Cargando...
Conocida también como la mezquita del Sultán Ahmed, este centro de oración musulmán se convirtió en los últimos años en una de las verdaderas joyas de la ciudad turca de Estambul, la antigua Constantinopla, el puente entre el Oriente y el Occidente. Y es que su imponente arquitectura captura el interés de miles de visitantes tanto de día como de noche.
Nos apuramos en llegar, pues los horarios están establecidos en función a los cinco momentos del día en los que los musulmanes ofrecen su oración. El objetivo es no dejar pasar ningún detalle y dejarnos llevar por la magia de conocer Turquía.
Los guías, que hablan casi todos los idiomas del mundo, explican que la apertura oficial de esta obra arquitectónica data del año 1617, bajo el imperio otomano.
Su ubicación es estratégica. Está muy cerca del estrecho del Bósforo, que separa al continente europeo del asiático, en la considerada ciudad antigua y en la parte más elevada de las colinas.
Lea más: Estambul, el tranvía y el Bósforo
Más allá de la fe
Fue construida entre los años 1609 y 1616. Al poco tiempo de ingresar a su patio, la vista queda fascinada por su portal principal, mientras se espera en una larga fila que conduce hasta una de las entradas.
En turco esta mezquita es llamada Sultanahmed Camii y es tan grande que incluso es ampliamente superior a la otra mezquita –también considerada entre las siete joyas– que está apenas separada de ella por un parque, la de Santa Sofía o Aya Sophia (para los turcos).
Una vez en el interior, la experiencia es de lo más enriquecedora, más allá de la fe que se profesa. Está abierta a todas las confesiones monoteístas, politeístas e incluso a los agnósticos. Es allí donde comenzamos a comprender por qué hoy es considerada la más importante mezquita de la ciudad euroasiática y el porqué de su nombre.
Su edificación no estuvo exenta de polémicas debido a que el proyecto contemplaba seis minaretes o faros que se elevan en las distintas alas laterales, al igual que La Meca –máximo recinto sagrado del islam, ubicado en Arabia Saudita–. Un tiempo después, a esta última le agregaron un minarete más para así zanjar la controversia.
¿Pero qué la hace tan atractiva? Los más de 20.000 azulejos que impregnan de elegancia a las cúpulas y los vitrales que con la luz del sol la vuelven aún más rutilantes. Cada pieza fue traída de Nicea o Iznik. El mejor horario para disfrutar de su esplendor turquesa y celeste es antes del mediodía.
A mitad del recorrido es momento de embarcarse por los periodos históricos que marcaron a Turquía, mientras los candelabros extendidos por el salón principal y las cúpulas de más de 30 metros de altura nos transportan al rico pasado.
De elegancia única, la mezquita Azul sorprende, no solo por la combinación de las arquitecturas otomana, islámica clásica y bizantina, que a medida que avanzaba la obra fue incorporando estos detalles, sino por el afán del sultán Ahmed I de demostrar su capacidad de superar a la Aya Sophia, la basílica de referencia para la confesión ortodoxa oriental.
Al final de esta experiencia nos queda claro que la mezquita Azul es hoy una conjugación perfecta de poder, religión, arte y cultura que eterniza la exuberante historia turca.
Velo
Por tratarse de un lugar sagrado para el islam, las mujeres deben ingresar con falda o pantalón largo y un velo que tape el cabello. Una cabina ofrece en forma gratuita los pañuelos para las damas en caso de no tenerlos, en tanto los caballeros deben cubrir brazos y piernas. Todos ingresan descalzos.
La entrada es gratuita. Pero una vez terminado el recorrido, en el patio principal uno de los fieles invita a realizar una donación que servirá para el mantenimiento de la infraestructura.
