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La revista jurídica La Ley se especializa en la hermenéutica de la jurisprudencia significativa de los hechos judiciales de la justicia paraguaya. Su traslación al Paraguay desde el Río de la Plata fue una curiosa consecuencia de uno de los muchos dolorosos exilios políticos de la convulsionada era de 1940.
En efecto, Juan Guillermo Peroni, que ejerciera el Derecho en el destierro bonaerense, a su regreso al país trajo consigo la licencia para publicar esta valiosa y longeva revista especializada jurídica.
En su octava edición del año XLVI, setiembre de 2023, lanza un homenaje al Prof. Dr. Ramiro Rodríguez Alcalá, hombre de vasta y ecléctica trayectoria ciudadana.
Destacado personaje de nuestra historia
Catedrático universitario, tuvo publicaciones significativas y, al mismo tiempo, demostró una veta artística a través de la pintura y las letras. Testimonio de ello son dos piezas que aparecen en la edición especial tituladas La botas de Leandro Fretes y El día en que no murió el Coronel Franco.
Nunca abrazó una trayectoria política, pero su gran contribución desde un cargo oficial tuvo lugar como miembro de la Comisión Nacional Demarcadora de Límites, desde la cual patrocinó tesis exitosas sobre los límites paraguayos con Bolivia y los saltos del Guairá, en momentos en que esa controversia también estaba vigente con la gigantesca limítrofe República Federativa del Brasil.
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Uno de los artículos más trascendentes, por su contenido de inmenso patriotismo, se titula Carta de Renuncia a cobrar honorarios por servicios prestados al Estado Paraguayo. Esto viene a significar un valioso ejemplo sobre la importancia del servicio público como carga personal, y no como excusa para lucrar incrementando el patrimonio personal.
La edición especial cuenta con varios artículos significativos de los allegados al homenajeado. Por ejemplo, José Antonio Moreno Ruffinelli nos presenta una serie de reminiscencias muy personales y a la vez muy valiosas. Se titula el artículo con toda sencillez, Ramiro y da una pincelada de la trayectoria del homenajeado.
José Antonio Moreno Rodríguez, por su parte, analiza el papel del Dr. Ramiro Rodríguez Alcalá en la conclusión del Código Civil Paraguayo y Diego Moreno Rodríguez Alcalá presenta lo que denomina Una tesis atrevida sobre el Código Civil y la constitucionalización del Derecho Privado.
Otro hombre de Derecho, Raúl Fernando Barriocanal, compila reminiscencias en lo que denomina Pequeña semblanza de un gran hombre.
El rescate de una trágica experiencia
Miguel Alejandro Rodríguez Alcalá Trapani rescata el cuento Las Botas de Leandro Fretes, sobre una trágica experiencia en el Chaco, relatado por Romero, su compañero de estudios y de armas.
Muerto Fretes en aquel paraje el 11 de marzo de 1933, dice: Era como si lo estuviera viendo en la víspera del día fatídico, jovial y presuntuoso, rebosante de desenfado y de optimismo. Había regresado del patrullaje orgulloso de haber sorprendido a un retén enemigo y de haberlo puesto en fuga, abandonando un muerto y unas botas, flamante galardón y testimonio de su éxito… eran finas y cómodas ciertamente aquellas botas. De cuero suave y forradas por dentro, recias en el exterior, a prueba de caraguatá y de cactus …con estas botas bajaré a Asunción con permiso y voy a estampar su marca en cierta parte, a todos los emboscados que rondan a mis chicas.
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...El lugar donde enterraron a Fretes era claramente reconocible, aunque el cañadón habían crecido unos paratodos corpurlentos que no existían cuando murió su amigo.
Cubierto de malezas todavía se alzaba en el extremo de la saliente del bosque el montículo –tierra y troncos– que fue un nido de ametralladoras, orgullo del tercer batallón. Tras ese nido hubo que sepultar a Fretes cuando una granada de setenta y cinco le llevo la cabeza… Fue en aquel bombardeo inaudito del 11 de marzo conque el enemigo derrotado cubrió su retirada concentrando su fuego sobre el ala izquierda de las defensas de Toledo.
Con fina pluma describe los sufrimientos en las hostiles tierras chaqueñas.
Una serpiente ígnea desgarró el horizonte hacia el poniente, en la dirección de Puesto Betty. Overa cuimbae pensó en guaraní Romero. Porque en el fondo, y a pesar de los años vividos en la ciudad, de sus viajes y de su cultura libresca, Romero seguía siendo el campesino que correteó descalzo por las lomas de Caazapá, hasta que le llegó casi adolescente, la hora de ir a Asunción para seguir sus estudios. Y ahora en la soledad del Chaco y ante el alarde formidable de la naturaleza él se sentía también identificado con ella, criatura elemental y primitiva; sin quererlo pensaba y se expresaba en la dulce lengua nativa.
