paraguarí, pero antiguamente era el parador San Juan’i, de don Juan Ramírez, a unos kilómetros de Carapeguá. Allí podía el pasajero llenar la panza y proveerse para el resto del camino, o llevar como obsequio fragantes chipá, butifarra, dulces de maní con miel, rapadura, jugos, mosto helado o frutas de estación, como naranjas hábilmente peladas en tiritas o canastas llenas de mango.
Otro punto obligado de descanso y provista de pasajeros era el parador Va y Viene de la familia Tanasio, de Itauguá.