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A la sombra de un guayabo cuyas ramas dan sombra al pequeño portón, impecablemente ataviado y con la ansiedad que caracteriza a una persona de su edad nos recibe don Francisco Mosqueira. Nos presenta a su perro Caprichito, de dos años, llamado así en honor a Capricho, el can de San Felipe Neri, “uno de los santos más alegres y jocosos del cielo”.
Esperaba con los cuadros de sus mejores recuerdos enfilados en el sofá, descolgados de las paredes. La vitalidad con la que saluda y recibe le saca décadas de encima.
Y como si fuera ayer don Francisco Mosqueira recuerda aquellos años mozos en que había llegado a Asunción a mediados del siglo XX para realizar sus estudios escénicos. El arte dramático lo catapultó hasta la Compañía de Comedias del Ateneo Paraguayo bajo la dirección de Fernando Oca del Valle, “inolvidable maestro”.
Egresó luego como actor dramático tras haber sido alumno de la Escuela Municipal de Arte Escénico bajo la dirección “del maestro de maestros y padre espiritual” don Roque Centurión Miranda. “Tuve excelentes maestros y hasta se me caen las lágrimas de la emoción al recordarlos. De verdad eran profesores, y al mismo tiempo padres y hermanos”, afirma.
Su presencia en el escenario estuvo privilegiada por selectos actores de su tiempo. “Primero estuve con Armando Bo e Isabel Sarli, buenísimos compañeros. A nuestra querida compañera se la criticaba mucho por sus pechos abiertos y esas cosas. Actuamos en La Burrerita de Ypacaraí y luego en El Trueno entre las hojas, de nuestro premio Cervantes, Augusto Roa Bastos. Hice de uno de los mensú, de aquellos que con machete blandiente atropellamos la estancia de nuestros patrones porque éramos sojuzgados y esclavizados en los yerbales. Fui uno de los mensú”, memora.
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Tuvo un trato muy estrecho con la Sarli a quien califica como una excelente compañera: “Mucha gente la cuestionaba porque ella mostraba sus atuendos naturales. Pero era generosa a carta cabal. Si la invitaban con un pedacito de bizcocho o galleta bien tostada ella no comía sola, picaba un chiquito y el resto convidaba a todos los compañeros. Y donde estaban todos reunidos, hasta el último extra, ella tenía que estar allí con ellos. Era su apostolado prácticamente. Por eso, a esa gran artista argentina que tanto amor tenía al Paraguay la recuerdo siempre”.
Centenario de la Epopeya Nacional
Francisco Mosqueira formó parte luego de un gran proyecto cinematográfico en el Centenario de la Epopeya Nacional con la película Cerro Corá en la que hizo el papel de José Antonio Correia Da Cámara, enviado del Conde de Éu para exigir rendición al Mariscal Francisco Solano López.
Así estuvo con Roberto De Felice y Rosa Ross, quien hizo de Madame Lynch. “Por más que se haya dicho que tuvieron una relación, un romance... es compresible. Él es hombre y ella mujer filmando muchas escenas juntos. Antonio Roberto De Felice Amarilla fue mi amigo del alma. Uno de los mejores amigos de mi primera juventud, porque hasta hoy me considero joven de espíritu, en el alma”, dice entusiasmado.
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-¿Dónde filmaron Cerro Corá?
- En la guarnición militar de Paraguarí. “Ahí entre culantrillos, cauces que iban al río, entre las vertientes de agua, se hizo tal cual en Cerro Corá. Tuvimos excelentes jinetes que nos enseñaron a cabalgar, oficiales muy correctos, todos militares de la Primera División de Caballería. Nuestro director era el general de intendencia militar don César Barrientos, un verdadero caballero, sencillo y cordial. Después de la caída de la dictadura yo con mis diarios seguía el orden de todos aquellos que se aprovecharon durante el gobierno de Alfredo Stroessner. Jamás se tocó el nombre del general Barrientos, así que en ese sentido me siento orgulloso. A él siempre le gustaban mis tarjetas y me apreciaba muchísimo”.
Aclara que todo esto cuenta sin temor a equivocarse y cita que el doctor César Gagliardone era el médico que los atendía junto a un grupo de enfermeros y enfermeras que los asistían noche y día: “En una de esas subí a un caballo bajo la instrucción de los oficiales y parece que hubo una explosión. El caballo que yo montaba se desbocó y me tiró contra el tronco de un cocotero viejo -gracias a Dios que no tenía espinas-, y me golpeé tan mal que uno de mis testículos quedó totalmente averiado. Se suspendió mi participación durante ocho días y cuando me repuse volvimos a filmar esa escena final del 1° de Marzo de 1870, de la rendición, o sea la supuesta rendición, porque aquí hay una confrontación entre los historiadores”.
