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A principios de año, un grupo de alumnos de la Facultad de Arquitectura Diseño y Arte de la Universidad Nacional de Asunción (FADA-UNA) tomó el desafío lanzado por sus profesores de construir un proyecto a escala 1/1 (tamaño real). “La consigna era trabajar basados en un máster plan en Puerto Pinasco. Esta es una maqueta de prueba”, comenta Larissa Flores, en referencia al “Módulo de descanso”, nombre que le dieron al trabajo.
El proyecto corresponde al tercer semestre Taller E, de la materia Arquitectura 2. “Cada materia o taller tiene un énfasis y el nuestro fue ‘Estructura’. Es decir, comprender cómo funciona una”, explica Lara González. Para construirla, se decidieron por la madera, principalmente, por su costo, dado que los materiales son caros y los estudiantes tenían que saber cómo funcionaría el elemento en la estructura.
El desafío era construir a escala 1/1 y que fuera lo más económico posible. Pero a medida que se modificaba el proyecto, también cambiaban los costos. “Lo ideal era lograr un buen proyecto a un bajo costo. Eso es lo que un buen arquitecto busca: menor costo y mayor eficacia”, explica Carlos Escobar.
Otro factor que había que tener en cuenta era la complejidad del proyecto. “Debía ser diseñado para que cualquier tipo de gente —que no sea mano de obra calificada o experta— la pudiera construir”, agrega José Trinidad. Todo fue proyectado por los alumnos, sin albañiles. “La maqueta, presupuesto, cómo recaudar fondos y la estructura; todo. Aunque los profesores nos ayudaron a construir la estructura”, especifica Yessica Rodríguez.
El límite de tiempo con el que contaban era un semestre académico, que comprendía, en total, cuatro meses, aproximadamente. “Teníamos cuatro meses para pensar, definir si íbamos a recibir donaciones, pedir permiso, juntar plata y construir. Era un calendario apretadísimo”, continúa. Lo hicieron en tres semanas.
“Entre estudios, exámenes, días de lluvia, etcétera”, enfatiza.
Hamaca gigante
El proyecto surgió a partir de la hamaca paraguaya. “En realidad, fue el resultado de una lluvia de ideas. Los profesores preguntaron qué se necesitaba en la facultad y nosotros respondimos: ‘Un área de descanso’”, señala Édgar Rodríguez. Al principio, los 30 alumnos trabajaron en grupos de tres. Cada grupo tenía que trabajar sobre un proyecto, con un límite de tiempo; luego, se escuchaba la idea de cada grupo, se evaluaba cuál era la mejor y qué se podía lograr con eso.
Mientras un grupo sugirió el área de descanso; otro, la hamaca y, también, combinada con una huerta debajo, pensando en la gente de Puerto Pinasco. Se decidieron por esta última. Trabajaron con base en un máster plan que elaboraron los alumnos del 10.° semestre, el último. Así, cada año, todos los semestres del Taller E tienen que trabajar de acuerdo con el máster plan. “A nosotros nos tocó Pinasco, pero como está tan lejos, no pudimos ir hasta allá a construir el módulo”, detalla Lara.
Entonces, decidieron realizar la maqueta de prueba 1/1 dentro de la facultad, porque si allí funcionaba, también se podría llevar a Pinasco. “Acá en la facultad se pensó para un área de descanso, pero para Pinasco se pensó, además, con una huerta debajo y que la red de la hamaca funcione como una media sombra”, expone Carlos.
Formaron tres grupos de 10 alumnos y de 30 proyectos quedaron 10, quitando lo bueno y lo malo de cada idea. “Fue un periodo de descarte”, recuerda Yessica. Lo más importante que aprendieron en este semestre fue que, al operar con la madera, se pueden probar todos los sistemas constructivos y ver cuál va a funcionar o no al trabajar en las distintas escalas de maquetas.
Una vez resuelto el tema de la estructura de madera, tuvieron que encontrar el modo en el que la red de la hamaca no colapsara la estructura. En el proceso descubrieron que la malla ayuda para lograr la estabilidad de la estructura e, incluso, funciona mejor con peso. “Eso también nos llevó una gran cantidad de tiempo. Fue un proceso de prueba y error, hasta lograr que funcione”, comenta Lara.
Hasta ese momento, ninguno de ellos había tocado algún elemento de construcción, como pala, martillo, etc. Tenía que ser lo más sencillo de construir, para que ellos lo pudieran hacer y con el menor material posible, porque a no ser que recibieran materiales en donación, tenían que costearlo todo. “Afortunadamente, Laboratorios Catedral nos donó la madera y realizamos actividades, como rifas, para recaudar fondos, porque aparte de la madera, había que comprar las piezas metálicas y otros elementos, además de la red”, agrega.
Para una mejor organización, las tareas estaban divididas por áreas de trabajo: dibujo, presupuesto, carpintería, herrería, malla y presentación. El tema de la malla y la estructura, al principio, fue muy difícil, ya que no conseguían que ambos elementos fueran compatibles. “Éramos 30 personas, cada una con ideas y caracteres diferentes, quienes trabajábamos hasta altas horas de la noche e, incluso, los fines de semana. Fue difícil, pero se logró el objetivo y, aunque sobre la hora, ¡a tiempo!”, destaca Carlos. “De lo contrario, recursábamos. Eran seis meses más en la facultad”, agrega Yessica. Los estudiantes resaltan la ayuda de los profesores. “Si ellos nos desafiaron, fue porque vieron potencial en nosotros. Por eso, nuestro agradecimiento va para el arquitecto Lukas Fuster, Viviana Pozzoli, Sergio Ibarra, Guido Martínez, Diego Soto y Agustín Berzero”.
Fotos: ABC Color/Silvio Rojas.