Otro relato sobre el inhóspito Chaco
El día que no murió el Coronel Franco es otro interesante relato, cuando las dos maltrechas divisiones del II Cuerpo, colgadas en el extremo más apartado e inhóspito del Chaco habían eludido el cerco de Ysyporenda, habían roto el cerco de algodonal, y vuelto a caer nuevamente en el “corral” de Yrendague; la tenaza boliviana se había cerrado, precisamente, sobre los vitales pozos de agua que cavó Fragnaud en el desierto.
…¡Refuerzos! ¡La luz de la esperanza! Débil llama vacilante volvió a brillar.
…Llegaron los camiones y descendió la tropa. No alcanzaban a 90 los soldados que venían en socorro del Segundo Cuerpo… Franco paso revista a los recién llegados, conformados de rancheros, camilleros, heridos convalescientes y algunos ancianos de las últimas levas.
...Traían fusiles oxidados –ni una sola automática–, carecían de bolsas de víveres, los proyectiles abultaban en sus bolsillos. No todos venían calzados.
El Coronel recibió el parte, hizo que le dieran más proyectiles y dio la orden: Marchar inmediatamente al oeste.
…Se llenaron las caramagnolas –de los que las tenían– el Coronel se puso el cinto, la pistola FN de reglamento y recontó sus proyectiles. Calzaba botas negras. El casco de corcho –de Jefe– no alcanzaba a ocultar el mechón sobre la frente.
…Yo me coloqué a unos pasos… el advirtió mi presencia y me dijo con voz tajante en guaraní: No, Zamora (de Alcalá Zamora, estadista español de renombre en la época), Ud. va a quedar con su radio y con su clave… es demasiado joven, y ya podrá ser útil a su país en el futuro. A su orden, mi coronel, contesté chocando los talones...
… “La columna emprendió la marcha…”
Fue en ese momento cuando el cabo ayudante del radiografista llegó gesticulando como poseído y gritando a voz en cuello: ¡ahí sale la sexta y se oye bien!
Corrí hacia el puesto y comencé a traducir el mensaje (conocía de memoria la clave que usábamos dentro del II Cuerpo) Rompimos y estábamos saliendo sobre la ruta. Urgente: “Agua proyectiles y rancho. Y otra vez Agua”.
…Entonces me tocó a mí correr en seguimiento de mi jefe con la agilidad de mis veinte años, sin advertir que los zapatones se hundían en el polvo impalpable de la lomada. Desde lejos anticipé la noticia: ¡Sale la sexta!.
La radio no cesaba de recibir detalles del parte inicial. Las dos divisiones estaban a salvo: se había zafado a tiros y a machetazos del anillo mortal amado por Cuerpo de Caballería de Toro.
…El ceño del Cnel. se distendió con las buenas nuevas. Se sacó el casco y se secó el copioso sudor…me miró de frente y luego de un largo silencio me dijo como si hablara para sí mismo, en pausado guaraní: qué le parece, Zamora, por lo visto no había llegado mi hora.
Maestros del Derecho
El texto ofrece una entrevista publicada por Ubaldo Centurión Morínigo, bajo el título: Maestros del Derecho:
El Profesor Ramiro Rodríguez Alcalá nos recibe en su residencia, con su característica sencillez. Vemos varios cuadros pintados por él en las no muchas horas de descanso que le deparó la vida.
Rodríguez Alcalá sirvió a la Patria con acrisolada dignidad. En la Guerra del Chaco, cumplió altivamente su deber y en las batallas de la cultura demostró sapiencia y profunda sensibilidad. Sus clases de Contratos eran brillantes, verdaderas conferencias dichas con toda claridad y a un ritmo sereno jamás alterado.
Por su descollante desempeño de jurista en la cuestión del Chovoreca, el profesor doctor Emilio Saguier Aceval, a la sazón Director del Diario El País, le quiso ofrecer un homenaje que al final Rodríguez Alcalá aceptó con la condición de que todo se redujese a un pequeño e improvisado brindis con los redactores del periódico. “No quiero tanto ruido, si solo he cumplido con mi deber”, le manifestó humildemente al Dr. Saguier Aceval.
Señaló Rodríguez Alcalá, que en Asunción realizó sus estudios primarios y secundarios. Gratos recuerdos de la Escuela Normal y del Colegio Nacional.
–¿Quiénes fueron sus grandes maestros?
