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La ausencia de Koki Ruiz se notó en este abril de 2025, pero en cada rincón de este lugar permanecía la magia de los frutos de su arte, fe y amor. La procesión de la Virgen de la Dolorosa recorrió el Yvága Rape, ese tramo de aproximadamente cinco kilómetros que Koki Ruiz iluminó durante más de tres décadas con el resplandor de 20.000 candiles hechos de apepú y 400 antorchas.
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Con cada paso acompasado, la imagen de la Virgen avanzaba entre los coros afligidos de grupos de “estacioneros” quienes elevaban su voz en tono de oración y esos corazones apesadumbrados que, en una tradición conmovedora, acompañaban como verdaderos “dolientes”.

El brillo parpadeante de las llamas danzantes en el camino creó una atmósfera de reverencia y el máximo respeto, sirviendo como un homenaje viviente al sueño de Koki.

Al llegar a La Barraca, el recinto que albergaba el corazón de su creatividad, se revivió el encendido de sus obras más emblemáticas... Macarena, Almudena y Julián Ruiz, hijos de Koki, tomaron la batuta para mantener viva la herencia...

Entre los cuadros expuestos se pudieron ver un fragmento del retablo del altar de la visita del papa Francisco en 2015 hecho de coco, maíz y calabaza, así como el de la beatificación de María Felicia de Jesús Sacramentado, Chiquitunga, hecho de miles de rosarios donados por la gente... Julián Ruiz ensayó la profundidad del sentimiento que inundaba a su padre al confeccionar el retablo de Chiquitunga. También se podían apreciar dos de las figuras del retablo de la visita papal: San Francisco de Asís y San Ignacio de Loyola.
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La iluminación de la noche tomó la forma de cuatro cuadros vivientes inspirados en la Última Cena, un tema al que Koki regresaba frecuentemente en su puesta de Viernes Santo. Cada cuadro representó un momento diferente en la pasión y muerte de Cristo, aludiendo a las visiones de Leonardo da Vinci, Andy Warhol, un cuadro de Koki inspirado en La Piedad, y Salvador Dalí.

Se estima que 30.000 personas se dirigieron a Tañarandy, contribuyendo a esta emotiva despedida. Al cierre dramático de este gran gesto, mientras densas nubes de kerosén, sebo y apepú llenaban la atmósfera, se escuchó una canción cargada: Grândola, Vila Morena, del portugués José Alfonso...

Este himno de lucha y esperanza fue la nota elegida por Koki Ruiz para consagrarse. Sus sencillos versos sobre fraternidad, amistad e igualdad fueron un reflejo de Tañarandy, la valiente tierra de hombres y mujeres que lucharon por sus convicciones y justicia social aquí encarnadas con palabras de Julián Ruiz.

“Mientras nos movíamos, mientras escuchábamos el canto de los estacioneros, mientras ardía el apepú, mientras el arte de la oración y el silencio se unía, lo sentíamos, sentíamos a Koki. Y sé que ustedes también lo sintieron”, dijo Julián con voz quebrada de emoción y un aplauso de los asistentes.

Y en este agridulce Viernes Santo, el legado de Koki Ruiz llegó como eterno, resonando profundamente en cada corazón presente en Tañarandy.





