La Canasta Mecánica

LA GUERRA NO SE PARA -  A mí me sorprende y me fascina la avalancha de novedades que la tecnología nos proporciona. Es evidente que mejoró la productividad, el confort, la eficiencia y la comunicación, aunque también genera mi inquietud sobre la dependencia, el aislamiento y la deshumanización que el mal uso de la tecnología empieza a producir en la gente.

La canasta mecánica
La canasta mecánicaArchivo, ABC Color

Así como facilita la comunicación instantánea y la colaboración a distancia, rompiendo barreras geográficas, existe preocupación por la creciente dependencia de los juegos electrónicos, los teléfonos móviles y el riesgo de adicción a todo lo que estos dispositivos proveen.

En tiempos no muy lejanos, cuando todavía nuestra humanidad no había sido sacudida por esta hiper ola tecnológica con su Inteligencia Artificial, las personas nos organizábamos con las herramientas que la mente artesanal nos proporcionaba.

Los días fríos, como estos que estamos viviendo, fomentaban el encuentro en los hogares en torno a una fogata, un brasero, una estufa a kerosene y los más chuchis encendían su chimenea. Recuerdo con cariño la casa de la familia Kovasevich, sobre la calle Washington, en el barrio Las Mercedes, cuando encendían la chimenea y en ese cálido espacio nos reuníamos un privilegiado grupo divertido de inolvidables amiwis. Allí se apelaba a los juegos de mesa y aparecían las cartas españolas para el chinchón, el truco y la escoba de quince. También se recurría a los dados en algunas ruidosas como graciosas generalas de algunas frías tardes dominicales. ¡Cháke la policíaaa! Era el grito común que anticipaba alguna buena jugada ganadora.

En mí infancia, en casa, en la sobre mesa surgían los juegos de palabras, no muy comunes, tal vez. Entre la ambigüedad y la adivinanza -oro parece plátano es- el calambur es un juego creativo de palabras al que mi papá recurría para incentivar el ingenio en nuestras mentes infantiles y adolescentes.

El calambur es una figura retórica que combina sílabas de unas cuantas palabras para crear un nuevo significado, a menudo con un efecto cómico o irónico: Yo loco, loco, y ella loquita, en lugar de Yo lo coloco y ella lo quita.

El calambur también se reconoce como una agrupación de varias sílabas de modo que alteren el significado de las palabras a que pertenecen, como en: este es conde y disimula. Según cuentan, no fue un conde, fue una reina quien experimentó en carne propia y sin saberlo, de uno de los ejemplos más famosos de calambur. Se atribuye su autoría al escritor Francisco de Quevedo, quien habría ganado una apuesta, soltándole en la cara a la reina estas estrofas al tiempo que le ofrecía dos flores, una en cada mano: Entre un clavel y una rosa, Su Majestad escoja. La reina era Margarita de Austria. Otros dicen que era Isabel de Francia. El calambur: escoja / es coja. Margarita o Isabel, parece que la reina tenía esa discapacidad.

En la Inglaterra de hoy podría decirse: Si el rey no muere, el reino muere. Y el calambur de este momento podría ser: Si la guerra no se para, la guerra nos separa.

carlafabri@abc.com.py

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