–Cecilio Báez, De Gásperi, Luis A. Argaña, Enrique Bordenave.
–¿En qué año se inició en la carrera universitaria?
–En 1940. Se había muerto Estigarribia y Celso Velázquez fue a Washington en misión diplomática. Por tanto quedó vacante la catedra Contratos.
Mi tesis doctoral versó sobre El abuso del Derecho. Era un tema novedoso un aspecto de la lesión. El derecho se usa abusivamente en el campo de las relaciones contractuales y esa es la lesión.
La mesa examinadora estuvo compuesta por Celso Velázquez, Cecilio Báez, Aníbal Delmás, que enseñaba Personas, Juan José Soler. Mi trabajo recibió la calificación de sobresaliente.
–¿Qué puede decirnos de su actuación en la Guerra del Chaco?
–Hicimos lo que había que hacer. Al comenzar los años 30, nos dimos cuenta de que se venía encima la guerra. Estuve en el R.I. 8 “Piribebuy” conformado en su mayoría en cuanto a oficiales de reserva, por universitarios.
Un mozo de apellido Frutos, hijo de un rematador, perdió la cabeza. Escribí un cuento sobre ese episodio: Las botas de Leandro Fretes. Con esta obra literaria gané un segundo premio en un concurso de La Tribuna.
Tengo una novela Guajho, que escribí para otro concurso del mismo diario. El certamen ganó la gran Josefina Pla, y a mí me dieron nuevamente el segundo premio.
–¿Cuál es su concepto sobre el legendario Cnel. Franco?
–Irradiaba simpatía, desde el punto de vista humano. Fue un gran soldado.
–¿Y Estigarribia?
–Admirable. Lo vi en Carandayty con Eusebio Ayala. Me llamaron para saludar al Presidente, que era amigo de mi padre.
Con relación al gobernante, recuerda el Prof. Rodríguez Alcalá estas manifestaciones suyas: “Durará la guerra lo que la guerra dure. Ella nos traerá triunfos o derrotas. La única verdad fuerte como un puño es que ningún paraguayo firmará jamás la paz que Bolivia quiere”.
El Profesor Rodríguez Alcalá evoca su actuación en el Consejo Asesor de Límites, el conflicto del Salto del Guairá, los hechos de Puerto Renato.
“Trabaje en el Consejo –dice– junto a Juan R. Chaves, H. Sánchez Quell, Blanco Sánchez, Fernando Levi Ruffinelli, Antonio Ramos, Julio César Chaves, Laconich, Emilio Meza Guerrero, de gran actuación a quien yo considero el padre intelectual de Itaipú.
Recalca Centurión Morínigo: Nuestro ilustre entrevistado rebatió la tesis de la inexistencia del Cerro Chovoreca y para obtener el fallo que establece, que el punto Chovoreca es la altura máxima de la zona, como sostuvo el fallo del argentino general Gonzalo Gómez, ya fallecido. Ganamos 84.000 hectáreas con esta victoria diplomática, nos dice Rodríguez Alcalá con legítimo orgullo.
–¿Qué recuerdo tiene de sus padres?
–Ambos estaban en el escritorio escribiendo siempre. Tenían un gran entusiasmo por la cultura. Papá es el autor de Ignacia, novela que narra la vida de una chica de arrabal que se venga de la sociedad. Le quita la careta. Era una obra revolucionaria de protesta social.
–¿Lee mucho, maestro?
–Hace 6 meses que casi no leo nada, porque estoy perdiendo la vista aceleradamente. Antes leía todo el día. Obras de Derecho, Biografías de Stefan Zweig, de Emil Ludwig, libros de Toynbee.
–¿No hizo política?
–No fui político. Estuve solo. Siempre fui un francotirador. Eusebio Ayala solía decirme: ¿Cuándo se va Ud. a afiliar? Mire que solo no se va a ningún lado. Sin apoyo político no se sale adelante”.
–De Cecilio Báez ¿qué puede contarnos?
–Recuerdo que una vez debía dar una conferencia un católico en el Paraninfo. Los estudiantes armaron un gran escándalo. Las sillas volaban. Al suspenderse por ese motivo la disertación, Cecilio Báez se puso de pie y en voz alta manifestó: Y ahora, como dicen los sacerdotes, Ite, misa ets, todo está consumado.
–¿No piensa escribir sus memorias?
–Es que necesito ver para ello. Dictar no me resulta nada cómodo.
–¿Prosistas de su preferencia?
–O’Leary, Justo Pastor Benítez, Arturo Bray.
¡Nos honra sumarnos a tan merecido homenaje!...