El estreno de la película se hizo en el Teatro del Hotel Guaraní. “Se llenó, llenó, llenó el teatro. Estábamos todos los integrantes y el aplauso del público fue apoteósico. Esa es la palabra, apoteósicamente se nos aplaudió. Recuerdos que nunca mueren porque la vida es corta pero los testimonios son largos, y para eso está justamente la historia, que nuestros grandes escritores hasta hoy siguen escribiendo, pese a que nuestra juventud actual ya no lee, ya no le interesan los libros, las buenas revistas, los buenos libros, los buenos diarios”.
En su afán de recordar Mosqueira anota todas sus vivencias en los blancos de un libro o un diario. Cada apunte tiene su explicación, señala y muestra un libro Aquella madrugada de 1811, de la escritora María Eugenia Garay. “Una vez yo estaba en la Línea 12, naturalmente muchos autores se quejan porque nadie lee los buenos libros. Entonces, se comenzó a poner en venta en los ómnibus, libros y revistas... En una de esas, estaba hablando con el chofer bastante culto, entre guaraní y castellano me dice: Ko’ava librero ko oyedesesperapa hikuai porque avavema ko ndo lee vei la libro ha la revista pora. Y me regaló este ejemplar que es una joya...”
Ese mismo recuerdo y su apreciación personal están relatados en los blancos de las primeras páginas del libro y está fechado el miércoles 22 de junio de 2022: “Hermoso, útil, instructivo... lleno de enseñanzas y ternura pero al mismo tiempo leerán los adultos...”
Una hemeroteca doméstica
Don Francisco Mosqueira es un adicto a la lectura de diarios y revistas. En una de las habitaciones de su humilde vivienda del barrio Sajonia tiene montada una verdadera hemeroteca con el diario ABC desde el primer día de aparición el 8 de agosto de 1967. Los tiene muy bien encuadernados y organizados. También tiene otras publicaciones como Última Hora.
-¿Desde cuándo comenzó a coleccionar ABC?
- Papito querido, comencé desde el número 1. Aparte, lo conocí personalmente a nuestro gran director Aldo Zuccolillo en una conferencia de la Feprinco, joven, buen mozo, exponiendo con entusiasmo sus ideas y ya en ese entonces hablaba de publicar un diario.
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Así se hizo de un ritual que lleva décadas. Al recibir el periódico lo engrampa para que las páginas no se esparzan, refila los bordes con una tijera y les pasa papel de lija para que queden lisos y parejos. Todo está muy bien ordenado en estantes hasta que llegue el momento de ser encuadernados y ubicados en los estantes. “También guardo la revista dominical luego de leer la sección Esto Sucedió, en primer lugar”, cuenta.
Esta tarea artesanal la realiza normalmente los domingos. “A veces me atraso porque vienen los hijos y nietos, pero luego trato de poner todo en regla en una semana. Todo está perfectamente ordenado”.
Anotaciones personales al margen
Una relación muy íntima mantiene don Mosqueira con los diarios de su colección y de ello deja constancia en las anotaciones personales de puño y letra al margen de las publicaciones.
Veamos. Nos recibió el día del primer aniversario del fallecimiento de Rolando Niella, el 15 de diciembre, cerca del mediodía. Abre el diario y lee lo que estampó con buena caligrafía casi sin temblores en las márgenes libres de la página necrológica: “El gran ciudadano que pidió disculpas por su orgullo como fundador de Martel me tocó el corazón. Por ese cariño y orgullo que tenía consideraba que Martel es única, no hay como Martel. Privilegiaba y homenajeaba a sus empleados junto con su familia. Por eso, cree que faltó a su humildad y modestia y pidió disculpas en su columna de ABC. Eso me tocó profundamente el corazón”.
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Sobre otro aviso del doctor Miguel Ángel Leiva Gadea también tiene anotado: “gran tesorero del escribano presidente del Club Deportivo de Puerto Sajonia, cuando le propuso mi condecoración como el mejor cobrador de cuotas sociales, reincorporación e ingresos de varios ejercicios del club de nuestro amores...”
Dos medallas perdidas
Colgada en la pared de la sala tiene don Francisco Mosqueira varias fotografías que inmortalizan muy buenos momentos de su vida de actor y como trabajador del Club Deportivo de Puerto Sajonia.
“Dos medallas he recibido en mi vida. Primero, el de mi graduación como actor dramático y luego como el mejor cobrador de cuotas sociales, ingreso e incorporación de socios del Club Deportivo de Puerto Sajonia”.
Con una lucidez envidiable muestra las fotografías y recuerda que la primera Medalla de Honor al Mérito y la Cultura le fue entregada por el intendente de Asunción Nicolás De Bari Flecha, hacia el año 58 ó 59, cuando completó arte escénico y la segunda medalla la recibió de manos del escribano Ramón Berdejo y del escribano Miguel Ángel Leiva Gadea. “Lamentablemente me robaron las dos medallas, desaparecieron de mi roperito, podría haber sido una de las chicas que cuidaba de nuestros hijos”, se lamenta.
