Don Alejo Pesoa

Don Alejo Pesoa, genio y figura del teatro nacional. Próximo a cumplir 81 años, se estrena como director en la obra Disparate, disparate y no tan disparate. Hoy es la última función en la sala Federico García Lorca de la Manzana de la Rivera.

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“La historia del teatro no se puede contar sin Alejo”, había dicho la escritora Raquel Rojas, durante su cumpleaños número 80, el año pasado. Es así mismo. Don Alejo Pesoa es una historia viviente. Ya lleva 50 años dedicándose a esta pasión. Realizó sus estudios en la Escuela Municipal de Arte Escénico con Roque Centurión Miranda, pero antes desempeñó otras tareas como crupier de casino, mozo, albañil, recolector de algodón y vendedor de libros. Esta última actividad la realiza hasta la fecha junto con la actuación. Pero estar sobre el escenario es lo que le da vida. Todas las demás ocupaciones eran estrategias de sobrevivencia o pasatiempo y podían entrar en pausa en cuanto le ofrecían un papel.

Inició su labor teatral en los años 60 con el Grupo Independiente Jesús el Redentor, para luego formar parte del Teatro Popular de Vanguardia y pasar en los años 70 al repertorio del Teatro Estudio. Igualmente, integró los elencos Pirirí Teatro y Aty Ñe’ẽ, entre otros. Tuvo destacada participación en más de 100 obras teatrales. Fue uno de los fundadores del Centro Paraguayo de Teatro. Trabajó, además, en las películas La disputa, Miramenometokéi y El Invierno de Gunter. También se destacó junto con grandes directores como Humberto Gulino, Rudy Torga y Antonio Pecci. Hoy le toca a él dirigir y se estrena como tal en la obra Disparate, disparate y no tan disparate. Un divertimento de Alejo. “Todas las funciones están siendo un éxito, espero que hoy en la última no sea diferente”, cuenta con entusiasmo. “No sé si porque me quieren o porque les gusta la obra, pero la sala García Lorca está siempre llena y me aplauden de pie; es una cosa increíble”, añade con la misma vehemencia el álter ego del teatro, como lo califican sus amigos.

Su incursión como director es una idea que desde hace tiempo viene madurando. “Venía estudiando qué podía hacer y surgió Disparate, disparate y no tan disparate, que son retazos de diferentes situaciones vividas. Uno de los disparates, por ejemplo, es La venta; otro está titulado Media mañana de domingo y mencionamos a ABC Color porque de ahí sacamos las actividades que se pueden hacer. Y en la parte de No tan disparate está La muy dolorosa comedia y crudelísima muerte de Píramo y Tisbe, de William Shakespeare”, cuenta el actor, quien también se refiere a sus comienzos.

Recuerda que en el Teatro Municipal funcionaba un cine y en el piso de arriba, la escuela de arte. “Estaba esperando entrar al cine cuando un muchacho me preguntó si conocía la escuela y para ayudarle le acompañé”, revela. No recuerda ni la cara ni el nombre de aquel chico, pero sí que la matrícula era el costo de la entrada. “Entonces aproveché para inscribirme yo también”.

Y así, por azar, descubrió su verdadera y única vocación, el motor de su vida: el teatro. “Voy a seguir subiendo al escenario hasta que pueda. El teatro entró a mi vida y es ahí donde me siento plenamente libre desde lo creativo. Es la forma en que puedo expresarme y llegar al público. Me gusta actuar y ahora también sentí el gusto de trabajar con los actores”, asegura.

Don Alejo padece de diabetes, enfermedad que lo tiene a “maltraer”, aunque no por eso deja de concretar sueños, como el de dirigir una obra, por ejemplo. “Y qué piko vamos a hacer si es lo que yo elegí. Desde hace 50 años que me dedico a esto, sin ganar demasiado, aunque ahora ya tengo una pensión graciable o sino qué iba a ser de mí, bajo tierra ya iba a estar”, dice y lanza una sonora risa.

Es así. Alegre, de un humor muchas veces ácido, según sus amigos, pero noble y sincero, como pocos. Un símbolo del teatro paraguayo que bien merece los aplausos que recibe. “Te digo que hasta mi camerino se acercan para felicitarme”, reitera contento al referirse a la repercusión de esta obra. Él se siente agradecido ante tanto cariño, porque dice que es lo que busca un actor: el cariño, el reconocimiento ante tantas horas de dedicación para llevar risa o momentos de reflexión a través de una puesta en escena. Genio y figura. Y hay que agradecer la existencia de los genios. Así que no te pierdas hoy la última función, a las 20:30, en la sala Federico García Lorca de la Manzana de la Rivera.

 ndure@abc.com.py

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