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Ser woke es lo opuesto a la modorra en la que viven quienes se retuercen en el odio al prójimo, discriminan y persiguen a sus semejantes por motivos culturales, religiosos, étnicos, de idioma, de edad, de género, de orientación sexual, de etnia, etc.
Ojalá yo pudiera ser woke alguna vez. Digo esto porque simpatizo y admiro la conducta woke, ya que alguien woke está siempre alerta a cualquier clase de injusticia social que lastime a otros seres humanos. Para ser woke es necesario tener lucidez de ideas y sentimientos, practicar la compasión, la misericordia, comprender las diferencias, proceder con generosidad. Por todo esto, resulta muy extraño que haya gente que quiera insultar utilizando el término woke.
El anti wokismo es producto del miedo, de los prejuicios, de la falta de información. No es bondadoso marginar y ofender a quienes son diferentes, se comportan y piensan en forma distinta.
En la actitud woke hay una forma de protesta no violenta, que permite empoderar a grupos históricamente marginados por la sociedad.
El filósofo y politólogo británico John Gray, muy crítico con el pensamiento woke, reconoce los motivos de fondo: los doscientos cincuenta años de esclavitud de los negros en EE.UU., la confiscación de tierras a los indígenas, la persecución a gays y lesbianas, o las desigualdades y abusos que en el siglo XXI siguen sufriendo otras minorías por cuestiones de sexo o religión.
En su libro Elogio y Refutación del Pensamiento Woke, el filósofo José Antonio Marina sostiene y destaca entre sus aspectos positivos “la reivindicación de las víctimas”. Dice que por eso, el movimiento woke “aspira a una nueva justicia social, sus seguidores se consideran Social Justice Warriors y hasta cierto punto -no más allá- lo son”.
También afirma que “el activismo woke merece un elogio”, porque “se preocupa de las víctimas, de su terrible experiencia, reivindica su derecho a ser reconocidas, a no ser olvidadas, a ser indemnizadas. El movimiento Black Lives Matter (BLM) fue la manifestación woke más poderosa. En teoría, nadie honesto puede negar que una vida negra sea importante. (…) El movimiento generó un sistema ideológico difícil de aceptar, pero que es necesario comprender”.
Tampoco el movimiento #Me Too surgió de la nada. Mary Eberstadt (conservadora) considera justificadas las protestas de muchas mujeres ante los casos de acoso. Comparte la necesidad de reivindicar el sufrimiento de las víctimas, históricamente marginadas como perseguidas; y sugiere que Occidente “reconozca la trágica verdad de que se han cometido crímenes e injusticias reales contra auténticas minorías sexuales y raciales, entre otras”. Por último, el fenómeno de la cancelación a través de escraches y ofensas atemorizantes son recursos muy utilizados por ejemplares de la extrema derecha. Esto es fácil de comprobar.
carlafabri@abc.com.py