Nacido el 4 de julio
Francisco Ramón Mosqueira nació en Areguá, en la compañía Cañada San Rafael, el 4 de julio de 1933, “el día de la retoma de Nanawa”, aclara.
“Soy hijo natural de Melchora Mosqueira. Mi padre se llamaba Ramón Luparello, que era uno de los choferes del Chaco y falleció durante la contienda. Por eso, solo llevo el apellido de mi madre aunque ella luego volvió a casarse con Ambrosio Espínola Melgarejo, ya fallecido también”, menciona.
Los Mosqueira son de origen portugués. Llegaron al Paraguay, al igual que los italianos y otros inmigrantes europeos, luego de la Guerra contra la Triple Alianza y se instalaron mayormente en Luque, luego Areguá y finalmente en Carapeguá, donde Francisco creció y de donde vino a Asunción hacia la década del 50.
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El gran intelectual Silvano Mosqueira, de Carapeguá, era pariente suyo. También fue tío suyo el gran director de la Banda de Músicos de Carapeguá Bernardo Mosqueira: “Era un gran intelectual que conocía muchísimo de música, de Beethoven, de Schubert, Tchaikosvsky, era un conocedor de los grandes valses, de la época de los grandes soñadores de la música clásica. Falleció en mis tiempos de juventud cuando aún estaba yo por Carapeguá”, rememora.
Una de las principales características de don Francisco es su vitalidad. “Ahora a los 79 años me falla un poco la memoria pero estoy tomando un buen tónico. Le pido siempre a Dios que me conserve vital, perdí la mayoría de mi fuerza física, pero no perdí nada de mi alma, de mi espíritu, ni de mi intelecto”, afirma con voz tronante.
Francisco Mosqueira está casado con doña Graciela Ramona Britos Salazar y tiene cuatro hijos: Norma Raquel, cosmiatra; Gustavo Ramón, sonidista; Patricia Graciela, marketing y Erwin Agustín, licenciado en Periodismo por la Universidad del Norte, quien ha legado la vocación y el afecto de su padre hacia los periódicos. Don Chito tiene 11 nietos y 4 bisnietos.
Una última pregunta don Francisco ¿Por qué decidió coleccionar diarios? ¿Qué significa para Ud?
- Mi ángel de la guarda me habló en mis sueños y me dijo que esto va a ser muy importante y va a ser el camino de mi gloria, en forma sencilla y modesta. Que voy a ser siempre recordado por varias generaciones de paraguayos. Eso se me grabó con aquel sueño. Y al poco tiempo comenzó a salir ABC Color, cuyo número 1 lo conservo hasta hoy, como vieron. Ya no puedo seguir comprando los diarios. Pero sí hay días que no me faltan! Gracias a Dios tengo un amigo personal que no me falla, pero me trae siempre los diarios!
Bohemia de primera juventud
La primera juventud para don Francisco Mosqueira era aquella época de gloria de la película Cerro Corá cuando todo tan lindo, la época de los boleros, del pop y la cumbia. Los tiempos de Carlos Villagra y su Casablanca Jazz, la sensación del Paraguay; la época de los Big Boy Serenaders; de la Confitería Vertúa con su Salón Blanco de la Calle Palma, donde iba gracias a su amigo Juan Bautista Villa Cabañas, el concertista de piano. “Era algo muy especial ahí justamente nuestro gran amigo Rudy Heyn estrenó la primera guitarra eléctrica del Paraguay... Allí don Bautista Vertúa estaba siempre vestido de smoking o frac”.
Y continúa: “De aquella época por ejemplo recuerdo, conforme a los acordes musicales, le invitaba a una hermosa chica con sus grandes ojos de cielo u ojos de azabache:
- Señorita me permite este bolero?
Ellas miraban y contestaban siempre:
- Como no joven!
El vocalista de los Big Boys, Nery Roya, también era muy buen amigo de don Francisco. “Cómo no agradecer al cielo aquella época de primera juventud que pasé tan gloriosamente. Es un orgullo, cómo no agradecer cada minuto de mi vida a Dios, a mi ángel de la guarda, a Chiquitunga, a San Judas Tadeo, que siempre en todo lugar, momento y circunstancia me ayudaron y por supuesto el amigo de nunca falla (dice mostrando la imagen de Jesús)”.
El alma del barrio
Para sus vecinos don Francisco Mosqueira es el alma del barrio. “Es la única persona que al salir al portón ya levanta la mano y saluda. En todas las fechas de nuestros cumpleaños se presenta con su tarjeta personal que él mismo prepara a mano deseando solo buenos deseos, con una torta. Luego la tarjeta de navidad y año nuevo es algo infaltable en nuestras casas”, asegura Esther Soria de Soler.
Y Juan José Soler añade “es nuestro valor de este barrio, único, idóneo. Es el ícono del barrio, admirable por estar siempre en todo, buen vecino. El conoce el cumpleaños de todos y son de colección sus tarjetas de felicitaciones hechas a mano”.
pgomez@abc.com.py