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Arlette lo tenía bien claro. Ella esperaría el momento oportuno para ser madre, porque quería trabajar primero en su proceso de maduración personal y profesional, lo que le permitiría disfrutar plenamente de la maternidad. “Esa evolución te da la maternidad, que es diferente a todo lo demás, a la vida familiar, a cuando sos hija; es diferente a la vida laboral, a todo. Te deja unos aprendizajes increíbles por cada etapa en la que pasas como mamá, porque es continuo y es lo que más me gusta”, afirma.
Emociones indescriptibles
El nacimiento de Pauli fue una experiencia indescriptible para Arlette. La profunda emoción de traer al mundo a su hija la marcó para siempre, aunque confiesa que estaba un poco asustada en ese momento, porque no sabía cómo eran las labores. “Tenía hermanos con hijos y tenía la ayuda de mi mamá. Sabía lo que era ser bien criada y atendida, pero ser mamá primeriza tiene sus desafíos. Traté de leer algunos libros, informarme, porque quería hacer bien las cosas y también me di mi tiempo para ser mamá. No tuve a mi hija muy joven, porque quise estudiar, recibirme, prepararme y esperar el momento oportuno para estar más tranquila y que sea el momento correcto. Así que le traje más adulta a Paulina. Creo que decidí ser madre en el momento justo”, confiesa.
Después de un año y unos cuantos meses, llegó la segunda alegría. Luciano venía en camino, para acompañar a su hermanita. “Uno siempre busca el nene. Luciano viene un poco después. Fue casi como tener mellizos, porque tenía dos mamaderas, los dos eran chiquititos, pero fue genial y yo le tenía a mi mamá que me ayudaba y eso fue tan importante, porque también trabajaba y así fue más llevadera gracias a mi mamá y a la experiencia que tenía de la primera. El segundo ya fue más fácil, digamos”, recuerda.
Momentos que marcan
Cuando Arlette recibió a Pauli y luego a Luciano en sus brazos, la emoción fue increíble. “Eso que uno lee cuando no tiene hijos, que está en los libros, que parecen muchas poesías, no tiene una transcripción al momento de recibirles en el nacimiento. Es una emoción muy profunda que nos bendice por traer al mundo a nuestros bebés”, manifiesta.
En este tiempo como madre, Arlette reconoce que la maternidad es un aprendizaje continuo, lleno de retos y satisfacciones, disfrutando cada etapa de la crianza de sus hijos, desde la infancia hasta la adolescencia que viven actualmente.
Ella se siente orgullosa de los valores y las cualidades que sus hijos han desarrollado. Verlos crecer y convertirse en personas responsables y empáticas la llenan de alegría. “Veo señales de buenos aprendizajes. Eso me pone orgullosa porque quiere decir que es lo que en todos estos años van viendo, de lo que le enseñás, de lo que le demostrás realmente, no solamente por una cuestión de decirle, sino la actuación, las acciones”, señala.
Para ella es un placer verlos que están por buen camino. “Cómo se desenvuelven en todas las facetas, compañeros, nietos; cómo le cuidan a su abuela, cómo tratan a sus amigos, su rol y responsabilidad. Todo eso me pone orgullosa de que están por buen camino”, destaca.
Los desafíos de mamá
Si bien la maternidad trae muchas satisfacciones también conlleva desafíos. En ese sentido, Arlette reconoce que los problemas aumentan con la edad, por lo que considera fundamental preparar a los hijos para ser adultos responsables y exitosos.
“Creo que los problemas van aumentando a partir de que pasan los años y van llegando al mundo de la adultez. Veo que los problemas podrían ser más en esa etapa, por lo cual es fundamental que cuando lleguen a ese momento estén preparados para ser buenos adultos, responsables, empáticos, que sean personas que aporten a la sociedad, que se valgan por sí mismos, que sean fuertes, que puedan tener todos los recursos para sostenerse en todo sentido. Creo que el desafío está en eso”, supone.
Los cambios en la vida
La llegada de los niños transforman la vida de toda persona. Arlette tuvo que aprender a equilibrar sus responsabilidades como madre con su trabajo y formación personal. “Mis hijos me cambiaron en todo sentido, porque tuve que aprender mucho. Ellos son mi prioridad, pero al mismo tiempo tuve que aprender a administrar el resto de mis actividades para no fracasar, digamos. Me cambiaron mucho porque siempre trabajé y me capacité. Entonces cuando vinieron los chicos, me movilizaron un poco en el tema del tiempo, pero pude administrar. Hay gente que opina que uno como mamá no puede hacer las dos cosas. Todavía hay esas creencias, pero se puede si se tiene a alguien que te apoye”, sostiene.
Ella aprendió a optimizar su tiempo para responder a sus labores como mamá y profesional. “Aprendí a elegir las cosas en orden de prioridad y a ordenar el día para poder seguir trabajando. Son funciones complejas que me demandan mucha energía. Tenés que llegar otra vez con energía a tu casa y poder disfrutar, salir con tus hijos. Es un tema permanente de control y equilibrio”, indica.
La maternidad le permitió a Arlette aprender y crecer como persona. Ella alienta a las madres a creer en sí mismas y en su capacidad para conciliar este rol con sus sueños y aspiraciones personales y profesionales.