“La paternidad me enseñó a escuchar con más empatía, a ser paciente y a entender que cada decisión tiene un impacto más allá de lo inmediato”, confiesa.
No se trata solo de gestionar una empresa, sino de proyectar el futuro con la mirada puesta en el bienestar de quienes te rodean.
“Como padre, uno aprende a pensar en el futuro, en el bienestar de otros, y eso se refleja en cómo gestiono la empresa”, afirma.
El camino del equilibrio entre el trabajo y la vida familiar nunca es sencillo, y Eduardo lo sabe bien, por eso trata de disfrutar cada momento.
“Lo que más me emociona es ver el crecimiento de mis hijos, sus logros, sus valores, y acompañarlos en cada etapa de su vida. El equilibrio no siempre es fácil, pero he aprendido a valorar la calidad del tiempo. Cuando estoy en casa, intento estar presente de verdad”, revela.
Reconoce con gratitud al equipo que lo rodea, que le permite organizar mejor sus tiempos. Porque si bien hay momentos relevantes en los negocios, también existen vivencias que nutren el alma y fortalecen el hogar, y saber distinguirlos hace toda la diferencia.
“El equipo de trabajo que me rodea me permite delegar y organizar mejor mis tiempos. Saber priorizar es clave: hay momentos para los grandes proyectos, pero también momentos irremplazables en familia”, reflexiona.
Tiempo, amor y valores
Una de las enseñanzas más profundas que guarda Eduardo no viene de una reunión de directorio, sino de un momento con su hijo menor.
“Recuerdo una tarde simple, pero significativa: armando un juguete con mi hijo menor. Al principio parecía complicado, pero juntos fuimos resolviendo paso a paso”, describe.
Esa experiencia, tan cotidiana como reveladora, le dejó una lección: la importancia de la paciencia, del trabajo en equipo y de la calma frente a los desafíos.

“Esa experiencia simple refleja cómo intento enseñarles que no hay problema que no se pueda resolver si uno persevera”, sostiene.
Su legado, como padre y empresario, está tejido con hilos de valores, como honestidad, esfuerzo, respeto y responsabilidad.
Para Eduardo, los negocios son importantes, pero la verdadera riqueza está en el impacto positivo que dejamos en las personas a nuestro paso.
“Como empresario, les quiero transmitir a mis hijos la importancia de construir con responsabilidad, de pensar siempre en las personas detrás de cada número, y de liderar con propósito. Los negocios son importantes, pero la verdadera riqueza está en los valores y en la forma en que uno impacta positivamente en la vida de otros”, manifiesta.
El mensaje que quiere que recuerden sus hijos es claro y lleno de amor: “Que siempre estuve para ellos. Que cada esfuerzo, cada decisión, incluso las más difíciles, siempre tuvieron como prioridad su bienestar y su futuro. Y que no importa cuán ocupado esté uno, el amor y el tiempo que se entregan a la familia es lo más valioso que podemos dar”, concluye.