Belleza y misterios del Barroco Andino

Un viaje a través del tiempo invita a contemplar el “alma de los Andes” con la exposición El Barroco Andino: tradición y continuidad. Piezas únicas, varias de ellas vistas por primera vez en Asunción, fusionan la religión y las costumbres con curiosas representaciones precolombinas. Su influencia llega hasta la mística del Cristo de los Temblores.

Las formas y misterios de los huacos se transformaron y llegaron hasta las obras sacras de la Escuela Cusqueña. El triángulo de los Apus se reproduce en el cuadro de la Virgen.
Las formas y misterios de los huacos se transformaron y llegaron hasta las obras sacras de la Escuela Cusqueña. El triángulo de los Apus se reproduce en el cuadro de la Virgen.FERNANDO ROMERO 06-08-25 REVISTA

Las obras de barroco andino “son mucho más que arte: son testimonios de un encuentro histórico, un diálogo entre mundos, un puente entre lo sagrado y lo humano, entre la tradición indígena y la herencia virreinal”, sostiene la embajadora del Perú en Paraguay, María Antonia Ida Masana García.

Magnífica talla en plata de San Miguel Arcángel. Representa al guerrero alado.
Magnífica talla en plata de San Miguel Arcángel. Representa al guerrero alado.

La muestra se exhibe en el Museo de Arte Sacro de la Fundación Nicolás Latourrette Bo hasta el 16 de agosto y se realiza en adhesión a las fiestas patrias del Perú, celebradas el 28 y 29 de julio.

Destaca la diplomática que las obras representan “un mosaico de creatividad que fusiona la sensibilidad andina con la exuberancia del barroco, un estilo que no solo transformó Europa, sino que encontró en el Virreinato del Perú un eco vibrante, único y profundamente original”.

San José con el Niño. Escuela Cusqueña. Siglo XVIII.
San José con el Niño. Escuela Cusqueña. Siglo XVIII.

“El barroco andino no es solo un estilo artístico; es una narrativa cultural que nace en el crisol de los siglos XVI al XVIII, cuando los pueblos indígenas del Tahuantinsuyo se encontraron con la tradición europea, traída por los conquistadores. En este contexto, el arte se convirtió en un lenguaje universal, capaz de reconciliar cosmovisiones, de sanar heridas y de construir una identidad mestiza, que aún resuena en nuestra modernidad”, expresa.

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Del periodo precolombino al barroco

El museólogo Luis Lataza, curador de la muestra, explica que las obras están expuestas de forma a representar un contrapicado de las influencias que tuvo el arte sacro cristiano en el desarrollo del arte barroco andino con la influencia de las antiguas civilizaciones incaicas y preincaicas.

Huaco Nazca representado en este cuenco con colibríes y un huaco que representa un Espectro de la cultura Mochica, 400 a.C.
Huaco Nazca representado en este cuenco con colibríes y un huaco que representa un Espectro de la cultura Mochica, 400 a.C.

En el centro de la exposición reluce San Miguel Arcángel en plata, una verdadera joya de la orfebrería virreinal. “La plata, el metal sagrado para los incas, se convierte en un vehículo para representar al arcángel guerrero, uniendo la espiritualidad andina con la iconografía cristiana”, dice Masana.

Pero ¿qué diferencia a este San Miguel de manufactura peruana con una tallada en el barroco hispano-guaraní? Lataza menciona que más que diferencia existe una analogía importante. San Miguel Arcángel es el único ángel guerrero y, al igual que en casi toda América, los guaraníes también se emplumaban para ir a la guerra, mientras en la cultura andina es, a la vez, un traje ceremonial. Era tanta la devoción de los nativos a San Miguel que se ha convertido en el patrono de las misiones, apunta el museólogo.

Ecce Homo, el Señor de las Siete Puñaladas. Escuela Cusqueña, siglo XVIII.
Ecce Homo, el Señor de las Siete Puñaladas. Escuela Cusqueña, siglo XVIII.

Luis Lataza también destaca que la iconografía cristiana del Perú tiene influencias que se han desarrollado durante 3.000 años de diversas culturas precolombinas en las que la constante eran las montañas, por la geografía; el agua que cae de ellas y da vida a las costas, y el sol, divinidad sagrada para los Incas.

Un detalle importante también que se nota en esta influencia milenaria es la conformación piramidal. Esta forma se ve en los objetos arqueológicos como los huacos precolombinos o los Apus, montañas sagradas, de la cultura Chavín (900 antes de Cristo) hasta las vírgenes que también adquieren esa forma piramidal, como la Virgen de Pomata, una de las más veneradas del Perú, o la misma Virgen de Caacupé, tan venerada por los paraguayos.

La Virgen de la Merced de Arequipa. Escuela Cusqueña. Siglo XVIII.
La Virgen de la Merced de Arequipa. Escuela Cusqueña. Siglo XVIII.

