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Los aparatos propagandísticos invadieron con ferocidad la vida de la población, en los medios, en los enormes carteles, en los muros y lugares públicos de casi todo el país. Es probable y debería aceptarse que ganaron los colorados. Pero también, por respeto a la ciudadanía, debería investigarse si existió o no fraude o fallas en el sistema. Hubo quien denunció que cuando llegó para votar, alguien ya había votado con su nombre y número de cédula. Otra persona se sorprendió al descubrir que un pariente fallecido había votado en la misma mesa en la que le correspondía votar. El acarreo de votantes estuvo a la orden del día. Se dieron numerosas denuncias y si hubo fraude o fallaron los mecanismos informáticos esto debe ser castigado y debe terminar de una vez por todas. También ha de superarse esa generalizada y reprobable costumbre de propalar contaminación visual que avasalla en forma inmisericorde los espacios públicos urbanos y rurales, con leyendas y cartelones proselitistas, alterando el paisaje, sin el más mínimo respeto por las personas.
No puede ser que sigamos aceptando ser parte de la misma democrazy que nos legó el triste marzo paraguayo. No es posible que sigamos sufriendo los nocivos efectos de la trampa, del fraude electoral, de la intervención ilícita que manipula, anula y modifica los resultados reales, lo mismo que la costumbre del hostigamiento, difamación y calumnia. Hay actos que podrían ser legales pero que son moralmente condenables porque violan los verdaderos principios de la democracia. Se debe poner tope, tiene que desaparecer toda posibilidad de fraude electoral.
También se debe suspender el hurrerismo chupa medias, rastrero, propagador de mentiras peligrosas de los aparatos proselitistas.
Suelo utilizar una frase que no es mía y tampoco recuerdo a quien atribuirle: Hablo de mí porque no quiero convencer a nadie. Es porque me quiero alejar de cualquier forma de proselitismo. La gente proselitista busca convencer, busca adeptos, seguidores, partidarios para una causa o doctrina a través de la prédica, de la oratoria, del soborno, de distintos recursos. Conseguir nuevos conversos para sus fines, es el objetivo de la mayoría de los proselitismos políticos manipuladores, que no le hacen asco a la falacia, a la ideologización desleal, al cohecho, que no es otra cosa que la mismísima corrupción significativa.
Necesitamos con urgencia una reforma moral, mental, educativa, cultural cívico-política asociada a los valores propios de un verdadero sistema democrático.