Las costumbres populares son los elementos fundamentales que dan forma al comportamiento social en cualquier sociedad. Estas prácticas no están codificadas formalmente en la ley, pero a menudo se enseñan y se aprenden a través de las interacciones sociales desde la infancia.
Una auténtica noche de terror paraguayo debería considerar la representación de nuestros mitos como el Kuku Lele, el Pombéro, el Jasy Jateré, el Pöra con sus silbídos lúgrubres, el Kurupí, el Luisón, el Aó Aó, el Mboi tuí, etc. ¿No existen figuras femeninas entre los monstruos locales?
Dice un fragmento del Evangelio de las Brujas, tradiciones italianas compiladas por Charles Leland (1899): Diana era primero, antes de toda la creación, en ella estaban todas las cosas; a sí misma, la primera oscuridad, se dividió en oscuridad y luz; en oscuridad y luz se dividió.
El culto de la Gran Diosa, madre de todas las cosas, es la más antigua de las religiones vivas y nunca ha desaparecido, aunque en el mundo occidental se haya tenido que ocultar para sobrevivir. Originalmente, la palabra bruja era muy prestigiosa. Viene del latin praesaga, la que sabe con anticipación, la que presagia o adivina. En inglés se llaman witches, que se deriva del antiguo inglés wis, sabio. Por milenios las brujas practicaron la creencia en un principio femenino creador de todo, y se sintieron profundamente identificadas con la naturaleza cuya energía vital siempre supieron utilizar. Tiene sentido esto, si es la mujer quien da la vida a través del parto. Es la mujer la que da a luz al hombre y a la mujer. Pero el culto a la diosa sucumbió en gran parte del mundo a los cultos patriarcales, masculinos que fueron imponiéndose a través de la historia, como ese cuento rebuscado de que la mujer nació de una costilla de Adán. La diosa Isis para los egipcios, Ariadna, diosa minoica de la fertilidad. Con el destino de los mortales en sus manos, Ariadna era considerada una diosa brillante, a menudo comparada con Deméter. Inanna para los sumerios, Atalanta para los arcadios, Ishtar para los babilonios, Afrodita para los griegos, Venus para los romanos, Freya para la mitología nórdica, Coatlicue para los atecas, Bolon Ik para los mayas.
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Permanentemente las brujas fueron veneradas como perseguidas. Ni perversas ni malvados, no santas ni ángeles, ni diosas ni demonios. Hombres y mujeres, redentores de este valle de lágrimas, podemos elevar nuestras conciencias para encontrarnos en el misterio del otro, de la otra, para revalorizarnos mutuamente y redescubrirnos en la sabiduría de recuperar la memoria y la importancia de lo sagrado.
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