Una reivindicación

La embajadora del Perú sostiene que “el barroco andino no es una mera imitación de Europa, sino una reinvención. Los artistas indígenas y mestizos del Cusco, y de otras regiones del Virreinato del Perú, tomaron las formas del barroco español y las impregnaron de símbolos andinos: el sol, la luna, la coca, el maíz, los felinos, las serpientes. Así crearon un arte que es a la vez devoto y rebelde, sagrado y terrenal, europeo y profundamente andino”.

En el barroco andino resalta la Escuela Cusqueña, “un movimiento artístico que floreció en el corazón del antiguo imperio incaico y que transformó la iconografía cristiana en un canto a la identidad andina: con imágenes como Santa Rita de Casia, Jesús Nazareno, San José y San Antonio Abad, el tríptico de la Inmaculada con Santos y Arcángeles”, dice Masana.

Magnífica talla del Señor de los Temblores que salvó al Cusco del terremoto en el 1600. Talla en madera policromada revestida en plata.
Magnífica talla del Señor de los Temblores que salvó al Cusco del terremoto en el 1600. Talla en madera policromada revestida en plata.

Lataza agrega que generalmente todas estas han sido obras de devoción privada en las casas. Así surgieron el Cristo de las Siete Puñaladas (Ecce Homo) o el Cristo de los Temblores, que ha frenado los terremotos que destruyeron Cusco hacia el 1600.

“Estas obras no solo son bellas; son un testimonio de cómo los artistas andinos adoptaron el lenguaje del barroco para expresar su fe, su resistencia y su identidad. Cada lienzo y cada talla nos susurra una historia de adaptación y creatividad en un mundo en transformación”, expone la embajadora del Perú.

Estigmas de Santa Rita de Casia, Escuela Cusqueña, siglo XVIII, santa venerada por su sufrimiento y redención. Las flores del marco evocan la flora andina.
Estigmas de Santa Rita de Casia, Escuela Cusqueña, siglo XVIII, santa venerada por su sufrimiento y redención. Las flores del marco evocan la flora andina.

Para Lataza, las obras tienen marcos florales característicos, colores oscuros que derivan del barroco tenebrista español de Murillo o Zurbarán para un exagerado contraste y el brocatelatto con el agregado de pan de oro en forma de ornamentaciones.

La cultura precolombina

Los huacos no son meros objetos utilitarios sino “cápsulas del tiempo que nos conectan con la cosmovisión andina y su continuidad en el arte barroco”, dice Masana al señalar los huacos Mochica de la fruta ullu-chu (siglos I al VIII) asociada con la fertilidad y la sangre en los rituales. Reflejan la vida cotidiana y lo sobrenatural.

Los huacos silbadores de las culturas Chimú y el de terracota, probablemente de la cultura Vicús, emiten sonidos: “Se cree que los sonidos buscaban imitar a la naturaleza, invocar espíritus o servir en rituales religiosos, conectando el mundo material con el espiritual”.

Huacos Silvadores de las culturas Chimú (negra) y Vicús (terracota), respectivamente. Contienen formas zoomorfas o antropomorfas que producen sonidos para imitar a la naturaleza o invocar espíritus.
Huacos Silvadores de las culturas Chimú (negra) y Vicús (terracota), respectivamente. Contienen formas zoomorfas o antropomorfas que producen sonidos para imitar a la naturaleza o invocar espíritus.

En los huacos Nazca, como el cuenco, aparecen el picaflor, felinos y ofidios o figuras geométricas. “El picaflor, símbolo de vida y energía, y los felinos y serpientes, asociados con la fuerza y la transformación, son motivos que reaparecen en los bordados y lienzos del barroco andino”.

Los huacos Lambayeque y Chimú con figuras de felinos y con personajes en relieve, así como el huaco Inca con figuras geométricas, muestran la diversidad estilística del arte precolombino. Los barrocos los reinterpretaron en sus obras sacras.

Huaco Mochica de la fruta Ullu-chu (siglos I al VIII). Es una fruta asociada a la fertilidad y la sangre en los rituales.
Huaco Mochica de la fruta Ullu-chu (siglos I al VIII). Es una fruta asociada a la fertilidad y la sangre en los rituales.

Finalmente el huaco piramidal Chavín, con figura humana en relieve, y los huacos Chimú no solo eran objetos funcionales, sino también rituales, cargados de significado espiritual: “Lo que une a estas obras, desde los huacos precolombinos hasta las pinturas y tallas del barroco andino, es una profunda continuidad cultural. Los artistas del Virreinato no rompieron con su pasado; lo transformaron. El sol incaico se convirtió en el halo de la Virgen; los felinos y serpientes de los huacos reaparecieron en los bordes dorados de los lienzos, y la plata, sagrada para los incas, brilló en los altares barrocos. Este diálogo entre lo precolombino y lo virreinal es el corazón de nuestra muestra: una celebración de la resiliencia andina, de su capacidad para adaptarse sin perder su esencia”.

pgomez@abc.com.py

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